Martes 23 de abril 2024

Una película que ya vimos: elecciones con clima de descontento

Redacción 23/03/2023 - 07.56.hs

Como hace ocho años, hay episodios que traen una sensación de estar una vez más en una situación y lugar conocidos. También este año habrá elecciones presidenciales, y también hoy, el humor social está siendo operado para generar un clima de descontento.

 

JOSE ALBARRACIN

 

El 4 de febrero de 2015, en horas de la madrugada, quien esto escribe abordó un taxi a la salida de la estación de autobuses Port Authority, en Manhattan, rumbo al hotel. En la conversación de rigor, y tras enterarse de la procedencia argentina de sus pasajeros, el chofer comentó como al pasar: "Qué problema tienen allá con la presidenta que hizo matar a un fiscal". Costó bastante explicarle que esa muerte de la que hablaba -y que había ocurrido apenas un par de semanas atrás, el 18 de enero- estaba lejos de haber sido esclarecida.

 

Fuentes.

 

Desde luego, no es inhabitual encontrarse, en cualquier ciudad del mundo, con algún taxista dicharachero, o impertinente. Lo extraño, lo desconcertante, es que éste en particular hubiera escuchado esa versión, que ni siquiera los medios de prensa en Argentina manejaban. ¿De dónde la habría sacado?

 

La respuesta más plausible, al menos hasta ahora, apunta al lobby descomunal que, por aquellos años, hacían los llamados "hedge funds" (para nosotros, "fondos buitres"), que no escatimaban recursos en campañas de publicidad televisiva por todo EEUU, acusando al gobierno argentino de haberlos estafado con sus bonos públicos, luego de haber rechazado acogerse a las refinanciaciones de la deuda externa externa de 2005 y 2010. A no dudarlo, también, hubo congresistas republicanos y opinólogos de radio y TV dedicados a defenestrar a nuestro país ante el público norteamericano.

 

La muerte de aquel fiscal se produjo al comienzo de un año de elecciones presidenciales, y a no dudarlo, las versiones que pretendían vincular ese hecho al gobierno nacional, influyeron en la campaña y en los votantes. El candidato opositor que resultaría electo presidente, al año siguiente, procedería a cancelar hasta el último centavo de dólar que reclamaban estos fondos de inversión. La campaña de desprestigio, para ellos, había funcionado de maravillas.

 

Distante.

 

Ocho años después, aquel episodio distante trae una suerte de "déja vu", una sensación de estar una vez más en una situación y lugar conocidos. También este año habrá elecciones presidenciales, y también hoy, el humor social está siendo operado para generar un clima de descontento.

 

El año había comenzado muy distinto, con un pueblo argentino exultante por el triunfo mundial de su seleccionado de fútbol, que no sólo había servido para exaltar el talento argentino en este deporte, y la capacidad de organización en esa empresa colectiva, sino que también había generado un clima de optimismo, y una cancelación -al menos transitoria- de la tan meneada grieta nacional. El mes de enero, en tanto, fue la primera vacación plena post-pandemia, con un número récord de veraneantes en todos los destinos turísticos nacionales.

 

Sin embargo, ya entrado febrero comenzaron a experimentarse dificultades con el suministro de energía eléctrica. Primero, con un conato de apagón nacional, cuyo origen -incendios aparentemente intencionales en campos privados- todavía no ha tenido el esclarecimiento debido. Luego comenzaron los apagones en el área metropolitana, curiosamente selectivos, afectando la zona sur de Capital y el Conurbano, que concentran un electorado más proclive al partido de gobierno. Todo, en el marco de una ola de calor inusitada, y con el agravante de que la falta de energía también provocó, en muchos casos, falta de agua potable.

 

Ahora se sabe que la empresa privada extranjera encargada de la distribución eléctrica, que no llevó adelante el plan de inversiones necesario para evitar este colapso, está en plan de desprenderse de sus acciones, y ya amenaza con enjuiciar al Estado argentino en foros internacionales por los supuestos perjuicios sufridos durante la concesión, que por cierto data de tres décadas atrás. A esa falta de inversiones se suma ahora la denuncia de que el dinero aportado por el Estado en concepto de subsidios, fue empleado para llevarse divisas al exterior y pagar dividendos a los accionistas privados de la firma.

 

Grave.

 

La conducta empresaria ha sido grave, ya que no sólo ha violentado los derechos de los consumidores: al menos en algunos casos, ha violado también los derechos humanos, afectando a la población de adultos mayores, de personas con dificultades motrices, y a los electrodependientes en general. No es casual que el gobierno haya promovido una denuncia penal que, por cierto, merece ser encarada con seriedad y celeridad, ya que el perjuicio causado ha sido enorme.

 

Y ahí hay otro “déja vu”: la lentitud, la ineficacia -y por momentos, la aparente complicidad- del Poder Judicial argentino con las tropelías de los poderosos. El juez a cargo de esta investigación, se sabe, es gran amigo de confraternizar con empresarios, periodistas y funcionarios de la oposición.

 

No es cuestión de formarse juicios con la rapidez y la torpeza de un taxista neoyorquino, pero estas cosas ya se han visto antes, y hay derecho a desconfiar. No sería de extrañar, con los antecedentes que cargamos, que un cambio de signo político en la presidencia derive en que el año entrante, o poco tiempo después, el Estado argentino termine reconociéndole derechos a estas empresas irresponsables, y los contribuyentes argentinos terminemos poniendo, una vez más, millones de dólares para engordar el bolsillo de nuestros verdugos.

 

 

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