Una travesía a Chos Malal
Rumbo al lejano oeste.
Para llegar a Chos Malal hay que atravesar un largo camino. Después de recorrer 320 kilómetros por asfalto hasta Algarrobo del Águila, seguimos por camino de ripio rumbo a La Humada. Allí buscamos un cartel que nos indicara el rumbo a Chos Malal, pero no había ninguna señal. Fue entonces cuando cruzamos a Daniel Lang, el policía de La Humada, que nos indicó el camino y nos advirtió sobre los guadales que había que atravesar. "En ese auto no van a pasar, si quieren yo los puedo llevar", dijo con amabilidad.
Nuestra travesía terminó a bordo de la camioneta de la Policía conducida por Daniel y acompañados por su mujer Sunilda y los pequeños Rosa y Agustín.
Recorrimos tramos de camino ancho como una avenida y otros angostos como un arroyo, kilómetros con ripio firme y otros con guadales profundos, pasamos por cruces y desvíos que sólo conocen los baqueanos del lugar y hasta esquivamos a varios chivitos que caminaban libremente por la ruta y que son la única actividad económica del lugar.
Después de recorrer 500 kilómetros en seis horas de viaje finalmente llegamos a destino.
La escuela.
La Escuela Nº 260 de Chos Malal tiene dos aulas, dos maestras y 29 alumnos, y es la principal construcción del lugar. El salón comunitario y tres casas de un lado y otras dos casas del otro lado completan el lugar. "Para los chicos éste es el centro de Chos Malal. Además, hay distintos sectores que pertenecen al lugar pero están más alejados como Los Rincones, Piedras Coloradas y Los Carrizales", explica la maestra Carina, que vive en la casa ubicada al lado de la escuela.
Al entrar a las aulas, los chicos miran con atención y se sorprenden al ser grabados por la periodista y al ver al fotógrafo en plena tarea. "Vio seño, nos grabaron", dice Fernando (7). "¡Y nos sacaron fotos!", agrega Mónica (7).
La escuela se inauguró el año pasado y se construyó para brindar educación a los chicos que viven en los parajes de la zona. Hasta hace dos años esos chicos iban a la Escuela Hogar de La Humada, pero no es fácil la vida en una Escuela Hogar, especialmente para los chiquitos de jardín y 1º grado, que deben pasar 45 días sin ir a su casa a ver a su familia.
Desde que se inauguró la Escuela Nº 260, los nenes y nenas pueden ir todos los días a clase y volver a su casa a dormir. Además contiene a muchos chicos que abandonaban la escuela en septiembre u octubre, cuando las chivas tienen cría y hay más trabajo en los campos de sus familias.
La inauguración de la escuela fue una fiesta para la gente del lugar, un motivo más para quedarse a vivir en la zona, un lugar que los alimenta, los educa y contiene de lunes a sábado.
En un aula está la señorita Yanina que les enseña a los 7 nenes y nenas que van a jardín de infantes; también están Rosa (10), Romualdo (12), Eugenio (10) y Facundo (9) que van a 3º grado y seis chicos más que van a 4º grado.
En la otra aula, la señorita Carina les enseña 1º grado a Maribel (6), Cecilia (6) y Viviana (6) y 2º grado a ocho nenes y nenas más.
Cada día, las maestras salen en camioneta a las 7 y media a buscar a los nenes a cada campo. Después de una recorrida de dos horas, llegan a la escuela, desayunan y entran al aula hasta la hora de almorzar. A la tarde tienen un recreo, más horas de clase y después una merienda. A las 5 y media las seños hacen otra recorrida para llevar a los nenes a su casa hasta el día siguiente.
Los juegos.
Los recreos son el momento más esperado por los chicos. Antes los varones jugaban a la pelota o al ladrón y el policía, mientras las nenas se quedaban en el pasillo o en el aula jugando a ser maestras.
Pero hace un mes, el Ministerio de Bienestar Social de la provincia les regaló a los chicos de Chos Malal cuatro bicicletas que cambiaron por completo los recreos. Sin pelearse, se reparten las bicis por turnos y prueban distintas piruetas, mientras transitan las calles de tierra desiertas.
"¡Están buenísimas!", coinciden todos.
La visita.
Un sábado de primavera, la rutina de Chos Malal se alteró por completo. Primero llegamos con grabador y cámara de fotos en mano para registrar la realidad del lugar.
Pocos minutos después llegaron trece adolescentes del Club Leo Renoval de Santa Rosa para compartir un momento de alegría y diversión con los chicos y regalarles cosas que les pueden hacer falta.
"¡Miren, viene un montón de gente!", exclamó Máximo (12).
Acompañados por socios del Club de Leones Huitrú que llevaron en camionetas alimentos, ropa, zapatillas y juegos didácticos para regalarles, los Leos del Club Renoval llegaron dispuestos a disfrutar de un momento distinto.
"Desde que empezamos como club nos propusimos viajar a escuelas rurales -cuenta Vanesa (24)-. Ya fuimos dos veces a Puelches, el año pasado fuimos a La Humada y este año venimos a conocer a los chicos de Chos Malal. Es lo que más nos gusta hacer para ayudar a los demás y también para integrarnos nosotros como grupo".
Lucas, el presidente del Club Leo Renoval, agrega: "ayudar y visitar las escuelas rurales es el objetivo más importante que tenemos como club. Están en lugares alejados, a algunas cuesta llegar por los caminos difíciles y es lindo visitarlos y compartir un momento de juegos".
Ninguno de los chicos conocía Chos Malal, y unos pocos sabían que existía en el mapa de La Pampa. Pero cuando les contaron que esta pequeña escuelita del lejano oeste tenía alumnos que necesitaban zapatillas, libros y algunas cosas más, decidieron comenzar una campaña y emprender el viaje.
El grupo.
El Club Leo Renoval está integrado por 19 adolescentes de Santa Rosa y, aunque algunos ya se fueron a estudiar a otra ciudad, decidieron continuar en el club. También hay seis jóvenes que todavía no son socios pero ya comenzaron a ir a las reuniones y se entusiasmaron con la idea del viaje.
"Yo soy pre leo, estoy por jurar como socia. Este viaje a Chos Malal es el primero que hago con los chicos del club y es una experiencia muy linda", dice Yesica (19).
Antonela (13) empezó a ir a las reuniones hace un mes y también se sumó al viaje a la escuelita rural. "Es interesante y más ir a un lugar que muchos no saben que existe", opina.
Entre charla y charla, los chicos invitan a los nenes y nenas de Chos Malal a jugar, improvisan una mancha, les hacen caballito
y los llevan a pasear por ahí.
Los pequeños del lugar son tímidos y no hablan demasiado, pero su enorme sonrisa refleja la gran alegría que sienten al recibir visitas. Hablan entre ellos, salen a recorrer las calles y caminan junto a los adolescentes Leos para mostrarles la gran atracción del lugar: las rocas milenarias con pinturas rupestres que se levantan frente a la escuela.
Después de recorrer el lugar, compartir los juegos y dejarles los regalos, los chicos del Club Leo Renoval se despidieron con besos y abrazos de los chicos de Chos Malal y partieron rumbo a La Humada.
Visitaron la Escuela Hogar, compartieron la cena con los alumnos que viven en la escuela y se quedaron a dormir ahí. El domingo volvieron a Santa Rosa con la satisfacción de haber viajado a un lugar desconocido y maravilloso y de haber vivido un fin de semana completamente distinto.
Actividades solidarias.
Además de viajar a las escuelas rurales, los jóvenes Leos han colaborado con muchas otras instituciones. "Este año pintamos el Hogar Don Bosco con la ayuda de los chicos que viven ahí. También fuimos a Ingeniero Luiggi a una escuelita rural. Nos gusta mucho hacer obras de servicio, sobre todo para la niños de lugares alejados, que no tienen las mismas posibilidades que nosotros", explica Vanesa (24).
"También visitamos siempre a los abuelos de los Centros Cumelén y este año les compramos una máquina de coser con lo que recaudamos de una venta de sorrentinos", agrega Macarena (15).
Sol dice que una de las actividades que más le gusta es visitar a los jóvenes discapacitados del Cefli (Centro Educativo de Formación Laboral Integrada). "Están re felices cada vez que vamos. Y este año hicimos un matinée en 222, que para ellos fue su primera salida", cuenta orgullosa.
Lucas, el presidente, explica que realizan sus reuniones todos los sábados a las 16 horas en la sede del Club de Leones Huitrú, que está ubicada en el pasaje Rollino y Magaldi, del Barrio Aeropuerto. "En las reuniones planificamos las obras que hacemos y estamos abiertos a sumar gente nueva", dice.
"Siempre es bueno sumar muchas manos y es re fácil integrarse porque hay muy buena predisposición de los Leos", asegura Macarena. Y finaliza: "no es fácil encontrar adolescentes interesados, muchos sólo piensan en ellos mismos, pero siempre hay jóvenes dispuestos a ayudar a los demás y compartir un momento con chicos que viven en otro lugar, en otra realidad".
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