Domingo 29 de junio 2025

La promesa de Salvaire

Redacción 30/10/2011 - 04.27.hs
Hay una historia oral de fines del siglo XIX que une a Salinas Grandes con la basílica de Luján. Habría sido por una promesa del cura Jorge María Salvaire en las tolderías de Namuncurá. Las certezas y las dudas.

La construcción de la gran basílica de Luján, santuario de la virgen que lleva el nombre de esa ciudad, tiene directa relación con un episodio ocurrido en octubre de 1875 en lo que es hoy el territorio de La Pampa. Fue en las tolderías del cacique Manuel Namuncurá, hijo mayor del mítico Juan Calfucurá, fallecido solo dos años antes, enclavadas en Chilhué pocos kilómetros al oeste del actual emplazamiento de la localidad de Macachín.
Allí, el sacerdote francés Jorge María Salvaire, que trataba de liberar a varios "cristianos" cautivos, estuvo a punto de morir en manos de lanceros acusado de espía del gobierno nacional y ser portador del "gualicho" que causaba viruela. En ese "lance tan apremiante", el misionero habría hecho la promesa de honrar a la virgen de Luján, incluyendo levantarle un santuario, momento en que el caciquejo Ignacio Pallán (ó Paillán) lo cubrió con su poncho a manera de protección del resto de sus compañeros, salvándole la vida.

 

El viaje.
¿Qué hacía Salvaire en aquel lugar? Sobre esto hay algunas precisiones. Por entonces, 1875, el sacerdote, junto al cura Fernando Meinster, estaban en Azul enviados por el arzobispo de Buenos Aires, León Federico Aneiros, que les había pedido hacerse cargo de la misión de extender la predicación evangélica en tribus asentadas en cercanías de Azul, Bahía Blanca y Carmen de Patagones, y al oeste más allá de Carhué.
El 17 de mayo de ese año, Aneiros envió una carta a Meinster y Salvaire en la que les proponía un viaje a las tolderías de Manuel Namuncurá con el fin de rescatar a cuatro hijos de Jacinta Rosales de Lazos, cautivados en Villa Nueva, Córdoba.
Tras conseguir personal, equipos, regalos y dinero para pagar los rescates, Salvaire intentó el primer viaje entre el 16 y 28 de setiembre de ese año. Pero cuando llegó al fuerte Lavalle, en la noche del 25, Lucía, una joven aborigen de 18 años hija del capitanejo Thraipí, uno de sus guías, fue abusada por oficiales del destacamento militar, situación que obligó a Salvaire a abortar el viaje.
El misionero hizo un nuevo intento. El 20 de octubre de 1875 salió de Olavarría, acontecimiento reflejado por el periódico "El Eco de Azul". Le esperaban un viaje de 750 kilómetros hasta las tolderías de Namuncurá en Salinas Grandes.
Detalles del viaje.
Anotaciones en el diario de Salvaire revelan detalles de cómo se alimentaban los viajeros, con huevos de avestruz, piches, gansos, liebres y berros. O cuando los zorros les comieron cinchas y cuerdas de boleadoras. También la difícil convivencia con los indígenas que deambulaban por las pampas muchas veces pidiendo, exigiendo y hasta robando desde comida hasta caballos.
El 27 de octubre el grupo arribó a Carhué. A la mañana siguiente partió a Salinas Grandes por el Camino de los Chilenos, la rastrillada indígena. Poco después del mediodía, transitando por una zona de médanos, los viajeros divisaron los primeros montes de Athreucó y el tinte blanco de las Salinas Grandes (Vuta chadi hué). Mas adelante -en lo que hoy es la Laguna La Amarga- decidieron acampar en inmediaciones de las tolderías del cacique José Cañumil.

 

A los golpes.
Esa tarde, Salvaire y su comitiva pasaron el primer apremio: "Beberaje de los indios. Insultos, golpes y atropellos", cita el sacerdote en su diario de viaje. Aborígenes recién liberados en Bahía Blanca repartieron bebidas alcohólicas para festejar esta condición. Se emborracharon y amenazaron a todos con sus lanzas y hasta Salvaire recibió un rebencazo. La cuestión se zanjó cuando el capitanejo Vicente Quiñehual, otro de sus guías, desmayó al indígena más exaltado con un golpe en la frente. La comitiva debió seguir viaje y establecer campamento, ya de noche, en la toldería del cacique Juan Antonio Antumil, hermano carnal de Calfucurá, en el paraje Marí Mamuél. En la madrugada del día siguiente los mismos indios "mamados" volvieron a acosarlos, pero lograron seguir el viaje.

 

Ante el gran jefe.
A la tarde llegaron a las inmediaciones de Chilhué pero recibieron órdenes de Namuncurá, el general en jefe de las tribus de las Pampas, de detenerse "hasta tanto él les avisara la hora de presentarse".
El mismo Salvaire relata con detalles sobre la "complicada ceremonia, un rito sagrado" para llegar ante Namuncurá. Fueron rodeados por capitanejos y lanceros montados que los acusaban de ser portadores de "gualichu".
Finalmente Salvaire y Manuel Namuncurá mantuvieron un "parlamento" de tres horas. Allí estaban todos los caciques y caciquejos del imperio indígena. Juan Catricurá, Alvarito Reumay (hermanos y consejeros de Namuncurá), Bernardo Namuncurá (primo hermano y cuñado), Neculcal, Antumil, José Cañumil, Juan José Levicurá, Vicente Quiñehual, Anúger, Milla-Hueque, Levi-Hueque, Alecui, Linqué y Ñancucheo, entre otros.
Los indígenas comenzaron a presionar al sacerdote y sus acompañantes impulsados por el grupo liberado de Bahía Blanca, con el que ya habían tenido un incidente. Eran acusados de portar el "gualicho" que ocasionaba un brote de viruela que padecían algunos de los aborígenes, y saquearon el carro con los "cristianos".

 

"Milagro".
Al día siguiente, 31 de octubre, en un clima adverso se realizó el segundo parlamento. Duró cinco horas. Salvaire fue duramente acusado por el cacique Anúger e insultado por el cacique Milla-Hueque. Juan Guillermo Durán, autor del libro "El padre Salvaire y la familia Lazos de Villa Nueva", cree que éste fue el momento en que se produjo el famoso incidente.
El historiador Pastor Servando Obligado, quien conoció personalmente a Salvaire, a un mes de su muerte publicó un libro en 1899 que tituló "Un milagro en la Pampa" en el que se habla ampliamente de este hecho histórico.
El relato que de la escena hace Obligado es de gran dramatismo. Ubica a Salvaire tendido y acurrucado sobre el campo, orando a la virgen de Luján. Alrededor cuatro lanceros -montados- en evoluciones concéntricas van estrechando sus movimientos amenazando con clavarle sus lanzas.
"En aquel momento, un joven indio llegaba al campamento. Se acercó al sacerdote, lo miró durante unos momentos y con un movimiento rápido, arrojándole su poncho sobre la cabeza, le gritó: 'Cúbrete cristiano y no vayas a morir de miedo'. El sacerdote repetía casi maquinalmente su voto".
"La hendidura del poncho se hallaba precisamente cerca de su cara; la entreabrió a fin de respirar y apercibió a los guerreros horriblemente excitados continuando con su carrera furibunda. Pero más allá, frente al cacique -Manuel Namuncurá-, estaba un joven de grande estatura. Hablaba. Sus ademanes elocuentes como los de todos los guerreros pampeanos indicaban que él abogaba calurosamente. El cacique dio una señal. El galope cesó. El joven se acercó al misionero y quitándole el poncho le dijo: 'Levántate hermano, estás salvado'", señala textualmente la publicación.
Relata Obligado que luego Salvaire reconoció a su salvador. Se trataba del capitanejo Ignacio Pallán, cuñado de Namuncurá. Era el mismo que años atrás en Azul estuvo a punto de ser ajusticiado luego de que fue atrapado durante un malón, y salvó su vida gracias a que el sacerdote había intercedido por él.
Pastor Obligado afirma que fue en aquel momento en que Salvaire hizo su promesa. "Si es posible que por vuestra gracia todopoderosa yo escape de la muerte, mi vida será consagrada a levantar vuestro Santuario, y a propagar el culto de vuestro bendito nombre", habría dicho.

 

Liberación de cautivos.
Tras el despojo y estas situaciones límites, con los oficios de Bernardo Namuncurá, Salvaire recibió en su carpa la visita tranquilizadora de Manuel Namuncurá acompañado por sus hermanos Alavarito Reumay y Catricurá. También se acercaron en tono amistoso Juancito Calfucurá -hijo dilecto de Namuncurá-, Ignacio Pallán y un "cautivo escribano", entre otras personalidades de la comunidad.
El martes de 2 de noviembre Salvaire volvió a parlamentar con Namuncurá. Tras acaloradas tratativas logró recuperar a Eusebia Becerra, quien había sido secuestrada en 1857 en cercanías de Río Cuarto. En la misma discusión logró que el cacique mayor despachara comisiones a otras tolderías para que les mandaran los cautivos reclamados por el arzobispo Aneiros: Natalia, Cristina y Valerio Lazos.
El miércoles 3 de noviembre Namuncurá avisó que sus enviados Reumay y Bernardo Namuncurá habían rescatado a Natalia quien estaba en Naicó en poder del capitanejo Lincomil Nahuel. A las 11 de la noche del 4 de noviembre se conoció que los enviados del gran cacique, Millá Gómez y Nahuel Pan, habían recuperado a Cristina Lazos, cautiva de Painé en Chasicó.

 

Regreso.
El jueves 11 de noviembre Salvaire y sus acompañantes, entre ellos el carro con sus cautivos rescatados, iniciaron el regreso al Azul con el permiso de Namuncurá. Con ellos viajaron los caciques Bernardo Namuncurá y Alvarito Reumay, quienes iban para negociar con el gobierno. El 21 de noviembre el sacerdote, con uno de sus acompañantes, llegó a Azul, y un día después lo hizo el resto de la comitiva.
El padre Meinster afirma que "logró la libertad de once desdichados cautivos". Sin embargo ha pesar de que las anotaciones de Salvaire no alcanzan para dilucidar claramente cuantos cautivos logró rescatar, se infiere que habrían sido nueve. Seis mujeres: Eusebia Becerra, Natalia y Cristina Lazos, Cándida, Ursula y otra sin nombre. Y tres varones Valerio Lazos, Francisco R.Acosta (cautivo de Bernardo) y Martín Montero. Durán interpreta que los dos que faltan en la cuenta de Salvaire se tratan de dos niños, hijos de alguna de las cautivas que no fueron incluidos en la lista.

 

Las dudas.
En los ámbitos eclesiásticos saben que hay "una tradición oral interna de la Congregación Lazarista que da por cierto los votos de construir la Basílica". También se pronunciaron en este sentido varios historiadores contemporáneos a Salvaire, entre ellos Pastor Obligado. Pero hay que aclarar que otros autores, entre ellos integrantes de la Iglesia católica, niegan o plantean dudas de que Salvaire haya efectivamente realizado tal promesa.
Salvaire toca el tema en su libro "Historia de Nuestra Señora de Luján", publicado en 1885. Pero lo hace en forma tangencial. Admite que hizo una promesa cuando "estaba en lance tan apremiante", pero no dice expresamente su contenido, excepto que escribiría la historia de la Virgen para "haceros conocer como merecéis" ese tema.
Otros religiosos, cronistas contemporáneos de Salvaire, agregan datos, y dudas. El cura Fernando Meinster, compañero de misión durante su estancia en Azul, reportó el viaje del sacerdote lazarista a las tolderías de Namuncurá con el objeto de rescatar a varias cautivas y cautivos, a su superior el cura Marcus (carta-informe fechada el 5 de enero de 1876). Curiosamente no hay allí mención alguna al hecho. ¿Obvió el detalle porque no existió, porque no lo juzgó importante, para preservar la intimidad de su amigo, porque no lo consideró oportuno, o tal vez porque Salvaire no se lo había relatado?
Otro cura, Antonio Brignardelli, discípulo confidente de Salvaire, en 1896 acepta sólo la promesa de escribir la historia de la virgen de Luján. Un año mas tarde el jurista Luis V. Varela, amigo personal de Salvaire, escribe una breve reseña de la virgen, su santuario y su culto. Allí coincide con Brignardelli en aceptar el voto del misionero de historiarla.
En 1924 el sacerdote Arturo Chambón, tomando como fuente oral a los religiosos Brignadelli y Luis Naón quienes convivieron largos años con Salvaire, acepta que el misionero a punto de ser ultimado hizo el "voto de escribir la historia de su santuario y elevarle un templo digno de su gloria (¿la construcción de la Basílica?)".

 

Ricardo Phagouapé
PERIODISTA

 

 
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