Viernes 19 de abril 2024

Escribir desde la pobreza

Redacción Avances 26/09/2021 - 14.25.hs

Un autor puntano afincado en la provincia que sumó sus investigaciones al capital cultural respecto de los pueblos originarios, refractado en el trabajo de campo y su propia convivencia.

 

Sergio De Matteo y Comisión de APE *

 

Casi a la par del centenario del nacimiento del maestro Juan Ricardo Nervi, figura epigonal de la cultura y la educación pampeana, también se cumplieron 50 años de la desaparición de Eliseo Tello, otro hacedor de nuestro campo intelectual, que falleció trágicamente el 29 de junio de 1971.
Sus trabajos han reunido el vocabulario indígena, el “detalle alfabético de determinados puntos geográficos con su voz equivalente en castellano, o su explicación, y explicita el criterio de los ‘indios’ para bautizar los lugares de los pueblos originarios de la región”, aporta Claudia Salomón Tarquini (2009), y son fuente de consulta en la investigación de dicho campo, junto a las ediciones de Enrique Stieben, Rodolfo Casamiquela y Nazareno Serraino, entre otros.
Destacar el homenaje a Nervi en contraposición al olvido de Tello es importante para resaltar la relación que hubo entre ambos. Un ejemplo de ello es la publicación del artículo “El mito, la tradición y la leyenda en la Toponimia Araucano Pampa”, que escribiera Tello en 1956, en el número inaugural de la revista Caldén, editada por la Dirección de Cultura de La Pampa y dirigida por Juan Ricardo Nervi. Pero esa trama no se termina en dicha solidaridad intelectual, sino que también como director de Cultura Nervi hizo reeditar la Toponimia Araucana del Territorio de La Pampa en 1958, pero bajo el título Toponimia Araucano Pampa.
Ese libro que había sido publicado en 1942 por la biblioteca de Embajador Martini, impresión que se concretó en los Talleres Gráficos Pazos de Ingeniero Luiggi. El historiador Cristian Rodríguez aporta que “Tello incluso estuvo radicado algunos años en la localidad –se refiere a Embajador Martini– y fue allí donde escribió su Toponimia araucana. Con él colaboró la biblioteca del pueblo, que adquirió por adelantado volúmenes de la obra, cuya primera edición se efectuó en una imprenta de Ing. Luiggi” (en la entrada “Sabías que Embajador Martini” de Facebook del 29 de enero de 2021).
En medio había publicado Toponimia Indígena Bonaerense (Lobos: Librería Horizontes, 1946).
La prodigiosa memoria del investigador de la historia regional José Depetris deparó algunos datos sobre el significado que tiene dicha obra y, también, sobre la situación social en que vivió Tello gran parte de su vida; una vida humilde, austera y con muchas privaciones. Varias biografías destacan que murió en la pobreza. Depetris, siendo niño, lo veía concurrir a la panadería de la familia, donde dialogaba por horas con su madre, y también se alimentaba con pan de viena, debido a la ausencia de piezas dentarias. Según estos recuerdos, el investigador puntano se resguardaba en un rincón, como evidenciando su condición modesta.

 

Otras pobrezas.
La pobreza también está presente en algunos íconos de la literatura latinoamericana. Hay casos tan representativos como los de César Vallejo, Gabriel García Márquez, Jacobo Fijman y, también, nuestro Juan Carlos Bustriazo Ortiz.
El periodista Jesús Miguel Marcos en su artículo “César Vallejo: Pobre, poeta y revolucionario” enfatiza: “Nació, vivió y murió pobre. Esta fue la constante que recorrió los 46 años de vida de César Vallejo. Su vida y también su obra, un grito universal dirigido a hermanarse con el sufrimiento de todos los pobres desde una comprensión honda y experimentada en carne propia”. (En el diario digital Público). En ese sentido, una sola muestra alcanza, pues Vallejo titula un poema como “La cena miserable”, cuya primera versión data de 1917, donde manifiesta: “Ya nos hemos sentado/ mucho a la mesa, con la amargura de un niño/ que a media noche, llora de hambre, desvelado…”.
Antes de obtener el Premio Nobel el escritor García Márquez estuvo acuciado por la pobreza. El diario digital Excelsior informa: “Mientras redactaba El Coronel no tiene quien le escriba, vivía precisamente como su personaje. El diario El Espectador, para el que trabajaba como corresponsal en Europa, fue cerrado por el dictador Gustavo Rojas Pinilla (1953-1957), lo que trajo consigo dificultades económicas al entonces periodista. El diario decidió enviarle un pasaje de regreso pero García Márquez lo vendió. Y cuando se le acabó ese dinero sus amigos, en especial el arquitecto Hernán Vieco, lo alimentaron. Y cuando se les olvidó, pidió limosna, recogió papel periódico y botellas en la calle a cambio de miserias, y comió de las sobras de basura. Vivía como un mendigo y en una de sus notas de prensa escribió que una vez se reconoció en el pellejo de un indigente que caminaba por uno de los puentes que atraviesan el río Sena”.

 

Pobrezas locales.
En nuestra provincia también hemos tenido escritores humildes que han vivido al borde de la pobreza. Esta condición no debería avergonzar a nadie, todo lo contrario, hay que destacar el instinto de superación ante la adversidad y la concreción de obras que identifican a la provincia de La Pampa. Casos puntuales son las historias de vida de Julio Domínguez, “El Bardino”, o Juan José Sena, cuyos restos casi fueron a parar a una fosa común en el cementerio de General Pico. La serie de fotografías “Retrato de Juan José Sena”, del artista Jimmy Rodríguez, son un documento ineludible para conocer cómo vivía.
Sin embargo, además de la propia existencia en lo real, también muchas veces las obras registran esas situaciones extremas, como es en el caso de Vallejo; a modo de testimonio podríamos citar un poema de Juan Carlos Bustriazo Ortiz, en el que inscribe con “P” (mayúscula) la “Pobreza”, cuyo texto “Puede Ser Una Carta Puede Ser Un Divertimento. Qué Me Pueden Los Dioses Ya Quitar?” expone: “Es mi mujer Pobreza la que no quiere que yo acepte tu convite ce-/ leste Esto quiero decirte No quise decirlo ayer tan delante de M./ esa princesa frente a su corazón florido y cantu-/ rreante No lo pude decir Es mi mujer Pobreza No/ están en mis arcones polvorientos las vestiduras/ de juglar en Palacio […] Ni muda de alma tengo!/ Ni muda de alma tengo!/ Es mi mujer Pobreza/ Es mi mujer Pobreza joven S./ Y hasta otra nieve hasta otro/ jardín de Dios!”; en el libro Alcatufé, Topasaire, Sol Azul, Pedernal, Piedra de Oro (1977-1983).
A pesar de las carencias y la opresión que significa no tener asegurado el sustento para una vida digna, cada uno de estos autores se sobrepuso y construyó una obra que refracta sus vivencias pero, a su vez, también enmarca los procesos culturales del lugar, dando sustento a su historia y poniendo en evidencia el estado de emergencia en que determinados sectores de la comunidad sobreviven.
Entonces, en esos contextos es imposible eludir las condiciones materiales de existencia, donde el sujeto se encuentra produciendo tanto lo que necesita para su manutención como también elabora su capital simbólico. Por lo tanto, es necesario repensar las relaciones sociales de producción, que es la base económica, siendo, además, el punto de partida que condiciona la subjetividad. Más allá de las anécdotas del creador de Macondo, las cuales, de alguna manera, refractan esa necesidad de volcar toda la energía en la obra que se estaba inventando, sin prestar atención a lo básico para subsistir, a sabiendas de que esa subjetividad impacta en la construcción del propio relato; quizás más carnales y directas son las cuitas poéticas de Vallejo y Bustriazo, donde el hambre y la pobreza patentan vivencias desesperadas. No puede obviarse, aún remitiéndonos a lo espiritual y lo metafísico, que el materialismo histórico, es decir, la concepción materialista de la historia, permite comprender y situar estos devenires que decantan en obras literarias. La contundencia de la frase de Marx-Engels (1971): “No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que determina la conciencia”, acoge en parte de esta lectura. Desde esa conciencia determinada por las condiciones existenciales se habla, se simboliza, se poetiza, se logra “sacar encanto de lo deteriorado y lo podrido”, al decir de Walter Benjamin. Es que desde los oprimidos también hay una respuesta a la superestructura, una especie de movilización interna que incide sobre lo externo, de forma recíproca, porque como señala Ticio Escobar (2003) hay un “conjunto de expresiones a través de las cuales diferentes sectores subalternos movilizan el sentido social”. En esa lucha social, en esa batalla cultural, tanto las obras como la exposición de determinados hombres y mujeres construyen una toma de posición desde las orillas, desde las márgenes, haciéndose visibilizar ante el poder hegemónico.

 

Reivindicación.
Bajo esa óptica, de identificar los procesos en que los excluidos del sistema capitalista, un orden predominante en gran parte del siglo XX y XXI, a pesar de todo muchas veces logran construir desde esa conciencia en lucha con la vida, con las condiciones materiales, una obra que es reconocida y se integra a la tradición de una ciudad, provincia o país. Por eso, resulta urgente y necesaria la reivindicación de la obra de Eliseo Tello, un trabajo trascendente que lo ata a los pueblos originarios, le da anclaje en este territorio pampeano y lo proyecta en diferentes investigaciones históricas de nuestra provincia. Evar Amieva resalta: “encerrado en un indigenismo intransigente, tuvo muchas vicisitudes personales en su vida, y no podía comprender, ni quería comprender, otra cosa que no fuera la defensa total, sin discusión y a muerte del indígena. Ese fue don Eliseo Tello” (La Pampa India. Seminario de Historia y Geografía Regional, Instituto de Estudios Regionales, UNLPam, 1974).
Sin embargo, hay que destacar, dentro de lo trágico del existir, las citas a la trayectoria de Eliseo Tello en los libros Pequeña historia de las letras puntanas (San Luis, 1986), de María Delia Gatica de Montiveros; Biografías pampeanas (Santa Rosa: Nexo-Di Nápoli, 2002), de Norberto Asquini y Matías Sapegno; además del homenaje que le brinda el poeta Heraldo Jesús Hernández con el texto “Ahí va, Eliseo Tello”, y que desde la música interpreta el grupo Amalaya de General Pico, junto a Daniel Altamirano, autor de la música y los arreglos, en un loncomeo que graban en La Hoguera Records (Gustavo Adam) en 2014: “Enancao en las estrellas/ y tal vez en tierra extraña/ allí va Eliseo Tello por una huella araucana.// Seguro que habrá partido/ tras algún malón del tiempo/ y andará en un loncomeo trote y trote por el cielo.// Esta vez no montó en mula/ ni ensilló caballo lerdo/ aunque el viaje es medio largo/ no lo va a sentir el cuerpo.// Su ausencia se va a notar/ en los toldos y ranchadas// pero es difícil, yo pienso, que le importe al que no es pampa!/ Con él ya se nos ha ido/ el origen de la raza, india raza pampa abajo/ donde la sal sirve de agua/ más cuando caiga una estrella/ se habrán de empinar las bardas./ Y dirán las viejas gauchas/ rezando por aquella alma./ Pero es difícil, yo pienso,/ que le importe al que no es pampa.// Allí va Eliseo Tello/ tras una huella araucana”.

 

  • Sergio De Matteo y Comisión de APE

El mito, la tradición y la leyenda

 

Nuestras pampas ricas e inmensas, cuyas riquezas y grandezas han sido cantadas en poemas inmortales y de las que se han escrito páginas brillantes, como aquellas que escribiera aquel caballero quijotano de nívea barba, don Lucio V. Mansilla, “Una excursión a los Indios Ranqueles”, cuya prosa llana y elegante marca rumbos en la literatura nacional; esta Pampa, que fuera el Mamüll-mapú de los indios y la “tierra adentro” del cristiano, en donde tuvieron sus dominios Callvucurá, Namuncurá, Payné, Pincén, Yanquetruz, Mariano Rosas y otros grandes caciques del país de las selvas; encierra en sí, un rico acervo histórico […]
La sola evocación del nombre, pampa, nombre legendario […] nos trae el recuerdo de un mundo de la prehistoria, la historia, el mito, la tradición y la leyenda. (Eliseo Tello; Revista Caldén, Nº 1, Enero-Marzo 1957, pp. 15-17).

 

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