Gustavonte
En este artículo, el autor le escribe directamente a su amigo Gustavo Pérez Iza, Gustavonte como lo llamaba Bustriazo. Fue un artista rodeado de artistas. Por su casa pasaron los grandes poetas de La Pampa y aquí conoceremos detalles de esos encuentros.
Juan Aldo Umazano *
Te llamabas Gustavo Pérez Iza, pero Bustriazo Ortíz te apodaba Gustavonte. Cuando él lo pronunciaba sonaba pesado y lento como un elefante caminando en la hierba. Por supuesto, él al pronunciarlo le sumaba el peso de todo lo que hacías en la casa. Aquella vieja casa que alquilabas vos en la calle Ameghino. En ella vivíamos muchos. Nadie tenía la llave. Había una que habíamos perdido. El cerrojo de la casa era nuestra presencia.
Cuando te ibas a Pehuajó para ver a tu familia, nosotros éramos los dueños. En ese pequeño Montmarte pampeano que era tu casa, iban poetas, dibujantes, pintores, músicos, incluso los que no se expresaban en ninguna disciplina, pero estudiaban en la Universidad de La Pampa. Estaban también aquellos que iban porque iban. Sólo se dedicaban a mirar, a escuchar, o a ver qué hacían los otros. De los habitués, el que llegaba primero se acostaba, el que no, lo hacía en el piso, o esperaba que alguno se levantara.
En esa casa tampoco se pasaba hambre.
Solías hacer una fuente grande, llena de paté con hígado y quedaba en la heladera. El que tenía hambre, tomaba un trozo de pan o una galletita y se servía sin pedir permiso.
El asado a la parrilla seguro que una vez por semana, lo comíamos.
Recuerdo también aquellos vaqueros que me regalaste porque siempre andaba con el mismo. No tenía otro. Cuando me los quitaba para acostarme o bañarme, se quedaban parado esperándome firme como un granadero. También recuerdo aquellos pedazos de cubierta que me trajiste de la gomería de tu padre de su Estación de Servicio, que se los pegué a los mocasines ya sin suela, y así tiraron algún tiempo más. Digo algún tiempo, pero fueron muchos meses. Se gastaron arriba, pero en donde estaba la tela con el caucho de la cubierta, no se gastaron. Podría haber hecho algunos viajes caminando hasta Buenos Aires, y conservarían los dibujos.
Gustavonte, te veo en la piecita del fondo de esa casa, revelando fotos. Ahí trabajaste aquella de los Hermanos Cerda. Foto de esa familia que un día me regalaste una copia.
Pero como era muy fuerte la presencia de esos hermanos tan pobres, que la tenía en un sobre guardada en mi biblioteca, hasta que una vez vino El Tano Filipelli a dirigir una puesta teatral, se la mostré y se la llevó a la ciudad de Rosario, y la colgó en el salón de entrada de El Burgués. Un lugar dónde él hacía puestas y cuando no tenía un espectáculo montado, alquilaba la sala para cualquier otra disciplina. La cuestión que de esa foto, nunca supe más nada. Sospecho que es la misma que hoy está en Internet y espera en la nube para que la llamen. Se me ocurrió citarla mientras escribo sobre tu solidaridad. Una vez me dijiste que “el hombre hace pocas cosas en la vida, pero las hace de distintas maneras”. De esas distintas maneras tu cabeza estaba llena, y vos las dejabas volar y las concretabas. Una tarde, cuando le dabas vida a los hechos culturales, invadimos tu casa sin tu permiso para presentar un libro de Bustriazo y hablara Walter Casenave. Esas palabras fueron grabadas y no sé dónde están o se perdieron para siempre. Mientras escribo estas palabras recuerdo el día que te presenté a Walter en la librería de Norberto Riggi, donde yo solía temporalmente atender, y lo hice diciendo que vos eras un suboficial mayor del Ejército, y Walter te saludó seriamente. Tu presencia de cabeza apelada y bigotes grandes le dio credibilidad al chiste. Vos te dejaste llevar por mí ocurrencia, y después de mirar algunos libros te fuiste. Yo me olvidé de esa broma, y creo que vos también. Pero a medida que empezaron a tratarse, la mentira de aquella presentación, con los días se desboronó para siempre. Después fue tu mejor amigo, y se integró a esa casa que alquilabas y vivíamos todo. Fue tu gran compañero de andanzas, incluso estaba presente el día que sacaste la foto de Los Hermanos Cerdas que hablé arriba.
Volviendo al día de la presentación del libro de Bustriazo en tu casa. Me parece haberlo contado en otra nota, pero lo repetiré porque el hecho fue más que importante y atrevido, en esos años tan duros.
Esa tarde, el Chango Cuco sacó de un viejo baúl llenó de carpetas de las Elejías de la Piedra que Canta, y le entregó un ejemplar a Juan Carlos, porque lo habíamos hecho a escondidas sin que él lo supiera. Momento que Bustriazo manejó con una emoción equilibrada. Tomó el libro-carpeta, y lo leyó desde el primer poema hasta el último. El silencio era tremendo. Esa tarde también estaba el Guille Gazia, que era el gran ejecutor de esa edición. Esa carpeta fue diagramada por el Grillo Crespo en la imprenta Porta. Ese libro-carpeta tuvo una presencia revolucionaria para esa época. Gustavonte, todos los que habitualmente íbamos a esa casa, te seguimos recordando, incluso los que se fueron y nos miran desde ese lugar donde algún día nos encontraremos todos. Además, vos no pasaste al cohete por esta vida. A cada uno de nosotros nos regalaste mucho. Hasta los que no te trataban, te admiraban y respetaban desde otros lugares como Mar del Plata, Buenos Aires, Pehuajó, que respondiendo a tu invitación venían con frecuencia a expresar cada uno su disciplina. Hoy ese comportamiento, ya casi no existe si no es con ayuda del estado. Apoyo que a mi entender, es lo correcto. Por todo lo que hiciste, -que alguno hechos no los he nombrado- va un abrazo de viento pampa con un saludo de palabras enredadas. Hasta siempre Gustavonte.
* Dramaturgo, titiritero, actor
Artículos relacionados