Domingo 08 de junio 2025

Haroldo Conti: su querida presencia

Redaccion Avances 08/06/2025 - 06.00.hs

A 100 años de su nacimiento, recordamos la figura de Haroldo Conti, un artista e intelectual pero también un militante con claridad ideológica y compromiso ético singular.

 

Nilda Redondo *

 

Haroldo sentía una gran atracción por las alturas, por trepar en dirección al cielo, y hasta sintió que había dentro de él como un camino. algunos después dijeron que lo habían visto en un cuartel, horriblemente torturado, ya despojo de sí, sólo diciendo su nombre, desgarrado por sus torturadores”. (1997, 21) Urondo, Walsh, Conti: la clara dignidad - Juan Gelman

 

En 2004 apareció la primera edición de mi libro Haroldo Conti y el PRT. Arte y subversión. Luego fue publicado por segunda vez en 2010. En esta oportunidad se presentó, además de en Santa Rosa como el primero, en el Centro Cultural Haroldo Conti establecido en la Ex ESMA, en CABA, cuando su director era Eduardo Jozami. En la mesa de presentación estuvieron conmigo Horacio González y Rodolfo Mattarollo, el primero director de la Biblioteca Nacional y el segundo subsecretario de Promoción y Protección de Derechos Humanos de la Secretaria de DDHH de la Nación.

 

La clara dignidad.

 

¿Cómo llegué a la obra de Haroldo Conti? En primer lugar a propósito de realizar estudios acerca de la obra de Rodolfo Walsh. En esta oportunidad leí un artículo de Juan Gelman en homenaje a Francisco Urondo, Rodolfo Walsh y Haroldo Conti: “Urondo, Walsh, Conti: la clara dignidad”, escrito con una composición de collage en la que destacaba la militancia revolucionaria y a la vez el carácter de intelectuales de quienes habían sido aplastados por el aparato represivo del Estado argentino: asesinado Urondo el 17 de junio de 1976 y secuestrados, el 25 de marzo de 1977 Walsh y el 5 de mayo de 1976, Conti.

 

Gelman fusionaba el cuento de Conti “La balada del álamo carolina” y su desesperado vuelo hacia las alturas en medio de los sonidos de los pájaros y las hojas (vuelo desesperado por su imposibilidad al ser árbol, al ser fijo) y los horribles padecimientos que imaginaba Gelman habría sufrido Conti destrozado por la tortura padecida en el Centro Clandestino de Detención El Vesubio. Ese Conti que fue visitado por el sacerdote Leonardo Castellani quien fue el único que pidió por él en el almuerzo con Jorge Rafael Videla, el dictador, que tuvieron junto a Jorge Luis Borges, Ernesto Sábato y Horacio Ratti, presidente de la SADE (Sociedad Argentina de Escritores), el 19 de mayo de 1976.

 

Haroldo Conti y el PRT.

 

Mi otro sendero hacia Haroldo Conti fue el relato de Luis Mattini, primer director de la cátedra libre Ernesto Che Guevara de la Facultad de Ciencias Humanas, UNLPam, y último secretario general del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores). Luis nos hizo conocer no sólo la exquisitez intelectual y artística de Haroldo sino también su compromiso directo con el PRT, en particular luego de su viaje a Cuba e inicios de los 70. En mi libro hay una larga entrevista que se va desgranando a través de las notas al pie en páginas sucesivas, en la que se caracteriza la ética, la concepción ideológica, los núcleos en los que se desenvolvía Haroldo, quien compartía esta militancia con otros como Humberto Constantini y Roberto Santoro, pero que, como bien señala Mattini, no estaba en una cápsula aislado sino que intercambiaban mucha tareas y andanzas con otros militantes del peronismo revolucionario como Francisco Urondo, Juan Gelman y Rodolfo Walsh. La obra en la que más insistió Luis fue en Mascaró, publicada en 1975, traducida a muchos idiomas, por la que Haroldo había obtenido el premio Casa de las Américas en 1974. Compitiendo consigo mismo, en el mismo año, en la categoría de relato con La balada del álamo carolina.

 

Mascaró y el arte.

 

En mi libro trabajo diversas novelas de Haroldo Conti: Sudeste (1962), Alrededor de la Jaula (1967), En Vida (1971), Mascaró (1975); cuentos como “La causa” (1960), “Ad astra” (1964), Con gringo (1972), “La balada del álamo carolina” (1975). Me detengo fundamentalmente en Mascaró porque entiendo que se trata de una alegoría de la guerra popular prolongada, concepción de la guerra revolucionaria desplegada por el PRT, siguiendo las enseñanzas de la guerrilla vietnamita. Pero además, porque despliega para qué era necesario guerrear, hacer “la guerrita” como es llamada en la novela: para desenvolver una vida alternativa a la dominante que trae desgracias y tristezas, para expandir todo el entero campo de la libertad, el esplendor de la inteligencia y la belleza del arte; para danzar, cantar, recitar, llevar adelante las artes circenses, el teatro, leer y escribir. Para eso los pueblos, a medida que pasaba el Circo del Arca por ellos, se sublevan queriendo todo el tiempo ejercer sus derechos, esos que ellos habían elegido. Y por esta razón hacer enfurecer a los dominantes y represores, “los rurales” como se los llama en la novela, quienes atacan a los pueblos, convierten todo en “polvo y ruina” buscan desesperadamente puesto que esos pueblos se han ido, se han clandestinizado.

 

Además del gran Circo del Arca, los protagonistas individualizados son el Príncipe, Oreste y Mascaró, el guerrero. Mascaró siempre estará en las sombras, cuidando el territorio de la libertad y el arte. El Príncipe y Oreste dialogarán a lo largo de la novela y nos harán asistir al crecimiento de Oreste quien encarna al intelectual, el juicio crítico, la capacidad de ver más allá a través de la duda, mientras que el Príncipe es el artista propiamente dicho, el que fulgura y figura el futuro a través de la ensoñación artística que propone: el arte, ese “madrugón del sujeto humano”, dicen. También agregan: “el arte es una entera conspiración” porque pensar, meditar, vagar, impulsar a la experiencia colectiva de una vida otra, es subversión.

 

Para comprender el arte del que hablaba Haroldo y sus personajes con los que se fundía, Basilio Argimón, el álamo carolina, el Príncipe, Oreste, Mascaró, leí Arte y multitud (2000) de Antonio Negri y lo tomé. Allí se manifiesta que el arte es lo que el ser produce en su excedencia, en el tiempo, en la sustancia que no está controlada por la férula del capital; es el trabajo voluntario, es el decir y hacer por fuera de los controles normados por el mercado y las jerarquías. Es arte, además, cuando logra ser colectivo: ese es, para Negri, el verdadero comunismo. Y así pensé y pienso que lo vivió Mascaró y Conti, que lo vivieron y pensaron las y los que hicieron de nuestra patria un nuevo territorio al borde de ser liberado y de tener otra vida, entre fines de los 60 e inicios de los 70 del siglo XX en Argentina.

 

Compartir las luchas.

 

Pero este arte no es solo exterioridad y fusión con los otros cuerpos y vibraciones del pensamiento: es también el tiempo de la introspección, de la planificación y la inspiración, como pasa con Basilio Argimón en “Ad astra”. Ese pájaro insigne que vuelve a aparecer en el desierto y es visto por el Príncipe quien se enamora nuevamente de él porque le anuncia lo desconocido, lo inalcanzable, aquello de lo que todavía no sabemos y que está por hacerse.

 

Pero Haroldo Conti no sólo fue un artista e intelectual sino un militante con claridad ideológica y compromiso ético singular. Así lo escribió en “Compartir las luchas del pueblo” publicado en la revista Crisis en 1974. Allí nos da cuenta de que ha participado en el último Congreso del FAS (Frente Antiimperialista por el Socialismo) y que se ha comprometido con Agustín Tosco y demás referentes de ese espacio en el compromiso por el socialismo.

 

Considera que lo imperativo en América Latina es seguir ese camino y que así lo están haciendo otros intelectuales y artistas en el continente; pero aclara: el arte es el terreno de la entera libertad y no debe aceptar consignas partidarias; advierte que lo importante es el compromiso vital pero que no hay que forzar las cosas y escribir bajo ninguna subsunción: se debe hacer lo mejor: debemos ser mejores que el enemigo también en este terreno pero no cabe una posibilidad de prácticas culturales estalinistas que terminan ahogando la crítica y la creación (y la revolución misma).

 

Haroldo tuvo esa libertad en el PRT. La producción intelectual y artística de sus militantes fue libre, fue creativa; así lo demuestran poetas como Miguel Ángel Bustos o Roberto Santoro, el cineasta Raymundo Gleyer, los integrantes de Libre Teatro Libre; pero sobre todo la obra poético, cinematográfica y novelesca de Haroldo Conti.

 

En 1972 rechazó la beca Guggenheim ofrecida por una fundación creada por un senador de los EE.UU. Ese era -es- el imperio que oprimía -oprime- entre otros a Cuba, la socialista. Conti fue consecuente (como casi nadie aunque también David Viñas la rechazó) con la Declaración del Congreso Cultural de La Habana de 1968, en la que se sostenía que los intelectuales, las intelectuales debían cuidarse bien de estas “jaulas invisibles”, porque servían para comprometer y confundir a la intelectualidad con el fin de que sirvieran conscientemente o no, al interés de las clases dominantes y al imperialismo.

 

Trelew, Ezeiza y las Tres A.

 

Quiero destacar otras dos intervenciones políticas directas de Haroldo. En esta oportunidad en la revista Nuevo Hombre, (1971-1976) del FAS. Al cumplirse el primer aniversario de la masacre de Trelew, el 22 de agosto de 1973, la revista realiza un suplemento especial en el que colaboran poetas como Miguel Ángel Bustos con “Sangre de agosto”, Juan Gelman con “Glorias”, le hacen sendas entrevistas a Paco Urondo que acaba de publicar La patria fusilada y a Tomás Eloy Martínez quien está trabajando en lo que sería La pasión según Trelew publicada poco tiempo después. Haroldo Conti dice que no es hora de literatura; amargamente advierte que las clases dominantes están al acecho y que han demostrado sus garras en la masacre de Ezeiza ocurrida el 20 de junio de 1973, en oportunidad de la llegada de Perón al país. En esa masacre las bandas de la derecha peronista atacaron, desde el palco, a la izquierda peronista que vivaba la llegada de Perón con sus carteles de FAP, FAR, Montoneros, y su gran capacidad de movilización. Ve a la masacre del 20 de junio como continuidad de la de Trelew el 22 de agosto de 1972, producida durante la dictadura de Alejandro Agustín Lanusse. Convoca a la lucha por el socialismo.

 

En 1975, Nuevo Hombre le realiza una entrevista en la cual lo destacan como intelectual insigne. Ha asistido en representación de la Asociación Gremial de Escritores a un encuentro latinoamericano con sede en Guayaquil, Ecuador. Allí ha denunciado la represión en las calles y las matanzas que está llevando a cabo los grupos paraestatales, entre ellos las Triple A en el terreno de la cultura, entre militantes y trabajadores, durante el gobierno de Estela Martínez de Perón. Hay quienes sostienen que una de las causas de su secuestro y desaparición fue este acto consecuente con los principios de llevar a la praxis vital el compromiso ético de dar cuenta de su tiempo y de sus convicciones.

 

Este es mi lugar.

 

También recordemos que eligió permanecer en el país y correr la suerte del agredido como decía el Che. No aceptó ir al exilio, propuesta que le hizo efectivamente el PRT, porque dijo (escribió el latín en el cual estaba formado desde su seminario católico y además era profesor de esa lengua como de filosofía, literatura y educación democrática) que este era su lugar y que de aquí no se movía.

 

Ese era nuestro Haroldo Haroldo; por eso recordamos su querida presencia.

 

* Investigadora y escritora. Directora de la Cátedra Libre Ernesto Che Guevara, Facultad de Ciencias humanas, UNLPam.

 

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