La escritura como proceso
Compartimos una charla con la autora pampeana Marisa Cascallares. “Nada es ajeno a lo que soy, a lo que he vivido, a mi desempeño como docente, a los espacios en los que me muevo”, dice la poeta.
Gisela Colombo *
La escritora pampeana Marisa Cascallares brindó una entrevista a Caldenia donde repasa sus inicios, sus maneras de escribir poesía y sus objetivos próximos.
- Fuiste docente durante varias décadas. Pero, ¿cuándo encontraste tu vocación poética? ¿Cómo fue ese despertar a la dimensión de la poesía?
- Es así, la docencia ocupó gran parte de mi vida y me permitió el acercamiento a nuevas lecturas, de manera constante. En cuanto a la poesía, todo surge en la infancia y específicamente, en la escuela primaria. En 5º grado, tuve de docente en el área de matemática, a María del Carmen Rubio, “la señorita Cotita” para todos. Sobre mitad de año tomó licencia y las colegas la visitaban y le llevaban nuestros mensajes de afecto. En una ocasión, nos pidieron que le escribiéramos cartas; en mi caso, además de la carta, escribí por primera vez un poema de dos estrofas sobre la primavera. Pensé que todo quedaba ahí, sin embargo, la sorpresa fue enorme: Cotita, no solo respondió mi carta con otra carta que aún conservo (“Esta carta es para que la guardes y cada tanto la releas, a través de tus años, de tu vida…”), sino también, escribió un poema para mí (Cotita era hija del poeta Julio Nery Rubio y creció entre lecturas y poesía): “Muchachita increíble en este mundo nuevo/de mis cansados ojos de oscuro color tiempo/en la sublime magia de un instante supremo/captaste mi mirada pintada de recuerdos…”.Valoro tanto este gesto que no puedo dejar de recordarlo, ya que desde el rol docente es clave nuestra mirada, el acercamiento a los/as alumnos/as, el lugar desde el cual nos paramos para acompañar sus pasos y lo que ello genera a través del tiempo, como sucedió con lo vivido por mí.
A este hecho, sumo también que, desde que aprendí a leer, mi mundo giró en torno a las lecturas y, aun con muy pocos años, fui descubriendo a poetas como José Martí, Rubén Darío, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni, por ejemplo, y conociendo a otros que leíamos en la escuela, como Baldomero Fernández Moreno, Conrado Nalé Roxlo, Juana de Ibarbourou, por nombrar a algunos. Como bien dice Roberto Bolaños, “La literatura me ha producido riqueza. Es riqueza.”
Escribir se volvió entonces, una costumbre necesaria, una manera de ser y estar en el mundo a través de la palabra.
- Si tuvieras que ponerlo en palabras, ¿cuál sería la síntesis de tus intereses a la hora de escribir? O, dicho de otro modo, ¿qué te interesa reflejar en tu poesía?
- Con mi poesía intento nombrar el espacio que habito, lo cercano, pero también, aquello que está lejos y me interpela. La mayoría de mis poemas se nutren de lo cotidiano, reflejando con un lenguaje sencillo situaciones de la realidad, desde una simpleza en la que hay una cuidadosa elección de las palabras, del tono que busco en el poema, en fin, mucho trabajo sobre el lenguaje. Me reconozco demasiado exigente a la hora de la corrección de los textos en un intento, si se quiere perfeccionista, algo heredado del quehacer docente, sin dudas.
- Tu poesía tiene lo doméstico y la vida emocionalmente íntima como centro. ¿La utilización exclusivamente de la letra minúscula se debe a ello? ¿O, viniendo de alguien que dedicó su vida a enseñar lo “correcto y lo incorrecto” en la lengua, la elección de la minúscula determina una especie de huida al concepto de autoridad canónica que existía y transmitíamos los docentes, especialmente los de nivel primario?
- Una pregunta más que interesante, me lleva a pensar en los por qué, de esta licencia que me tomo a la hora de escribir cada poema. Siempre he sido muy respetuosa de la ortografía y de los signos de puntuación, me cuesta bastante leer un texto literario que desatienda estas cuestiones. Sin embargo, siento que, en la poesía es posible transitar por la escritura de otra manera. Las pausas las indica el final de verso, por ejemplo, no necesariamente el punto.
Los espacios entre palabras en un mismo verso, también dan idea de una pausa en la lectura, es decir, es posible utilizar otras formas y recursos expresivos en la estructura del poema. En cuanto al uso de las minúsculas, tiene que ver con mi manera de pararme en el mundo, desde el llano, diría Juan Rulfo. Me acompaña desde muy niña, la imagen de nuestra llanura y el horizonte infinito a lo lejos; un paisaje sin interrupciones desde esa mirada rapaza, aun cuando la llanura pampeana acuse un relieve que no es lineal, con sus hondonadas, médanos, valles… Así, esto que es tan valioso para mí, se refleja en mi escritura: los poemas no tienen “accidentes” desde lo visual, se muestran abiertos, accesibles, llanos. Podría pensarse esta disposición del texto en el espacio papel desde una ruptura con lo establecido y toma sentido entonces, una huida al concepto de autoridad canónica, aunque no de manera intencional.
- La brevedad de tu poesía insta a leer una y otra vez cada verso. Esa característica acaba ofreciendo poesía, pero también educa en la actitud que hay que tener para hacer carne la poesía. ¿Es consciente en vos este propósito o se filtra en ello tu vocación docente?
- Nada es ajeno a lo que soy, a lo que he vivido, a mi desempeño como docente, a los espacios en los que me muevo… Tuve periodos en donde mis poemas fueron más extensos y otros, en los que la brevedad ganó. Busco decir lo que quiero decir con las palabras justas, ni más ni menos; escribir es un proceso que lleva tiempo y mucho trabajo sobre lo escrito, así, por ejemplo, de poemas extensos y luego de varias relecturas y correcciones, pueden quedar tres versos que expresan eso que buscaba decir, la síntesis de la idea que me llevó a escribir.
- En el “A modo de prólogo” de tu último libro “este vértigo” el poema que obra de prefacio y advertencia, habla de cierto atardecer de la vida y un afán de tocar el alma de otros a la distancia. ¿Anima a esta obra el deseo de trascendencia?
- Todo libro, toda obra trasciende cuando llega a sus lectores, son ellos los que se apropian de lo que está escrito o no. Nunca escribí deseando trascendencia, con esa intencionalidad manifiesta, digo; es más, aun me cuesta dar a conocer nuevos textos, ya que no deja de ser una manera de exponerse frente a otros, de quedar ante la mirada crítica de quienes tienen la posibilidad de leer o escuchar. Sin embargo, que “este vértigo” sea leído y toque el alma de alguien, como expresa la pregunta, se vuelve un regalo maravilloso.
- En el libro anterior, un poema dedicado a otra poeta, revela precisamente la posibilidad de que la poesía permita seguir vivo más allá de la existencia física. ¿Es, en última instancia, tu aspiración poética?
- Recupero aquí las palabras de Carlos Ruiz Zafón: “Existimos mientras alguien nos recuerda. Existimos porque nos han reconocido, porque resonamos en los demás. Probablemente sea la huella más importante que dejamos”. En este sentido, una obra escrita le permite a un/a autor/a seguir vivo/a más allá de la existencia física; si existe esa posibilidad para mí, de ser recordada por mis textos, sería para agradecer infinitamente.
- ¿Qué te despierta en esta etapa el “memento mori” o el recuerdo de que tenemos un tiempo limitado para andar por este mundo?
- En la medida en que pasan los años, se hace visible que el tiempo por venir es menor al ya vivido, lo que, en mi caso, me lleva a disfrutar mucho más cada momento, a darle a las cosas la importancia real que tienen, a elegir mis obligaciones, a no esperar nada, a ir por todo lo que me hace feliz... Es un gran aprendizaje asumir que somos finitos, que ya no tenemos todo el tiempo del mundo por delante. Como decía Mario Benedetti, cuando éramos niños/la muerte lisa y llana no existía/ ahora veteranos/la muerte empieza a ser la nuestra”.
- ¿Con qué creencias religiosas o metafísicas empatizás? ¿Qué lugar ocupa la poesía en esa cosmovisión?
- Hace un tiempo atrás, en una entrevista para la revista digital “El Lobo Estepario”, expresé que el ser humano necesita creer en algo o en alguien para sobrellevar la intemperie del alma, y en este sentido, el arte ocupa un lugar necesario, pues “salva el día que se vive y que nunca se entiende” en palabras de Clarice Lispector. La poesía no es ajena a lo que nos sucede, a la incertidumbre que implica estar vivos, nos interroga y nos acerca a las grandes preguntas que, en el devenir cotidiano, a veces olvidamos…
- ¿Cómo ocurre para vos el acto de crear? Algunos poetas hablan de una especie de ritual; tienen momentos sagrados para hacerlo; se apoyan en objetos rituales y disponen una atmósfera especial. Otros, han producido en medio de otras actividades, como un modo de improvisación vertiginosa, desde trasnoches de bohemia, o como resultado de la ansiedad de periodos de hiperactividad. ¿Cómo es tu experiencia?
- Siempre digo que, para iniciar la escritura de un poema, algo debe calar en mí, llamar mi atención, conectar con lo que ya vive dentro mío. Entonces, puede surgir una idea, una frase, un verso…Tengo el recaudo de escribir eso que surgió y con el paso de los días, voy desarrollando esa idea hasta llegar al poema. No tengo rituales ni momentos sagrados, sí, esa necesidad de registrar lo que me impactó. Muchas veces todo queda en ese registro incompleto, en otras, se da el poema, o puede suceder también, que pasa mucho tiempo, años inclusive, y recién ahí, puedo volver sobre ese registro y continuar la escritura. La escritura es un proceso y cada texto tiene su tiempo de maduración, hasta que puede ser presentado como algo acabado.
- ¿En qué trabajás por estos días? ¿Cuáles son tus proyectos futuros?
Por estos días, estoy abocada a la lectura de poesía, recorriendo libros que estaban en espera de ser leídos; también participo de un taller de escritura con formato virtual y de las presentaciones de la tercera antología “Diálogos entre Marruecos y Argentina” del Grupo PAAM (Poetas Argentinos Amigos de Marruecos), grupo que surgió a partir de un proyecto cultural de la Embajada de Marruecos en Argentina y que tengo el placer de integrar. En lo que a escritura se refiere, estoy incursionando en la prosa poética ya que me interesa incluirla en un proyecto sobre el que trabajo. Si bien puede haber periodos en que escribir pasa a “un segundo plano”, nunca abandono la escritura o, mejor dicho, la escritura nunca me abandona.
* Docente y escritora
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