Sabado 27 de abril 2024

La Milonga Perdida

Redaccion Avances 19/11/2023 - 06.00.hs

Hace tal vez más de 60 años, precisamente en julio de 1956, Atahualpa Yupanqui recibía una conceptuosa nota de uno de los grandes estudiosos de las costumbres del campo, un tradicionalista a carta cabal, un conocedor de los asuntos del ejido pastoril: don Justo P. Sáenz.

 

Ernesto del Viso *

 

Una carta para apuntalar, con saludos gratificantes, la labor que ya empezaba a despuntar en claridades, un cantor y guitarrista nacional comprometido con la canción del ayer, sin agregarle ni quitarle nada. Un “cantor de artes olvidadas”, como le gustaba decir a Yupanqui.
La radio en aquellos años 50, todavía reinaba y era el medio de comunicación social por antonomasia. El artista debía pasar por sus micrófonos, para garantizarse una mejor y amplia difusión. La radio le aseguraba el conocimiento a lo largo y ancho de nuestro país.
A Eduardo Falú, a Los Chalchaleros, Los Quilla Huasi, por citar unos pocos, los ciclos radiales en Radio Belgrano o El Mundo, que solían durar unos tres meses y con un auspicio fuerte de una firma comercial del momento, se los conoció en Argentina por este medio y les aseguraba futuras actuaciones en los lugares más recónditos del territorio nacional.
La televisión, con apenas 4 años, daba sus primeros pasos y aún no concitaba la atención que en las próximas décadas lograría. Por eso, una carrera artística, se cimentaba a partir de la radio que llegaba a todos los pueblos de la Nación.
Habrá sido una de tantas aquellas actuaciones radiofónicas de Atahualpa, la que concitó la atención de Sáenz (h), de tal manera que el estudioso le envió una carta de la forma que hemos señalado precedentemente. Y con las líneas de la misiva un texto al que nunca musicalizó Yupanqui pero que siempre acompañó a aquella Milonga que don Justo había escuchado por radio, “La milonga perdida”, con un acompañamiento creado por Yupanqui para la ocasión.

 

“La milonga se ha perdido/ no la pueden encontrar…”

 

Es de hacer notar que no hay registros discográficos de estos dos momentos de poesía y música. Sí, en 1981 en el que se ha de constituir en el anteúltimo disco que Yupanqui graba en la Argentina y que lleva por título “Quisiera tener un monte”.
Esto no quiere decir que en los recitales don Ata no la interpretara, ya que luego de su fallecimiento aparecen grabaciones de Alemania, en el “Testimonio I”, donde la hallamos, también en aquel recital de Mar del Plata que Oski Amante grabara y luego con el asesoramiento de Víctor Pintos hiciera nacer aquel testimonio sonoro que conocemos como “Buenas noches…compatriotas”. También detectamos la interpretación de “La Milonga Perdida” a cargo de Yupanqui, en uno de sus últimos recitales realizado en Zürich, Suiza, el 8 de febrero de 1992 junto a Ángel Parra.

 

“La zamba ya no es la zamba…”

 

Sin duda alguna, el texto de Justo P. Sáenz (h), con los años, había crecido en la intimidad del cantor, en una forma desmesurada. Es posible que haya sido una de sus herramientas con mucho fundamento, para patentizar la pérdida del rumbo de nuestra música, según la opinión de Yupanqui.

 

“La zamba ya no es la zamba
del provinciano cantor.
Qué se han hecho los estilos
del paisano trovador.”

 

La queja, la denuncia de Atahualpa, queda expresada en forma de milonga bajo el título un tanto apocalíptico “Mi tierra te están cambiando”, que con esa nominación surgirá en Argentina, en 1973,  un disco larga duración, término en desuso en estos tiempos de redes sociales.
También la película “Argentinísima II” de ese mismo año, la recoge en paisajes de San Antonio de Areco y un Atahualpa cantando a la sombra de un árbol. Tal vez ese árbol solitario que solicita en su milonga, sentenciando finales, cambios extremos, desapariciones de géneros musicales de la pampa húmeda que solía escuchar cuando niño y adolescente:

 

“Dónde están las vidalitas
que en antes escuchaba yo,
igual que en aquellos tiempos
de cuando fui charabón”.

 

Asimismo, la pregunta enunciada de: ¿Qué se han hecho los estilos/del paisano trovador?, tiene todo un sentido para este cantor que alguna vez nos contó: “Una cosa que he observado, que he escuchado en los estilos, a lo largo de mi vida, que habrán sido fácilmente unos 5.000 …es que nunca escuché un nombre de mujer en un estilo. Ningún paisano ha nombrado una mujer y entonces me digo y me pregunto – ¿hasta dónde la Pampa impregna su sello de conducta, para respetar nombre de una mujer?. En cualquier otra forma musical de Argentina, puede usted escuchar un nombre de mujer, no así en un estilo de los estilos que yo he oído, por lo menos en los estilos más importantes, aparece. Tal vez a algún “sacao”, algún osado, le haya puesto un nombre de mujer, pero no corresponde en manera alguna, al estilo.
Esa costumbre que el hombre de la Pampa en su canto decía: Ay! Que me muero / ay! Que me muero / por una que se llama …ya no me acuerdo”. Esa situación de sobriedad de respeto, de natural distancia que da la buena educación, la prudencia, es ejemplar. No debiera nunca olvidarse ni en las músicas más populares. Pienso yo que hay que tener recato, para esas cosas. Conducta, en una palabra”. (Video “El legado”- producción de la Fundación A.Y).

 

Los años 80 profundizan esa sensación de desmérito en que ha caído la artística tradicional y popular, siempre en la opinión de don Ata, a lo que le suma una miopía sobre su mismo trabajo realizado por más de 55 años de dedicación sin apartarse de esa melga trazada o colegida y luego perfeccionada a partir de abril de 1927.
Es posible que lo entrado en años más la constante lucha en la que centró su vida de artista, lo haya expuesto a una especie de depresión que él mismo le manifiesta a su esposa Paula Pepín en sus ya famosas “Cartas a Nenette”.
Por qué no decir entonces, que después de acercar tanta milonga del campo a los oídos del mundo, Yupanqui haya creído que poco menos que su tarea haya sido en vano. Desmedido juicio o pre-juicio a una labor que ante los ojos del universo, ha superado todas las barreras idiomáticas.
Es posible que hoy, finalizada la segunda década de este novísimo siglo, algunas guitarras estén enmudecidas para este género musical pampeano, y rioplatense, pero nacen otras que a lo mejor no hacen tanto “alboroto” como la de Atahualpa o la de Alberto Merlo, o la del Paisano Velásquez. Pero sigue con su tañido la de Suma Paz o la de nuestro René García a la que debemos sumar la generosidad y la potencialidad joven de Martín Santa Juliana, pampeano, heredero de toda una musicalidad paisana que su Tata le metió en las venas antes de que viera la luz de los días por venir, por supuesto también la del victoriquense Pedro Cabal.

 

Le cuento señor Yupanqui, que la guitarra pampa de Paulino Ortellado siempre recuerda su música, la que usted toca cuando dice este texto. Se lo digo, por si lo quiere escuchar algún día allí en su Cerro Colorado, bajo aquel árbol que le brinda sombra y paz a su alma de Payador Perseguido.

 

Justo P. Sáenz (h).
A esta altura del relato, debiera yo dar algunas pocas pero sustanciosas referencias de quien fuera Justo P. Saenz (h).
Fue un ensayista, poeta, literato como solía decirse antes. Sus estadías en diversas comarcas de la Argentina, como Yeruá (Entre Ríos), Villa Dolores de Córdoba, Mercedes (Corrientes), Puán (Bs. As.), Gral Guido, seguramente le cedieron la posibilidad de adentrarse en el conocimiento de costumbres, modismos, elementos de la cultura regional.
Todos estos sitios, le permitieron, estar al corriente de las distintas formas de cabalgar, tipos de aperos, o las prácticas diferentes del gaucho sobre el caballo. Claro que a todo esto le agrega su incansable lectura sobre entendidos en la materia, como Richard Seymour, Willians Mc Cannm, Roberto Cunninghame Graham, más todos aquellos personajes anónimos que su paso conoció.
La crónica asevera que Sáenz (h), nació en Buenos Aires en 1892 y falleció en 1970. Emparentado con la literatura de Benito Lynch, aquel que recopilara los géneros musicales de la Pampa, casi por primera vez, con Ricardo Güiraldes y su clásico “Don Segundo Sombra”, resulta Justo P., autor de hoy títulos inhallables como: “Pasto Puna”, “ Baguales”, “Cuentos camperos”, “El pangaré de Galván”.
“Equitación Gaucha” se ha reeditado en los últimos tiempos. Sobre este libro, su sobrina, la gran historiadora María Sáenz Quesada, ha dicho que: “Es todo un clásico de la investigación sobre el peculiar arte ecuestre de la región…”
En cuanto al poema criollo de Sáenz (h), he hallado en el portal www.hilariobooks.com, un papel mecanografiado por don Justo, que versa sobre “La milonga perdida” (a modo de glosa de un antiguo cantar popular). Hay una fecha puesta a mano, del 3 de noviembre de 1969, con una dedicatoria a un señor de apellido Paladin.
La lectura del texto, nos enfrenta con que hay ciertas diferencias con el que dice Yupanqui. El sentido es el mismo por supuesto. Claro está, no he tenido acceso a la carta que Sáenz (h), le enviara a Yupanqui y poder cotejar cuál de ellas se ajusta a lo que escuchamos en las grabaciones, que siempre aclara que se trata de un fragmento del poema de Sáenz (h).
De todas maneras, aquí les dejo, el de las grabaciones de Yupanqui y el texto con dedicatoria, que además conlleva correcciones del propio autor.

 

El texto que dice Yupanqui suele tener algunas diferencias entre grabaciones como hablar en algunas del paisano Gorosito o del resero o del puestero Gorosito, donde Saénz (h) ), en su original texto a Gorosito ni siquiera lo menciona. Tal vez ese supuesto apellido que nombra Yupanqui en actuaciones y grabaciones diversas, pueda ser “Tararira” o quizás el Pardo Zoilo Roldan o don Crescencio Paredes, tal vez Floro Leyes que la escuchó en San Nicolás, según el texto de Sáenz (h), no lo sabremos.
Así también el nombre de Gorosito, en su último recital en Zurich, en 1992 y acompañado por Angel Parra, lo trueca por el de Leyba y en vez de Gabino “el mayoral”, dice don Ciriaco “el gavilán” que también la escuchó quejosa cerca de la Paternal. En fin, cuestiones de memoria del cantor de la que siempre se jactaba, de tenerla.
Inferimos que, cuando don Ata habla de una morena, que se la ha escuchado cantar una milonga en cualquier zaguán de una ciudad cualquiera o tal vez del barrio de Montserrat de Buenos Aires, viejo barrio de negros como diría Victor Heredia en una de sus canciones, pueda ser la Señora Trinidad de Sáenz (h).
Detalles, minucias que un escuchador de Yupanqui se pone a delinear, pero que a fuerza de caer en la verdad, no empalidece ni tuerce la esencia de la obra y su principal decidor: don Atahualpa Yupanqui.

 

* Músico e investigador

 

 

La Milonga Perdida

 

La milonga se ha perdido,
no la pueden encontrar,
unos dicen que la han visto
cerca de San Nicolás.
El resero Gorosito,
surero del lau de Puán,
asegura que la ha visto
por la orillita del mar.
Y anda por ahí lo que dice ,
don Gabino el mayoral,
que la ha encontrado quejosa
cerca de la Paternal.
Y no falta quien asegura
que la escuchó en un zaguán,
en labios de una morena
como adorno en soledad.
La milonga se ha perdido,
No la pueden encontrar.
Una música así, tan criolla
no se pierde así nomás,
mientras haya una guitarra
argentina u oriental.
Posible que haya cambiado,
pero poquito nomás.
Sigue siendo la mismita,
solitaria en la ciudad,
atardecida en la Pampa,
trasnochada más allá.

 

Autor: Justo P. SAÉNZ (h)

 

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