Miércoles 24 de abril 2024

“Soy una tonta por quererte”

Redaccion Avances 10/04/2022 - 10.00.hs

En los nueve cuentos de su nuevo libro, la escritora, actriz y dramaturga explora el complejo universo travesti pero también se anima a bucear en otras historias.

 

Silvina Friera *

 

Soy una travesti parda con algo de señora inglesa dentro”, se define y confiesa que hay épocas del año en que “ser prostituta pesa como un abrigo de piedras”. María, una travesti mexicana que trabaja como peluquera en Nueva York, conoce a Billie Holiday en un fumadero de Harlem. “Tanto sufrir para ser mujer y terminé en la cama con una y para colmo haciéndole el amor”, escribe María desde la cárcel, donde se encuentra por haber defendido a una amiga de “un hijo de puta que estuvo por matarla a golpes”. Una abuela, emblema de la incorrección política, le dice a su nieta: “no somos marrones, somos morochas” y después le aclara: “Ibamos a ser negras, pero en la sección donde les dan color a las personas se les acabó la pintura”. En los nueve cuentos de Soy una tonta por quererte (Tusquets), la escritora, actriz y dramaturga Camila Sosa Villada explora el complejo universo travesti que empezó con Las malas, novela que ha sido traducida a más de diez idiomas y que ha ganado importantes premios internacionales como el Sor Juana Inés de la Cruz de la Feria del Libro de Guadalajara, pero también se anima a bucear en otras historias.

 

La escritora hurga en los márgenes, pero no lo hace para regodearse en la miseria y el dolor, el lado B del vitalismo y la alegría travesti. No pretende mostrar las vísceras de lo que fue su vida, sino que su desplazamiento consiste en poner en primer plano su origen de clase: una travesti que se prostituyó para ganarse la vida. En 2009 estrenó un espectáculo que le cambió la vida: Carnes Tolendas, retrato escénico de un travesti. Desde entonces, de menor a mayor, en 2012 protagonizó películas y miniseries. En teatro hizo El bello indiferente, de Jean Cocteau; Despierta, corazón dormido/Frida; Putx madre y El cabaret de la Difunta Correa. Y publicó el libro de poemas La novia de Sandro (2015-2020), el ensayo El viaje inútil y las novelas Las malas (2019) y Tesis sobre una domesticación (2019).

 

Ahora, cuentos.

 

Desde su casa en el centro de Córdoba, Camila cuenta que todavía arrastra el cansancio de una gira por varias ciudades de Suecia como Estocolmo, Gotemburgo, Malmö y Umea. “Lo complejo fue escribir después de Las malas”, reconoce la escritora. “Las malas es un libro que produjo mucha empatía; entonces te hacen como una escultura de papel maché alrededor tuyo. El sufrimiento de las travestis es una temática que les encanta a los lectores”. Camila buscó refugio en el cuento para poder escribir otras historias. Cuando terminó los cuentos, Liliana Viola empezó un trabajo de edición, relato por relato. “Es como si Viola supiera lo que querés contar y se diera cuenta de lo que vos misma estás haciendo para que eso no te salga. Entonces te dice algo que produce un destrabe y eso estuvo muy bien. Cuando tuvo que desechar un cuento, lo hizo con indolencia y también con inteligencia”, revela la escritora, que define los nueve relatos que integran Soy una tonta por quererte –título de una de las canciones de Billie Holiday– como “cuentos novelescos que podrían continuar y no terminarse nunca”.

 

– ¿Qué importancia tiene que aparezcan las clases sociales en lo que escribís?

 

– Cuando leí el cuento “La Merienda” en México, en la Feria del Libro de Guadalajara, se acercó una chica visiblemente indígena, vestida con el atuendo de alguna de las comunidades mexicanas, y me dijo lo mucho que la había impactado el cuento. Ella estaba conmovida porque nunca había visto que hablaran así del color de su piel. Hay mucha literatura que me parece como un televisorcito con imágenes que nunca me rozan. Hay muchas escritoras argentinas que hablan de un montón de cosas que nunca jamás me pasaron ni de cerca. Son muy pocas las personas que escriben desde sus orígenes, con el peso de las familias encima.

 

– En “La Merienda” es interesante la diferencia que se plantea entre ser “morocha” o “marrón”; la abuela no quiere que su nieta diga marrón y sí prefiere que digan que son “morochas”.

 

– Me da la sensación de que esa abuela que es una heroína a la vez le está diciendo a la nieta algo horrible. Me gusta que se dé vuelta la tortilla; que los pobres coman pan y los ricos mierda, mierda. Qué importante hubiera sido para mucha gente que sus padres, que sus abuelos, hablaran con tanto orgullo del color de su piel, sobre todo en Argentina. Cuando escribí ese cuento, tuve muy presente una situación que le pasó a Santiago del Moro hace unos años cuando él estaba entrevistando a una mujer indígena y le preguntó: “¿De dónde sos?” Ella le dijo “de Salta”. Y él (Del Moro) le dijo: pensé que eras boliviana o peruana. “Lo que pasa es que ustedes se olvidaron cómo somos los argentinos”, le contestó la mujer. Me gusta que en el cuento haya una incorrección en la crianza de esa abuela, que es una crianza diferente porque está entrenando a la sobrina para defenderse de algo, entonces la ética empieza a actuar de otra forma en esa familia. Hay una película japonesa, Un asunto de familia, que es sobre una familia muy marginal que se encuentra a una nena muy maltratada y se la lleva a vivir con ellos. El padre le enseña al hijo a robar en el mercado las cosas que necesitan para comer. La policía le pregunta: “¿por qué usted le enseña a robar a sus hijos?”. Él responde: “no tengo otra cosa para enseñarle”. Qué fuerte si pienso en el concepto de amor, en la educación y el conocimiento, que cambia cuando el escenario se corre de lo habitual: las familias de clase media argentina, los protagonistas porteños con crisis existenciales que son porteñas y nada más.

 

– Los cuentos están atravesados por un sentimiento de rabia, de rencor, pero combinado con una alegría y una vitalidad que hace que sea un combo muy explosivo; es como el humus emocional de tus historias, ¿no?

 

– Sí, puede ser. Yo soy una rabiosa y una vitalista alegre que está muy enojada. En algún momento pensé que podía funcionar la idea de la comunidad LGBT y ahora creo que se ha convertido en un enorme fracaso; entonces estoy también enojada con nosotros al ver a qué ideas les tenemos cariño, a qué cosas atendemos y a qué cosas no, cómo sigue ocurriendo el robo sobre el cuerpo de las travestis. ¿Qué les pasa a las travas del último cuento del libro? Se dan cuenta de que no tienen cómo defenderse porque se quedaron dormidas en los laureles de un par de derechos, que le resolvieron algunas cosas de índole material, pero cuando llegó la hora de defenderse tuvieron que rajar por debajo de la tierra porque se las comían los perros de nuevo. El mundo anestesia la rabia de los escritores. Lo que trato de hacer en la escritura es drenar un poco el pus y no levantar fiebre.

 

* Página/12

 

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