"Don Pasquale" a sala llena en sus dos funciones
No es conveniente que un "hombre viejo" se case, acepta al final "Don Pasquale". El protagonista de la más mimada ópera bufa de la historia se ríe de la lección, que acaba de aprender. No ha sido posible enojarse con él desde la platea. El bajo Marco Safarsi lo ha convertido en un "malo", que despierta risas y mucha ternura desde el escenario del Teatro Español. Allí, acaba de verse este clásico de la lírica -compuesto por el italiano Gaetano Donizetti en 1843-, que se presentó en dos funciones, durante el fin de semana.
Listo para casarse.
"Tengo setenta años, pero luzco bien", dice Don Pasquale, al mostrar sus galas de caballero del siglo XVIII, que el público aprueba con una sonrisa. Todas las emociones pasan antes por una presencia enorme sobre la centenaria sala: los 30 músicos de la "Orquesta lírica de Buenos Aires", conducidos por Sebastiano De Filippi, director general de la ópera. Los sonidos y la discreta imagen de los atriles en la oscuridad agregan más poesía a la bella composición escénica, creada por los telones provenientes del Teatro Colón.
Las tres primeras filas de la platea se han retirado para acoger a semejante conjunto: ocho violines, dos violas, dos violonchelos, un contrabajo, un flautín, una dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, dos cornos, una trompeta, una guitarra, timbales y percusión; un lujo, que gratifica a los oídos, bien cerquita del espectador. El músico que los guía, el corazón que bombea la energía de todo lo que pasa, es un show aparte. Será porque es cantante lírico, que disfruta con tanta seguridad de cada momento.
Don Pasquale sigue con sus monerías y vanidades y la trampa al hombre rico ha quedado lista. Ernesto -a cargo del tenor Fermín Prieto- sufre en algún lugar la desdicha de no poder unirse a la mujer que quiere, debido a la mezquindad de su tío, que teme que pierda su fortuna.
Su gran amor es Norina, una viuda joven y audaz, interpretada por la soprano Cecynés Peralta, también productora general de la obra. Junto a un amigo de la familia, otro de lo más simpático, el "Doctor Malatesta" -en la voz del barítono Sebastián Sorarraín-, planean engañar al "viejo", que en su séptima década ha decidido encontrar esposa varios años menor.
El engaño.
Es el turno de "Sofronia", una chica gris desde el enorme velo que cubre su cara hasta los pies. En su figura, se esconde Norina, quien no pierde su gracia y picardía ni en la piel de esta "niña que acaba de salir de un convento". Malatesta la presenta como su hermana y la prometida de Don Pasquale.
Mientras los hombres ajustan detalles de la boda que se concretará en unos instantes, ella se encoge con sumisión en su atuendo oscuro, mientras mueve provocativamente un ramo de flores rojas. El público agradece el gesto muerto de risa.
Los solos de estos cantantes, dúos y demás escenas de conjunto llevan a todos por momentos de alto vuelo. La orquesta hace su parte y acompaña con delicadeza para que este protagonismo suceda.
Carlotto -el barítono Carlos Trujillo- es el escribano que cumple con el pedido de su primo y rubrica a regañadientes esta unión, que dilapidará el dinero de Don Pasquale. La nueva dueña de casa contrata un ejército de empleados, que ocupa la mansión con las caprichosas rutinas de su ama y mucho talento: un coro de solistas de ópera de Buenos Aires, junto a un grupo de actores y bailarines pampeanos.
La última escena los reúne a todos para celebrar el amor, ahora permitido entre Ernesto y Norina, y la moraleja de esta historia, que la joven repite a Don Pasquale. El público, de pie, despide al elenco, que lo ha conducido con arte y cuidado por la riqueza de esta pieza.
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