Crece la violencia en los hospitales
Las guardias de los hospitales colapsan porque se sobrecargan de pacientes que aunque estén por urgencias, las prefieren a tener que esperar para que les den los turnos en consultorios externos a dos meses o más, según las especialidades.
Tiroteo.
El extremo estrés que se vive en los hospitales públicos, en especial en las guardias, hizo eclosión en la madrugada del domingo, en la localidad bonaerense de José C. Paz, en el Rubén "Cacho" Caporaletti.
Se llegó al colmo de un ataque a tiros, pero en el marco de una tensión acumulada entre médicos, personal y pacientes que enfrenta a diario a todos contra todos.
Los incidentes se potencian desde el último relevamiento efectuado, entre el 1° de marzo y el 31 de mayo pasados, en 28 centros privados en la Capital, el conurbano bonaerense y las provincias.
Una de las principales causas detectadas de tanto nerviosismo fue la duración de los turnos: uno de cada cuatro pacientes había tenido que esperar más de dos horas en el horario vespertino (a partir de las 14), mientras en el rango horario de menor concurrencia a las guardias (de 6 a 11) el tiempo de espera descendía a media hora promedio.
La concentración de casos en el embudo de las guardias quedó en evidencia en el relevamiento efectuado con datos concluyentes: hubo en los tres meses 1.045.900 consultas en los servicios de emergencias.
Pacientes.
Transcurrido un año, hubo un reordenamiento en los turnos en los centros de salud para clasificar la afluencia de pacientes.
En el sistema público no tuvo el efecto esperado y no porque la gente se enferme más o sufra más episodios eventuales, sino porque los nosocomios se sobrecargaron de atenciones que antes eran resueltas por la medicina privada, incluida la intermediada por las obras sociales, y desde la desregulación y los aumentos en las prepagas hubo migración al sistema público.
Hay jurisdicciones en las que los hospitales ya absorben más del 40% de la demanda de salud, es decir, casi 10 puntos más que antes de la improvisada reforma al régimen sanitario que se aplica desde el inicio del Gobierno de Javier Milei.
Las compañías administradoras ya estuvieron acomodando sus finanzas al achicamiento de la masa de afiliados y quedan discutiendo cautelares presentadas en la Justicia por damnificados que resistieron los cambios en planes médicos y cuotas.
Pero la puja redistributiva explota en los centros de atención, donde queda a la vista qué ocurre cuando, tomando solo en el último año, la inflación estuvo en el 70%, los aumentos que otorgaron los gerenciadores llegaron al 60%, y el de los prestadores –los trabajadores del esquema de salud– apenas alcanzaron un 40% en el mejor de los casos.
Bastaría agregar el desfasaje acumulado de los últimos 20 años por la inflación y las medidas parches que se fueron adoptando en cada coyuntura, para entender cómo se traslada a las relaciones la tensión entre costos y remuneraciones.
Macroeconomía.
En consecuencia, al haberse concentrado el foco temático en la macroeconomía de la salud, y ser dirimido en escritorios y estrados, el conflicto real por el déficit sanitario se tornó más ríspido en el cuerpo a cuerpo.
Los profesionales se quejan de que ganan poco y que están sobrecargados de pacientes, y éstos reclaman cada vez más airadamente por sentirse mal atendidos y por turnos a tres meses y más que suelen darles, según las especialidades consultadas.
Los roces se trasladaron inclusive al trato entre doctores y asistentes. Hay casos que se repiten, como el de una cardióloga de consultorio externo en un hospital municipal, que increpó duramente al personal del área acusándolo de dar sobreturnos.
Aducía que, por lo que les pagan, cada vez más los presionan con seguidillas de consultas que "les aumentan el margen de error y ponen en juego su matrícula".
Suele ser al revés: es el público el que reacciona contra el personal y los médicos por las demoras y descomedida atención.
Se llega a la agresión verbal y hasta física, sobre todo en las guardias, que es donde más se nota la saturación del sistema de salud y la escasez de recursos.
El secretario de prensa de médicos municipales y jefe del área programática del Hospital Piñero, Edgardo Knopoff, ratifica que claramente los hechos violentos vienen en aumento y que el sistema está colapsado. "Tengo 40 pacientes en tres horas. Entonces, ese paciente que no es atendido y espera varias horas reacciona con violencia", reconoció.
El encarecimiento de las cuotas de las prepagas y el cese de la intermediación de las obras sociales sindicales con la medicina privada para derivarle la atención de la salud a los afiliados provocó un cuello de botella en los hospitales públicos, tanto nacionales como municipales.
Se produjo como una especie de caótica reforma sanitaria sui generis que se estuvo haciendo sola bajo el efecto de la desregulación, primero, y de los parches que se intercalaron a medida que la judicialización reemplazó al Poder Ejecutivo que se apartaba. (NA)
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