"La chabacanería no resulta necesaria"
Podría decirse que la comunicación reconoce distintas formas, y cuando hablamos de periodismo naturalmente hay que referirse en lo habitual a los diarios, la televisión y la radio. Tan parecidos y tan distintos en eso de transmitir, de informar, de decir. Aunque es cierto, ahora hay otras maneras desde el advenimiento de Internet, que de una manera tal vez más impersonal parece haberlo modificado todo. O al menos le ha dado una impronta diferente.
Quienes crecimos con los medios "tradicionales" -a los que nos seguimos aferrando fuertemente- reconocemos en la radio fundamentalmente, pero también en el viejo diario de papel dos elementos que nos resultan imprescindibles aún hoy en día. La televisión también aporta lo suyo desde hace mucho tiempo, y por estas tierras más precisamente desde 1972 cuando comenzó a emitir Canal 3.
Hay personas que han pasado por esos medios y, de alguna manera, se convirtieron en una suerte de precursores, de pioneros de una época que hoy pareciera tan, pero tan lejana...
Casi 75.
El hombre está ahora sentado en la biblioteca de su casa, e irá reportando reminiscencias de aquel tiempo que se fue. Lo veo muy bien, plantado en sus casi 75 -"los cumplo el 11 de mayo, si Dios quiere", señala-, no demasiado cambiado con respecto a aquel hombre prolijo, atildado, de buenos modales que supe conocer. El cabello ahora con briznas plateadas para distinguirse de aquel señor que recuerdo de saco y corbata, ya como profesor, ya como locutor de Canal 3. Marcelino Antonio Boto habla y noto que el timbre de su voz no ha cambiado, para nada: la elección de la palabra justa, el entusiasmo por decir con una voz que parece salirle desde el medio mismo de su pecho.
Hijo de José Boto y María Fernández, ambos asturianos, Marcelino tuvo dos hermanos más, ya fallecidos: José Raúl y Virginia, quien era la mamá de Eduardo "Flecha" Leones -médico, presidente de All Boys-; y con su esposa Margarita Vaquero (nacida en Riglos) tuvieron dos hijos, Gustavo Adrián, que vive en La Rioja y trabaja en Casino Club; y Marcelo Gabriel, quienes les han dado cinco nietos: Hilen (16), Cristian (14), Delfina (8), Nicole (2 años y medio) e Iriel (9 meses). "Por favor mencioná a mis nueras porque si no me matan", pide. "Se llaman Lorena Coronel y Andrea Figueroa".
Cadete en La Esmeralda.
Me va mostrando fotos mientras viaja hacia atrás en el tiempo. "La mía era una familia de laburo. Papá trabajó muchos años en la Panadería Municipal, ahí donde ahora está la Dirección de Tránsito. Mamá falleció cuando yo tenía cuatro años y me crió doña Rufina Olmos, mi madre del corazón", dirá. "Vivíamos en Juan B. Justo casi Pico, y fue una infancia feliz, en los baldíos, con grandes amigos que aún hoy lo siguen siendo". Y menciona a Juan Carlos Maldonado (ex trabajador de la CPE, jugador de sóftbol y ahora artista plástico), "El viejo" Héctor Urdaniz y Alberto Moldes.
Hizo la primaria una parte en la Escuela 2 y el final en el Don Bosco. "El secundario ya de grande en el Colegio Nocturno Ayax Guiñazú", siempre mientras trabajaba. Más tarde hizo el profesorado de Lengua y Literatura en la Escuela Normal, y cuando se puso la carrera en la UNLPam revalidó materias y fue profesor universitario.
"Sí, es cierto, trabajé desde muy chico. Empecé cadete en la tienda La Esmeralda, más tarde en Segur, una casa que vendía máquinas de coser, de escribir y las primeras afeitadoras eléctricas". Su primer empleo oficial fue en la Dirección Nacional de Arquitectura, en el edificio de Villegas y Quintana, donde compartió con "excelentes compañeros. Esos que te enseñaban todo sin ningún problema". Y nombra a Enrique Palchevich, José Alfredo Garufo, Fernando Domínguez -del café el Centenario y luego intendente de Santa Rosa tras la renuncia de Ramón Turnes-, Carlitos Panteón y Enrique Molina, conocido porque incursionó en el periodismo y también en el ajedrez.
"El libro leído..."
Cuando era ya profesor universitario de Lengua y Literatura, lo invitaron a participar de un programa radial: "El libro leído para usted", que se difundía por Radio Nacional. Antes lo habían hecho Francisco Míguez, Del Viso padre, Mario Galdín y Alejandro Balut. "De verdad fue un ciclo hermoso que iba de lunes a viernes, y allí leímos 'Don Segundo Sombra', 'El Martín Fierro' completo, 'Rosana a las diez', y también textos de autores pampeanos como Walter Cazenave, Ricardo Nervi y Diana Blanco".
"Algunos oyentes de aquella época me lo recuerdan todavía hoy en la calle", cuenta Marcelino. "Es que la radio era el medio de comunicación por excelencia, y había programas con los que se paraba el país, como Los Pérez García, Odol Pregunta, Pedro López Lagart en Cumbres Borrascosas, Radio Cine Lux, entre tantos otros", enumera.
Marcelino tenía -tiene en realidad- un espíritu inquieto que lo llevó a presentarse en concursos de tango que se hacían en esa época, y además se hacía tiempo para dedicarse al teatro con el grupo que dirigía Amílcar Evangelista primero, y luego con el que conducía Aníbal Velásquez.
Aquella incursión por el teatro le generó la posibilidad de aplicar la disciplina con sus alumnos. "A los chicos de la ENET y de la Escuela Normal los hacíamos representar una obra, y la verdad es que se hicieron cosas inolvidables. Hoy me encuentro con algunos y comentamos aquello que ahora no se ve. Lo hablo a veces con Javier Paz, y también con Daniel D'adam, algunos de aquellos muchachos que se entusiasmaron con aquella experiencia".
La llegada a Canal 3.
Ya constituido a su manera en un hombre de los medios, Marcelino se presentó en el concurso de Canal 3, que estaba tomando personal. "Fue en 1972, concursé e ingresé como locutor comercial... y pasé allí 30 años maravillosos. Me gusta acordarme de aquello, porque era una familia... Abel Cuenya era el director, y nos incentivaba para que nos perfeccionáramos y fue una gran alegría recibirme de locutor nacional en el ISER (Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica). En ese momento estaban también Mabel González, y Mario Boschi, que éramos los tres locutores comerciales de la emisora, pero recuerdo que alguna vez nos tocó hacer de informativistas, con Edgardo Soto, Juan Carlos Gerardo, Carlitos González que hacía deportes, y también Carlitos Quiroga. Éste era un informativista que llamaba la atención, porque desde que empezaba hasta que terminaba no leía un solo papel. Tenía una fantástica memoria y un decir que lo ubicaban como un periodista de lujo ante las cámaras. Después Quiroga se fue a Bahía Blanca, y lo perdimos de vista. Era excepcional", enfatiza.
Algunas producciones de la emisora estatal se destacaban plenamente, como Revista Semanal. "Lo hacíamos con Roberto Ramonda y Oscar García. Y nos gustaba mucho porque era un programa con contenidos", reflexiona.
Ahora jubilado, en la paz de su hogar, goza de la compañía de su esposa, de sus nietos, pero no obstante sigue dando clases. "Preparo alumnos particulares, hago un poco de yoga, otro de bicicleta o caminata; escucho Radio Noticias y en televisión me gusta el canal Encuentro, que me parece enriquecedor", completa. "La verdad, hoy repaso todo agradecido de lo que Dios me ha dado. Tengo una familia hermosa y salud, y a esta edad no es poca cosa, ¿no te parece?
Poner el oído a la gente
Marcelino Boto es un santarroseño hecho y derecho. "Santa Rosa es hermosa, que duda cabe. Pero se ha extendido muchísimo y aparecen quejas de los barrios. Por ejemplo aquí en Villa del Busto un problema que se ve a diario son las pérdidas de agua, que me parece que se están dando también en otros lugares", advierte.Y pide: "Me parece que (Luis) Larrañaga tiene que hacer lo que corresponde a un buen gobernante: poner el oído y atender el reclamo de la gente".
Sobre el país dice que "se están presentando algunas dificultades económicas, aunque el Gobierno en otras cosas ha tenido algunos logros".
Hablemos bien y escribamos mejor
"No es que uno se haga el puritano o cosa por el estilo, pero lo que se ve hoy en televisión, o algunas cosas que se escuchan por radio son lamentables: la guarangada está a la orden del día. Me parece que teniendo un idioma riquísimo como el nuestro la chabacanería, la falta de respeto por el que está del otro lado es lamentable", dice en un monólogo.
Marcelino Boto es de una época en que el idioma era importante. Muy importante. Tanto como debiera serlo por estos días. Como que había ciclos radiales que invitaban a la reflexión, que no necesitaban recurrir al golpe bajo o a la palabra subida de tono. "¿Te acordás de aquel programa del poeta Juan Ferreira Basso? 'El otro lado de las cosas' se llamaba... era excelente el tono circunspecto, las palabras elegidas cuidadosamente por el autor; y también ese otro que decía 'Hablemos bien y escribamos mejor'. Casi una clase magistral de cómo debía hablarse en los medios", completa.
Boto apunta que "de verdad duele la chabacanería, choca mal al oído la palabra soez o fuera de lugar. El público se merece un mensaje con creatividad y no sentirse maltratado".
Y pareciera asistirle la razón porque a veces, disfrazado de un cierto estilo descontracturado, algunos conductores de radio o televisión utilizan giros que se les debe ocurrir simpáticos, o a lo mejor creen que los asimila a lo popular, pero en verdad están reñidos con el buen gusto. "Son muchas las veces que el mensaje televisivo o radial muestra una lamentable pobreza. No se cuida el mensaje y no se trabaja con el respeto que se merece el que está del otro lado".
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