El arquero que se adelantó al Loco Gatti
Mario Vega - Hay personas que por características de su personalidad, nunca pasan inadvertidas. Es el caso de Julio "Maravilla" Aguerrido, un santarroseño locuaz y divertido, que hizo de todo un poco en su vida.
Lustrador, botones en un hotel, colectivero de la línea urbana de Santa Rosa, chofer en una empresa, futbolista, ocasionalmente "periodista", y ahora propietario de una pequeña empresa dedicada a la pintura de obra. Si algo no podrá decirse de este hombre es que no es polifacético, y mucho menos que no anda por el mundo ganando amigos. Y tampoco, de ninguna manera, se podrá dudar -porque él lo remarcará a cada instante- de su condición de ferviente peronista.
"Maravilla" Aguerrido es de esos tipos que tienen la justa dosis de simpatía y desfachatez, y en cada esquina de la ciudad se encontrará con alguien para recordar una anécdota, o alguna nueva historia. Un simpático "atorrante" que ha hecho de todo un poco en la vida...
Empezó a jugar al fútbol en el barrio Oeste, pero lo haría oficialmente primero en el club Argentino de Villa Tomás Mason -un tiempo dirigido por Quelo Cepeda y después por Víctor Pan (personaje un poco olvidado de nuestro fútbol), y más tarde en General Belgrano.
A lo Hugo Gatti.
Pero buena parte de su campaña futbolera la iba a concretar en Salinas Grandes, donde todavía hoy se lo recuerda con mucho cariño porque quizás fue el momento más exitoso de su paso por el fútbol, y por eso en aquella zona conserva muchísimos afectos. El club Sarmiento, dirigido entonces por el Chueco Ramírez, habría de ser su última escala como jugador de fútbol, cuando una lesión en un menisco marcó el final.
¿Cómo atajaba? En sus buenos tiempos usaba el pelo casi hasta los hombros, y sus movimientos en el área invitaban a compararlo -salvando las distancias- con el inefable Hugo Orlando Gatti. "Sí, me gustaba eso, porque además había jugado al centro y me las rebuscaba con los pies... pero después te cuento una en la que le gané al Loco", dice riéndose pensando en una anécdota que protagonizó.
"Maravilla" en Belgrano.
Tuvo un largo periplo futbolero, y en General Belgrano formó parte del equipo que en 1976 destronó al All Boys "de todos los tiempos", aquel de tantos torneos regionales que encabezaba Juan Carlos Facio y del que participaban Pelusa Santos, Edilio Zabala y tantos otros. El tricolor -cuyo plantel integraba "Maravilla", aunque el titular en el arco era Gustavo Díaz-, superó a los auriazules y terminó con una larga supremacía lugareña. Precisamente Julio participó días atrás del festejo que hicieron los de Villa Alonso, a 40 años de aquella hazaña futbolera, y en la cena (estaban casi todos: Horacio Rosales, Roberto Mariani, El Ñoqui Lescano, Corita, Miguel Díaz, Orfel Blanc, Chachi García...), con esa desfachatez que es su marca registrada tomó el micrófono para resumir la emoción de todos.
"Ese equipo fue producto de Nelson Festa... él nos convenció, y nos hizo entrenar de tal manera que se convirtió en una máquina de ganar", reconoció. Habló de su condición de suplente de Gustavo Díaz, y de cómo fue que empezó a ser conocido como "Maravilla" (ver aparte).
Su paso por Salinas.
Después, llevado por "El Trompa" Bustos fue a Salinas Grandes, donde tuvo grandes campañas. "Ahí trabajé de chofer de los gerentes de la salinera... hasta que me tuve que ir porque no me dejaban levantar gente en la ruta: me dijeron que estaba prohibido llevar a los que hacían dedo para ir desde Macachín... y yo lo hacía todo el tiempo. Eran 12 kilómetros y no podía dejar un tipo parado en la ruta...", justificó. De su paso por la zona le quedaron amistades, muchas, que aún frecuenta, pero no quiere dejar de mencionar especialmente a Jorge Petto, a quien "cada tanto" visita. Sería precisamente el fútbol el que le iba a dar vinculaciones para establecerse alguna vez en Esquel, aquí ya para trabajar como encargado en una obra de un acueducto de agua potable.
De vuelta en Santa Rosa hizo un poco de todo, y como quedó dicho fue
chofer de colectivos de la línea urbana cuando esta quedó en manos de la Cootpal (una cooperativa de trabajadores), y más tarde se dedicaría
a la pintura de obra: "empecé en el partido justicialista con eso, agarré algunas otras obritas y me quedé con esto... hace mucho que estoy con este laburo, donde incluso trabajan mis nietos", cuenta.
Peronista y vernista.
Enseguida "Maravilla" habla de su pasión por el PJ. "Desde chico voy al partido, y milito... Soy vernista -revela-, pero en todas las campañas participo y gane quien gane me encolumno". En ese sentido sostuvo que nunca fue marinista, pero que tiempo atrás cuando se produjo la interna con el jorgismo trabajó para aquel sector, y "cuando se dio el resultado (adverso para Convergencia) me encolumné para que gane el peronismo", explicó.
Sería justamente su condición de peronista la que lo haría conocer a su padre.
"Yo en realidad me crié con mi abuela Fermina Olguín, porque en un momento mi mamá se tuvo que ir a trabajar a otra provincia y ella me cuidó y me tuvo lo más cortito que podía", se ríe.
Todos lo conocen.
Grandote, de movimientos algo simiescos, verborrágico, hablador, divertido, Julio Aguerrido (60) es un santarroseño que, caminando por el centro de la ciudad, se detiene a cada paso para echar un párrafo con cualquiera que se le cruce. Porque como se dice "lo conoce todo el mundo"... Uno de los tantos personajes vinculados en principio al deporte, pero también a la vida política como uno de esos "punteros" que nunca ocuparán un cargo público, pero que harán de la militancia casi un modo de vida.
Pero Julio Nelson (que así se llama), tiene en su elocuencia, en su permanente modo de comunicarse con la gente una particularidad especial.
Hijo de Hortensia Aguerrido -conocería a su papá muchos años después-, tiene una única hermana, Mónica. Producto de su primer matrimonio tiene cuatro hijos, Claudia, Darío, Sonia y Diego, que a su vez le dieron los nietos, Alexis (25), Lucas (18) y Renato (9), algunos de los cuales trabajan con él.
El club Oeste.
Su papá fue Plácido Otiñano, "muy peronista el viejo" dice, con quien finalmente pudieron hablar. Y al destacar la condición política de su padre, al que conoció de grande, Julio deja trasuntar su condición de ferviente simpatizante peronista.
"Te decía que me crió mi abuela Fermina Olguín", franquea, residieron siempre exactamente frente al club Oeste -hoy desaparecido, pero ubicado hace ya varios años en un triángulo encerrado por las calles Centeno, Sarmiento y Alsina (pegado a las vías del Ferrocarril)-, y naturalmente la pelota y los amigos del barrio fueron también, para Julio, una escuela de vida. Porque allí se congregaban chicos de familias numerosas como los hermanos Maldonado, los Cabral (Golepa y el Brujo), los Carlucche, El Negro Cejas, y tantos... "Nos pasábamos las horas ahí, y al principio yo jugaba al centro, pero como era grandote un día me mandaron al arco, y me gustó", rememora.
Hoy, a la vuelta de la vida, Julio se dio el gusto de recuperar la casa donde siempre estuvo, frente al Oeste que ya no es, y allí se quedará para siempre.
Niñez y adolescencia.
"Maravilla" hizo de todo un poco en su vida. "No soy bueno para nada, pero le hice a todo... cuando chico lustraba zapatos en el hotel Comercio (la esquina donde hoy está el banco de La Pampa), después fui 'botones', hice la primaria en la Escuela 2 -'me cargaban porque decían que era de niñas', rememora-, pero terminé en la nocturna en la 38, porque ya trabajaba desde pibe. De la escuela 2 me acuerdo de varios compañeros que después fueron profesionales, como el Flaco Lordi, Carlitos Fernández que es contador (hermano de Pablo), y otros muchachos como Valcarcel o Carlos Galdín", puntualiza.
Eran los tiempos de la época dorada del boxeo provincial, con Golepa y Brujo Cabral, Campanino, el Indio Paladino, Alfredo Coronel y tantos... y por supuesto Julio no podía sustraerse a estar en cada entrenamiento por las tardes en el Fortín. Después, los fines de semana la cita infaltable en los bailes de Argentino, Sarmiento y La Villa, y alguna que otra visita a Adlon y Kascote, los boliches de moda, "pero menos. Me tiraban más los bailes", asegura.
Julio, el colectivero.
Entre tantas cosas que hizo, y que quizás muchos no recuerdan, fue colectivero: "Empecé manejando en Dumas Turismo con el Negro Osés (hoy secretario general de los Choferes) cuando se viajaba a Mar del Plata; y más tarde en la Cootpal, recorriendo las calles de Santa Rosa. "Ahí éramos todos socios, y anduve bastante".
Pero además en algún momento le dio por el periodismo: "Me encanta, y hacía un programa en una radio que se llamaba Sport 90. 'Los comentarios de Julio Nelson', me presentaban (emulando a Walter Nelson, conocido periodista porteño), pero un día tuve que dejar porque había que comer", se ríe.
Por estos días, con sus hijos ya grandes, admite que se toma algunos instantes para reflexionar: "Sí, claro, uno se mira y se pregunta como lo verán. Y en lo personal digo que soy un tipo que mucha gente cree que no hago nada, pero hice de todo; porque siempre laburé, de lo que viniera. Ahora tengo algunas obritas de pintura de escuelas, pero también trabajo en forma particular, y no me puedo quejar del laburo... Lo único que pretendo es poder terminar algunos departamentos, porque no tengo jubilación y eso sería un reaseguro", completa.
Conocido en todos los pueblos.
Está entusiasmado por la nota, y desde Puelches, donde está por estos días con su pequeña empresa pintando la municipalidad, y también casas de particulares, por teléfono se hace tiempo para proporcionar algún otro dato.
Y revela: "Quiero y me esfuerzo por ser un buen padre, y creo ser una buena persona, un buen tipo que se interesa por los vecinos, que siempre está dispuesto para dar una mano. Y puedo afirmar que no he jodido nunca a nadie, y que tengo muchísimos amigos... ¿Te parece poco?", razona. Hoy en Puelches, brocha en mano, junto a su "equipo", lo hace con esa alegría que lo distingue, "porque el pueblo tiene que estar lindo para el aniversario que es la semana que viene. Y me gusta lo que hago... porque andamos por el interior, me conocen en todos los pueblos... y además trabajo con mis nietos", cierra.
Conoció al padre ya de grande.
Como quedó dicho Julio fue criado por su abuela, mientras su mamá estaba fuera de la ciudad. "¿Cómo fue lo de mi padre? Por supuesto siempre tenía curiosidad, y por ahí se daba alguna situación en el tiempo que iba a la escuela... pero de verdad no fue una situación que me jodiera demasiado", cuenta ahora.
Dice que un día su abuela Fermina le dijo: "Mirá, ese es tu papá'. No dije nada, pero lo seguí viendo después en el Partido Justicialista... Yo vivía en el Butaló II, y él, que se llamaba Plácido Otiñano, era vecino, así que cuando empecé a militar en la Unidad Básica de Villa Parque nos encontrábamos. Un día estaba pintando y me convocó para que le pintara la casa, y ahí en un momento se me acercó y me dijo que tenía que hablarme, y me confesó que era mi papá. Me presentó a su familia, y desde entonces tuvimos una relación hasta el día que murió. Me acompañó en algunas campañas proselitistas y participaba de los asados", rememora Julio.
No manifiesta rencor alguno por aquella cuestión: "La vida es como es... y así hay que tomarla", reflexiona con simpleza.
Desde hace bastante tiempo Julio se ha comprado un motor-home, que reacondicionó y con el que se traslada no sólo a trabajar, sino a las carreras de Turismo Carretera: "Tengo locura con eso, y vamos en grupo... y si es en el autódromo de Santa Rosa nos instalamos tres días antes", señala. El vehículo está dotado de aire acondicionado, dormitorio, baño con ducha y cocina, y reúne todas las comodidades para quienes disfrutan de esa vida de campamento. Y vaya si Julio se divierte con los suyos en cada competencia.
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