Facundo Alvarez, prisionero de una pasión
En los pueblos existe un trato diario que no se suele darse en una ciudad como Santa Rosa. Allí los vecinos parecen más vecinos, aunque alguno pueda ser «un poco más famoso» por ser relator de fútbol.
MARIO VEGA
«Siempre estamos… con lluvia, viento, bajo el sol ardiente, tirados en el piso, arriba de un carro, o en medio de una tribuna donde no siempre somos bienvenidos… la cuestión es relatar. Que es lo que a uno le apasiona…». Facundo Álvarez es uno de los tantos muchachos que cada domingo estará dando rienda suelta a su pasión en una cancha de fútbol, y no precisamente como protagonista principal sino como el que le cuenta a todos lo que está ocurriendo.
Ya hemos hablado en esta columna del tema, de cómo es la vida de mucha gente de radio de nuestra tierra. En algún aspecto parecido a las de otros periodistas de grandes centros urbanos, pero finalmente tan distinta.
Los de allá y los de aquí.
Hay que tener en cuenta algunos aspectos, y sobre todo considerar que, en general, los nuestros se presentan despojados del divismo que otros periodistas de medios radiales o televisivos porteños suelen exhibir, porque es fácil ver que muchas veces pareciera que pretenden ser más importantes que la noticia misma.
¿Qué un poco de eso hay en algunos conductores-periodistas de nuestro medio? Podría admitirse que sí, que alguno habrá y que debe haber quien lo pueda observar de ese modo… pero no es la constante, no es la regla.
Los relatores pampas.
Desde siempre, y no sé por qué, me llamaron mucho la atención esos relatores pampas que con esfuerzos descomunales, en condiciones técnicas que distan de ser las ideales, con una paga exigua -cuando existe-, le dedican horas y horas a esa pasión… a veces dejando la familia los fines de semana, para «perder» cada domingo en una ignota cancha de fútbol -o no tanto- y llevar las alternativas de un partido, o de la disciplina que toque, a los aficionados.
A lo mejor me atrae el tema porque me remonta a aquellos años de chiquilín, cuando pegado a la antigua «Cariló» de mi papá -radio con gabinete de madera, a transistores- intentaba seguir las transmisiones del maestro Fioravanti (Joaquín Carballo Serantes se llamaba en realidad), de Osvaldo Cafarelli (sobre todo hacía boxeo), o de Bernardino Veiga… entre tantos otros.
Los de antes y los de ahora.
Por aquí hubo algunos que resultaron pioneros como Alfredo Dalmiro Otálora, y más adelante Eugenio Cosci y Juan Carlos Carassay. Y no puedo dejar de mencionar al querido Juan Carlos Vega -a la sazón mi primo-, que tanto podía relatar fútbol como una partida de ajedrez, o una prueba atlética mientras él mismo competía.
Juan Carlos Vega, cabe decir, era «loco» por el fútbol, pero también por la radio, por el periodismo y sobre todo por hacer… era una usina permanente -a veces algo precipitado- que siempre intentaba algo más…
Más voces.
En lo radial, con el tiempo y poco a poco, en los pueblos se fueron sumando voces… y hoy son varios los muchachos que con raro entusiasmo afrontan el desafío. Hace semanas nomás contábamos de Carlos Fridirich («Calito»), el relator de Winifreda. Hoy toca el turno de Facundo Álvarez (41), el macachinense que cada torneo -desde hace algunos años- empezó a seguir sobre todo la campaña de Atlético Macachín, el club en el que jugó y con el que obviamente simpatiza.
A esta altura puedo asegurar que a los periodistas -escritos, radiales y televisivos- los he «visto» a todos… Porque no sé si es necesario aclarar que soy el más antiguo en el oficio de todos los que circulan por los medios -y si no es así pega en el palo-; y me ha tocado incursionar bien o mal en las tres ramas del periodismo.
Los que aman lo que hacen.
Y en esa observación que uno hace del trabajo de los demás -creo que todos lo hacemos-, siempre puse en un alto escalón a los que expresan que tienen pasión por la profesión, y que son capaces de acciones que para cualquier otro serían impensadas.
En esa ponderación -que quizás a nadie más le importe- sigo con atención a los pibes «nuevos», a los que se van sumando y haciendo su propio camino.
En el ámbito radial hay varios por aquí -y ya los hemos mencionado-, pero también han proliferado en distintos pueblos de la provincia.
Unas semanas atrás dábamos a conocer cómo se las arregla «Calito» Fridirich y «su equipo» para transmitir todo lo que ocurra con el Deportivo Winifreda; y en este caso es el momento de Facundo Álvarez.
Y Facu, aunque algo dubitativo acepta gustoso el diálogo, pero preguntándose «por qué a mí…».
La familia.
«Soy el mayor de tres hermanos, la del medio es María de las Mercedes y el más chico Juan Cruz… Nos llevamos casi 4 años uno del otro. Mi viejo Eduardo era de Anchorena… y puedo decir que el apellido Álvarez y Anchorena van de la mano… papá es veterinario. Un tipo recto, muy ordenado en sus cosas y sumamente responsable, que siempre nos pedía que estudiemos», empieza contando.
«Uno siempre dice que sus padres son los mejores, pero de verdad como este tipo pocos… aunque nunca se lo dije hasta ahora», completa. Y sigue: «Mi vieja Helena, es de Villa Maza y siempre tuvo negocio: una boutique que se llamaba ‘Pinturitas’. Fueron muchos años hasta que en momentos donde la mano estuvo muy fulera tuvo que cerrarla, y como sucede siempre con las madres intentaba darnos hasta lo que no había».
Andrea y Baltazar.
Y completa sobre su familia: «Mi compañera es Andrea desde hace ya 14 años, y poné por favor que mis suegros son dos genios… Tenemos a Baltazar de 6 años, y es un amor de persona el enano, pero increíblemente no le gusta el fútbol… lo invito a jugar juntos pero no quiere saber nada. Parece que quiere ser bombero, músico, no sé… pero además le encanta dibujar y pintar, así que ya no insisto con la pelota», se resigna.
Pero pide: «Sólo me gustaría que sea una persona buena, que sepa que hay otros que pueden tener menos y si puede que les dé una mano y que viva para ser feliz… porque de acá no nos llevamos nada más que lo vivido. Y sino miremos como estamos ahora con esta pandemia que nos igualó a todos…», reflexiona.
Los tiempos de pibe.
Se remonta Facu a su infancia: «Crecí en la calle Pampa, una cuadra llena de pibes de todas las edades donde era imposible aburrirte, y donde los vecinos eran la ‘tía’ o el ‘tío’… Si hasta hoy en día los sigo saludando así».
Y le gusta recordar… «Los domingos por lo general íbamos a lo de los abuelos, primero a Maza, a la feria donde vivía Tamalet, que así lo llamaba a mi abuelo, por el apellido, y que se llamaba Francisco; y la abuela «‘Mani’; y después rumbo a Anchorena a los de los abuelos Mariano y Pocha».
«Te cuento que mi abuelo Mariano corrió Turismo Carretera, y nada menos que Marcos Ciani le hacía el motor… Incluso hay una placa en el autódromo de Toay donde aparece su nombre con los demás pilotos pampeanos que corrieron TC. El natatorio de Anchorena lleva su nombre», agrega.
Admite que si no viviera en Macachín «mi lugar sería Anchorena. Es hermoso, con sus asados, los bares bien de pueblo con los parroquianos jugando a los naipes».
Los estudios.
Hizo la primaria en la Escuela n° 82; y la secundaria en la EPET n° 5, y aquí tuve de profe de Biología a mi viejo, en primero y segundo año… después a jugar a la pelota en el club y varios años también lo juntaba con pelota a paleta en el Centro Vasco. Este es un lugar increíble… ese monstruo que está frente a la plaza no podía haber perdurado sin una persona como Iñaki Unamuno detrás. Y el macachinense sabe por qué…», le reconoce.
Después cuenta lo que todos sabemos: «Soy hincha del Club Atlético Macachín, y tuve la alegría de jugar en la primera del rojo, con varios amigos que hicimos todas las inferiores juntos, en una época en la que ni se hablaba de cobrar».
Y se entusiasma al «relatar» su primer gol… fue en un clásico contra la ‘U’ de Riglos, jugando nosotros de locales. Empatamos 1 a 1 con ese gol mío», dice como si todavía lo disfrutara.
Nace el relator.
Después Facundo cuenta cómo se relacionó con el relato, y como ha hecho de la radio una parte trascendente de su vida. Y habla con un gran reconocimiento de Juan Carlos Vega -fallecido hace más de una década-, que fue quien lo impulsó para empezar.
«Lo que tenemos los relatores de nuestra provincia es que lo hacemos por pasión, y ahí no importa si llueve, si hay viento o si el sol nos mata en el verano… y podemos trabajar tanto desde una cabina (no siempre), y si es necesario al costado de la línea de cal, con una simple mesita como todo mobiliario, o subido a la caja de una camioneta o de un carrito… Y a veces en medio de una tribuna…», puntualiza. Y en este último caso no pocas veces la cosa se complica si hay que gritar un gol que no corresponde al equipo cuya hinchada ocupa esa platea.
Facundo señala que «de los relatores reconocidos me gusta Víctor Hugo… y de los locales cada uno tiene su estilo y de todos trato de aprender, ‘Calito’ le pone la pasión con su Deportivo Winifreda; Alberto Almeira y su equipo son infaltables en cada cancha; Aníbal Reynoso también; igual que Juan Carlos Vega (h)… pero además hay buenos el sur y en la Pampeana».
El otro trabajo.
Facundo expresa que en su caso ha podido «estabilizarse» desde el punto de vista publicitario, lo que significa una ayuda en sus ingresos.
Desde hace 15 años trabaja todos los días en la oficina de la distribuidora de alimentos ‘Las Marías’. «¿Cómo es un día mío normal, sin coronavirus? Es con mi señora llevar a Baltazar a la
escuela; y a la tarde igual en horario de comercio, y llevando al nene a lo de la señora que lo cuida… después volver, la cena, por allí algún asadito… Tranquilo», resume. «En la distribuidora me encanta el trabajo que hago… los números, facturar, pasar recibos, cargar boletas…», completa.
Siempre la radio.
Volviendo a la radio narra que «me gustó desde chico… me acuerdo estar limpiando el patio en mi casa… y la radio prendida para escuchar a (Juan Carlos) Carasay, o a Juan Carlos Vega para saber cómo iba el rojo de Macachín», se retrotrae.
Facundo expresa que más allá de la motivación económica, el motor para nuestros relatores y gente de radio es otro: «La mayor satisfacción es saber que del otro lado están esperando el partido del domingo. Eso es impagable… o ver a los que llevan la radio y escuchan en la platea a dos metros de donde estamos nosotros… ¡Cómo no vamos a disfrutar con eso!», se entusiasma.
Un poco fanático.
Como ex jugador y también simpatizante de Atlético Macachín, en un momento se le hacía difícil ser imparcial en su relato: «Con el correr del tiempo fui mejorando y ahora hace rato que grito los goles de los rivales… eso sí, no con tanta euforia pero sostengo el grito unos segundos», sonríe.
«Igual la mayor alegría en la radio fue seguir la campaña del 2012 cuando el equipo salió campeón de Liga, y repitió en 2013 siendo campeón en la copa Presidente. Y lo más difícil fue cuando le tocó en algún momento pelear el descenso», admite.
Facundo es uno de los tantos relatores del interior que hacen su tarea con esfuerzo y singular entusiasmo, y además es una persona que en lo cotidiano lleva una vida simple, familiar, rodeado de amigos… Aunque eso sí tiene la particularidad de que cada domingo, en Macachín todos estarán pendientes de lo que él diga… que no es otra cosa que narrar la suerte que esté corriendo el equipo del pueblo. Nada más, ni nada menos.
El relator del pueblo.
Siempre tuve la idea que en lugares como Macachín -quizás me equivoque- la vida es más bucólica, más tranquila, y no existe el apuro que a veces tenemos por aquí, porque aún cuando Santa Rosa no sea una ciudad enorme me parece que ya no conserva esa posibilidad del contacto cotidiano y permanente entre sus vecinos.
En Macachín, y en tantas otras localidades, entiendo que eso se da con habitualidad y posibilita relaciones más estrechas… No sé, puede o no ser cierto, pero es lo que siempre me pareció.
Pero aún en ese contexto tipos como Facundo -como tantos otros por allí-, son un poco «más famosos»… Él también se puede decir es «el relator del pueblo…». Claro que sí.
Un hombre agradecido.
En tantas tardes radiales futboleras tiene muchas anécdotas para contar… «Un día fui a jugar footgolf, y cuando volví mi señora Andrea enojada se quejó porque Baltazar no se había portado bien, y ella se tuvo que arreglar sola. Tenía que ir a transmitir y no me quedó otra que llevarlo a la cabina… por suerte el nene se durmió entre dos sillas. Esas cosas nos pasan…», se ríe.
Es un reconocido Facundo e insiste con que «siempre tengo presente a Juan Carlos Vega, un tipo que andaba a mil, que me enseñó muchísimo. Yo a la radio la siento de la misma manera», manifiesta, También tiene un agradecimiento para Vicente Gradilone, que «me ayudó y hasta me permitía bañarme en su casa cuando iba a Santa Rosa», recuerda.
Y cuenta otra: «Un domingo me escribe un jugador de Macachín: ‘Facu, me levanté bien, estoy con ganas’, dice, y ahí le contesté que si metía un gol yo dejaba de relatar como cábala para que Macachín ganara… El pibe jugaba de 4, y era difícil, pero en un córner cabeceó y gol… grité el gol y conté al aire la charla de la mañana. Y me fui… Le dejé el micrófono a Aldo, que era mi comentarista y tuvo que seguir él», cuenta.
Desde hace un tiempo Facundo Álvarez despunta el vicio de patear una pelota, pero con el footgolf. «Fui el primero aquí en Macachín, pero enseguida se sumaron otros muchachos y tenemos un grupo bárbaro, y compartimos con los que practican en Santa Rosa y otros lugares… está muy bueno todo eso», juzga.
En el final no quiere dejar de mencionar a quienes lo acompañan en las transmisiones por la FM 104.7 de Macachín: Silvano y Mateo Comiso, Horacio Pablo Molina (de Ataliva Roca), Luis Slobodiañik y Gastón Perisse. «Son compañeros de trabajo y amigos… y trabajar con ellos es un placer», cierra.
El padre profesor.
«En la secundaria lo tuve a mi viejo de profesor de Biología, en primero y segundo año… Me llevé dos materias en toda la secundaria, y las dos en segundo año: Física, aunque me apasionan los números, pero porque no le daba bola a lo teórico… sí mucho cálculo de aparejos y planos inclinados pero cero teórico. Y la otra materia Biología, sí, la de mi viejo. De 18 que éramos en el curso fuimos 17 a diciembre… Lo mío una vergüenza. Mi madre me rezongaba porque cómo iba a llevarme justo la materia que daba mi viejo. Y tenía razón…».
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