Buen viaje Alfredo amado
"Falleció el poeta y cantor de Victorica Alfredo Gesualdi..." decía fríamente la crónica periodística, casi como un episodio, un suceso, o bien una efeméride; pero ese título no trasunta el dolor que, cual una sombra, deambula silenciosa por el corazón de los pampeanos, no todos, pero sí de quienes llevan La Pampa adentro, los que piensan ésta llanura como el lugar en el mundo. “Alfredito”, así lo nombraban, se marchó ésta madrugada, atrás quedaron sus canciones, su bella música, sus alegrías y sus dolores. Hoy pensaba en éstos seres de una sensibilidad extrema, de qué modo cruel la “realidad” los castiga, y escribo realidad entre comillas porque hace tiempo que he descubierto que la realidad verdadera era el mundo de Alfredo, que nos hemos equivocado, que hemos confundido hechos triviales del vivir cotidiano como “la realidad” y creo él sí honraba esa palabra, cuyo significado es: Existencia real y efectiva de algo, porque desde su universo construía una realidad existente y efectiva de algo bello para sus semejantes. Le pedían que se adapte a la “realidad”porque su vida corría peligro, pero él sabía que ese entorno era justamente lo que lo mataba.
Tal vez el vino lo contenía y le alegraba la existencia, le ayudaba a componer, a escribir, a crear; entendía que no era un daño para su mundo, quizá para su cuerpo si, pero también he descubierto que éste cuerpo en el que andamos es tan solo un estuche, una garrafa o bien una carcacha que será enterrada o cremada, cuando ya no sirva. Alfredo transitaba libremente por otra realidad, la de los sueños, las ilusiones que construyen esperanza, soñaba un mundo nuevo, más justo y humano, irónicamente él que era todo eso. Nos duele no verlo más, ¿pero cuando vivía lo veíamos realmente? Me hago esa pregunta desde que me avisaron de su partida, ¿hice todo lo necesario para estar cerca de Alfredo? Lo consolé cuando lloraba por éste torpe mundo de valores trastocados, el de: tanto tienes, tanto vales.
Deja un silencio que nos interpela y nos obliga a repensar algunas certezas, adquiridas en el libre mercado de los fariseos del templo. No fui tu amigo Alfredo, pero te reconocí inmediatamente aquella tarde de 1986 en casa de Molina, cuando me mostrabas tus canciones de un modo vivaz y expectante, reconocí al artista cabal que eras, tu fuerza incontenible de querer cambiar todo, tu coraje desde un cuerpecito de ave, que denunciaba ternura mas que miedo. Ésta mañana volviste al camino del cual llegaste hace 73 años, los aztecas decían: “solo un momento hemos venido, no para quedarnos, la marcha continúa…”. Buen viaje Alfredo amado.
Por Naldo Labrín
Neuquén - 11/6/2024
Artículos relacionados
