“Edu” y la soledad que le duele
La casa de San Jorge 433 tiene un largo pasillo-entrada, y allá al fondo aparece en el vano de una puerta la imagen de una persona enfundada en una remera naranja en una silla de ruedas…
Pasa buena parte del día en ese lugar esperando que alguien llegue a visitarlo, o sImplemente mirando desde allí a la gente que pasa. Días atrás una señora –vecina del lugar- se preocupó por su aparente orfandad y realizó algunas gestiones para ayudarlo.
Eduardo Alberto Gianforte (52) –Edu para todos- es un “muchacho” querido por mucha gente que lo conoce desde hace mucho tiempo. Es un grandote bueno –con cierta inmadurez mental-, que andaba siempre por allí vendiendo lapiceras y algunos talonarios que en una imprenta le regalaban; y que es un apasionado del básquet de toda su vida.
La vida se complica.
La vida le propinó hace un tiempo un par de duros golpes. Primero perdió a su querida mamá, Coquita, y le pareció que el mundo se le derrumbaba… ella era todo para él.
Pero no fue sólo eso, sino que las cosas se agravaron porque sobrevino un problema de salud –diabetes--, y al dolor de la ausencia de su madre se le sumó que no se cuidó lo suficiente y un día debieron amputarle parte de su pierna derecha por debajo de la rodilla. Desde entonces esa silla de ruedas lo ayuda a movilizarse, aunque por supuesto todo cambió para él… Aquel Edu andariego, de meterse en todos lados, de estar todo el día con planteles de básquet, ya no pudo hacer lo que hacía. Y cada vez más se vio obligado a quedarse en su casa.
El básquet y la música.
Desde pibe, amigo de los deportes, practicó natación con Huemul Lino y el Chino Weigandt; pero su amor ha sido siempre el básquet, y siempre ha estado vinculado a distintos planteles de por aquí, pero sobre todo del Club All Boys, donde tiene tantos amigos.
Pero además, por si alguien no lo sabe, ha sido Eduardo un gran aficionado a la música y al baile, como que en algún momento lo llamaban el “Rey del Combinado”, una reunión bailable que periodicamente se realiza en el Jockey.
El “muchacho”, en cada una de esas fiestas, ubicado en el centro de la pista junto a una compañera, esperaba ansioso… siempre ataviado de punta en blanco, con alguna cadenita al cuello y pulseras en sus muñecas, bijouterie que le daba más brillo a su figura vivía.
Era su momento de gloria, porque el baile sólo empezaba después que el locutor le preguntara: “¿Está todo bien, Edu?”. Y ahí él levantando un pulgar y mirando la cabina del disc jockey daba la orden de partida.
Todo eso un día terminó, y Edu aún lo siente como una pérdida más…
De Villa Alonso.
Sin haber hecho nada especial, es una persona conocida. Vivió siempre, y allí sigue, en la misma casa de Villa Alonso. Sus padres fueron Francisco, que ha sido sereno del Supermercado Luro, y Coquita… “Papá era de una familia conocida de Anguil, porque tenían lo que se conocía como el boliche de Gianforte, donde estaba la cancha de pelota a paleta”, precisó alguna vez.
Edu no puede ocultar que un par de lágrimas rueden por su mejillas cuando habla de Coquita: “Se llamaba Zulema Ursulay, la Coquita... fue enfermera del Hospital Lucio Molas durante 33 años... Me duele, me duele mucho y todavía no caigo. Me quedé solito”, dice en un susurro.
“Hice macanas”.
Después todo se complicó. Vino el deterioro físico, porque confiesa que no se cuidó. “Hice macanas... lo reconozco. En marzo de 2020 me internaron en el Hospital… Estuve más de 20 días… al final por la gangrena tuvieron que cortarme la pierna debajo de la rodilla”, contó.
“Y bueno… me toca andar en silla de ruedas y todo se complica. Porque no puedo ir al básquet como antes, o andar por ahí como me gusta; pero además no puedo ni bajar a la vereda, porque están esos escalones”, señala el piso y la dificultad que se le presenta para ir a calle.
Cabe decir que enterado el intendente Luciano Di Nápoli de esta situación, en pocas horas mandó una cuadrilla que le alisó una bajada como para que esa dificultad desapareciera. “Le estoy agradecido, porque estaba como preso aquí adentro”, indica.
La soledad...
Hay una vecina, Mónica, a quien Coquita antes de morir le confió a Edu, y que hace lo posible por ofrecerle algunos cuidados, pero a veces no alcanzan porque el “muchacho” mantiene cierta rebeldía y a veces se escapa. Pero el mayor problema de Edu es su soledad… porque extraña sus amigos que, ocupados en sus cosas, a veces no se hacen tiempo para visitarlo un rato.
El que sì va siempre es el profesor Aníbal Bertón –ex gran jugador de nuestro básquet- que cada tanto lo saca a dar una vuelta… pero a Edu parece no alcanzarle y necesita que haya más gente alrededor. Y eso no siempre resulta posible.
“Que vengan mis amigos”.
“Aníbal es una gran persona y le debo mucho... pero me gustaría que más amigos me vengan a ver…”, pide y se queda serio. “Escucho música, la radio, pero ahora viene el calor y no la paso bien”, advierte.
“Estoy muy solo, y lo único que quiero es que me visiten más…”, dice en el final casi como una súplica.
Cuidado con los “vivillos”.
Aprovechándose de la soledad -y la inocencia- de Edu Gianforte, hace algún tiempo hubo personas que llegaron a meterse en su casa a vivir con él, en un acto de cuasi usurpación. Tuvieron que intervenir sus amigos del básquet del Club All Boys que, anoticiados de lo que estaba pasando, consiguieron la intervención policial que desalojó a los indeseables. Incluso se dispuso una guardia y un efectivo permaneció algún tiempo acompañando a Edu.
Pero no fueron los únicos aquellos mal vivientes, porque otros intrusos/as también pretendieron –y aún a veces lo intentan- dañar al muchacho que lleno de candidez en alguna oportunidad les ha dado lugar.
Por eso es que la persona vecina a quien Coquita –la mamá- le pidió que lo cuidara hace lo que puede. Pero es verdad que la rebeldía del personaje se la suele hacer complicada.
Edu, quien se sabe querido por mucha gente, no en pocas oportunidades –hay que decirlo- se victimiza aún más, y suele ofrecer versiones de las cosas que no se corresponden con la realidad. Lo cierto, no obstante, es que necesita que sus amigos se acerquen en la medida de lo posible, y lo saquen un poquito de ese ostracismo en el que a veces cae. Si bien se entiende, todos tienen sus ocupaciones y no siempre disponen del tiempo para visitarlo. Él precisa aunque sea unos pocos minutos… nada más.
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