Miércoles 27 de marzo 2024

El hombre que vive en las vías

Redacción 27/06/2022 - 10.46.hs

Suele suceder. Alguien que conoce alguna situación que le llama la atención e interroga al cronista: "¿Viste a ese hombre que todos los días está en la casilla de las vías, ahí a la altura de la calle Chaco? Debe ser el último empleado del Ferrocarril en Santa Rosa...", un poco afirma, y algo duda sobre lo que señala el vecino curioso.

 

Lo cierto es que un poco actuando de fisgón pasa el dato, porque lo que quiere es saber qué hace aquél hombre, y que si se puede alguien se lo cuente. "A veces lo veo que limpia el lugar, y tiene todo más o menos prolijito. Y después veo que se va en una bicicleta negra", sigue aportando en la charla.

 

Y el cronista, al cabo un husmeador como el vecino, pero que tiene la posibilidad de indagar un poco más, y después escribirlo, no se quedará con la espina. Porque tiene razón el señor. ¿Quién es ese hombre flaco y alto, que luce una colita en su pelo, y pareciera trabajar allí donde se lo puede ver cotidianamente?

 

"No. No soy empleado del Ferrocarril... ¡Qué va!", es lo primero que nos dice Juan Domingo Porcel (70), el personaje en cuestión. "Vivo aquí", dice y señala esa pequeña casilla -de no más de dos por tres-, donde transcurre buena parte de las horas del día, y también pernocta cada noche. Esa cabina no es otra que la que usaban los antiguos "cambistas"... y a pocos metros se puede observar -sobre la vereda- el sistema de palancas que los trabajadores ferroviarios debían operar cuando una formación del tren debía cambiar de vías.

 

Y el dato -eso de vivir en tan pequeño espacio- no puede menos que llamar la atención, y mueve a preguntas de cómo se puede vivir de esa manera. Porque en este tiempo el frío debe haber estragos; y en verano permanecer allí tiene que ser insoportable. "Es lo que hay...", dice el hombre sin demostrar pena alguna.

 

En Villa del Busto.

 

Juan Domingo dice que vive en ese pequeño lugar desde hace algunos meses, pero ya tuvo una experiencia de algunos años en el mismo sitio tiempo atrás. "Siempre viví aquí en Villa del Busto y teníamos la casa en Chaco 172, a unos metros de acá", dice mientras con la mano alude al "acá", que no es otro que el amplio espacio donde se ubica la mínima construcción (una suerte de garita) que está entre la misma calle Chaco, 1° de Mayo y Caminito, y tiene hacia el oeste la inmensidad de la playa del ferrocarril y las vías que se pierden para el lado de la estación.

 

El hombre no tiene problemas en contar su historia... "Éramos 13 hermanos, y ahora quedamos seis: los varones Carlos Alberto, Miguel Ángel y yo que soy el menor de todos; y también mis hermanas, Jorgelina, Elsa Lidia e Hilda. ¿Si los veo? A veces me veo con algunas de mis hermanas... pero soy solo, no tengo más familia", completa.

 

Juan Domingo está por salir, y lo abordamos mientras preparaba la bicicleta con la que se lo puede ver andando por la ciudad. Duda un poco al principio cuando le proponemos el diálogo, pero finalmente acepta. "No hay problemas... Mi padre era Isidoro Porcel de Peralta y mi mamá Natividad Coronel", cuenta.

 

Y añade que en algún tiempo trabajó en la Línea Aérea del Estado. "Eso fue entre 1975 y 1979, pero los milicos me dijeron: 'afuera'. Es verdad que mi nombre no me ayudó demasiado...", admite sonriente. Debe ser de ese tiempo en que estuvo en el Aeropuerto local que le quedó esa pasión por los aviones. "Sí, supongo que sí. Soy loco por los aviones... si hasta me compré un larga vistas para mirarlos cuando pasan por aquí arriba", dice señalando el cielo.

 

Mucha precariedad.

 

Juan Domingo narra que "la verdad es que en un momento no pude pagar más un alquiler con lo que gano y me metí aquí. La primera vez estuve entre 2010 y 2018; después alquilé también aquí en Villa del Busto, pero desde hace un tiempo volví porque no me alcanza para eso".

 

En la casilla tiene una cocina Anafe, con la que se prepara la comida; pero advertimos que no tiene otro medio para calefaccionar su "vivienda". "Me hago de todo aquí: guisos, estofados, huevos... Lo que venga. Me ilumino con una vela, y no tengo problemas con eso... a veces veo que alguna vivienda se prendió fuego con eso, pero es una cuestión de tener cuidado y saber donde hay que ubicarla: yo pongo la vela en el pico de una botella con agua, y cuando se termina lo que queda va al fondo y evita cualquier problema", enseña.

 

Después agrega que no tiene baño "porque sólo hay lugar para la cama". ¿Y cómo se las arregla? "Tengo aquí enfrente unos amigos que me permiten usar el baño. Ahí está Santiago Portalez, que es muy buena gente y al que a veces le lavo su camioneta", señala.

 

"Yo vi a Dios".

 

Hoy su figura aparece bastante más enflaquecida que años atrás, y Juan Domingo consiente que es así. "Era más grandote, sí. Llegué a pesar 110 kilos, pero hay que tener en cuenta que medía dos metros", evalúa.

 

En un momento de la conversación dice que sufrió tuberculosis, que llegó a estar muy enfermo, y que fue un momento en que se aferró a "La palabra". Y, poniéndose un poco místico cuenta: "Sí, yo vi a Dios... Estaba muerto y era que caminaba hacia una luz blanca... y era 'Él'. Lo que pocos saben es que siempre me gustaron las flores, los claveles, las rosas. Bueno, cuando iba hacia la luz en un momento dado fue como que empecé a regresar y tuve una visión, como que el camino estaba lleno de flores... y aquí estoy. Sí, volví", dice convencido. Para agregar que "ahora no le tengo miedo a nada, si tenés miedo el demonio se abusa de eso", se pone serio al afirmarlo.

 

Sin aburrirse.

 

Después vuelve sobre su situación. "Sé que aquí no molesto a nadie. Me las arreglo como puedo y no me aburro. Bueno, claro que el tren no transita más, salvo ese convoy sanitario de los otros días que pasó muy despacito porque las vías no están para otra cosa; pero hay mucho movimiento de autos, motos... ahí está la 1° de Mayo, la calle Caminito, y la gente que viene y que va... ¿El frío? Prendo un rato el Anafe y después me las aguanto. No hay problemas", cierra sin hacerse demasiados dramas.

 

Y ahora sí, con estas líneas el vecino curioso podrá conocer que Juan Domingo no es un trabajador del ferrocarril -que casi ya no quedan-, sino un okupa de un pequeño espacio. Ni más ni menos. Sólo eso. (M.V.)

 

' '

¿Querés recibir notificaciones de alertas?