Jesús, la increíble historia del Matadero
Era un joven que sólo pedía por mejores condiciones laborales. Después del golpe del '76 un grupo de hombres lo fue a buscar a su trabajo, lo metió preso y más tarde fue prescindido como tantos otros.
MARIO VEGA
El frío inclemente del invierno pegaba duro sobre la ciudad... los hombres y adolescentes (casi pibes) que desarrollaban la tarea en el Matadero municipal usaban con destreza sus afilados cuchillos para faenar cientos de corderos y vacas, y las reses se iban amontonando en los ganchos de las paredes del lugar. Una tarea durísima que llevaban adelante nada más que diez operarios, y que debía atender las necesidades cárnicas de una ciudad que todavía era nada más que un pueblo más o menos grande.
Eran condiciones de trabajo infectas, sin las menores comodidades, con ropa (personal, de cada uno) absolutamente inadecuada, y las condiciones de higiene y salubridad ni siquiera una aspiración.
¿Bromatología?
Bromatología era una palabra que pocos conocían, y por eso ni se asomaba la posibilidad de una oficina municipal que controlara lo que la población iba a comer cada día. "Si hasta ratas sabía haber en ese lugar de donde salía la carne para la ciudad... eso comían los santarroseños. Iba un veterinario que le hacía un corte en el cuello al animal y si sangraba bien adelante... y si tenía alguno con pus y se podía sacar aparte eso sí se tiraba. Pero obvio que si había una parte infectada todo el animal debía estarlo", reflexiona Jesús ahora.
Durísima jornada laboral.
"A las 4 de la mañana se mataba el primer animal... hiciera frío, lloviera o nevara. Eso hasta las 2 ó 3 de la tarde; y a veces había que salir a repartir las reses por el pueblo en camiones; aunque también se hacía en carros tirados por caballos y, algunos, en las cajas de las camionetas. Si vieran ahora como era aquello se querrían morir...". El que cuenta con lujo de detalles lo que era el Matadero Municipal hace más de cuatro décadas -casi cinco- es Jesús Oscar Rodríguez (68), quien cuando empezó a trabajar allí tenía... nada más que 14 años!
Condiciones indignas.
"Y... era así. Había que salir a trabajar bien de pibe, no quedaba otra. Mi papá trabajaba en el Matadero y me empezó a llevar desde chiquito, cuando solamente tenía 10 años y aprendí el oficio de faenar animales, así que sé muy bien en qué condiciones se trabajaba... en invierno como contaba; pero había que ver lo que pasaba en verano... con la cantidad de inmundicias que se tiraban, con los cueros y las vísceras de los animales desparramadas por todos lados. Imagináte lo que eran las moscas y el olor a podrido con que nos íbamos de ahí", relata.
Y vaya si tiene para contar Jesús. Porque ya a sus jóvenes 23 años supo que el pobre no tenía derecho a pedir condiciones dignas de trabajo, que el reclamo estaba mal visto y -en ese tiempo- cualquier actitud de protesta podía ser tomado como subversiva.
Quién es Jesús.
Jesús Oscar Rodríguez (68), es santarroseño, y vivió en la zona del barrio Matadero "desde que eso era sólo campo...". Cuando uno habla con él se encuentra con un hombre lúcido, inteligente, con convicciones que no lograron arrebatarle ni aquellos días injustos en una celda, ni las trompeaduras que las "valientes" patotas de uniformados le dieron, obviamente sin ningún motivo (como si pudiera haber alguno para que un grupo de individuos le pegue a alguien que está indefenso).
Tiene siete hijos producto de dos matrimonios. "Con Ana María Domínguez, a quien la conocen como la Negra Lonko Ranquel, única coreógrafa de malambo del país, tuvimos a María Laura (43) que falleció hace un par de años, producto de una comorbilidad que la complicó cuando vivía en el barrio Almafuerte, que se inundaba... Después están Griselsa Elizabeth, peluquera; Annabella, ama de casa; Pamela Natalia, ama de casa, Y luego vienen, con Silvina, Emanuel, Santiago Alejandro y Milagros; y por supuesto tengo nietos y bisnietos", completa
"¡Vos, matadero matadero!".
Le gusta a Jesús que algunos vecinos antiguos del barrio -no ya de los primeros como él y su familia- lo reconozcan. "Me dicen... 'vos sos matadero matadero'. Y es verdad, totalmente. Si esto era todo campo y no existía el Matadero. Nosotros vivíamos en un ranchito en lo que sería Tierno y Circunvalación, y fui a la vieja Escuela 37 (hoy frente al barrio Vial) que la tiraron abajo...".
Y sigue: "Por aquí (señala lo que es la cárcel de menores y la zona circundante) y hasta lo que es avenida Palacios no había nada... unas pocas casas sueltas, quintas desparramadas que me parece que el gobierno les había dado a las familias Lecitra, Colman, Vidal, los tamberos Morales, Ortiz, Martiní, los Rodríguez... Donde ahora está la Quinta de las Monjas (en realidad hoy Club San Martín) vivían los Corneali, y más allá los rusos Barón, Seibal y Milanese", los menciona.
Las primeras casas.
Recuerda que las primeras casas se empezaron a instalar sobre calle Congreso. "Los santarroseños con más años lo deben tener presente: era un medio tubo de chapa, y también algunos tranvías en desuso, que después creo que se los llevó el Ejército, porque a algunos habitantes les dieron ladrillos y chapas para que se hicieran las casas. Siempre fue un barrio de laburantes... aunque en algún momento se lo conoció como un barrio bravo. Aquí nací y aquí sigo... si cuando pasaron los años y me casé seguí viviendo por aquí", dice casi con orgullo.
Un rancho con piso de tierra.
Y refuerza lo del laburo... "Es que no quedaba otra, porque era todo muy precario... Recién después que me casé llegué a vivir en una casa con electricidad. Cuando vivíamos con mi familia era un ranchito de adobe y paredes de chorizo (barro y paja) y por supuesto piso de tierra. Había que salir a buscar leña porque se cocinaba con un tarro-brasero. Y por aquí era para casi todos igual, porque el que podía tener una cocina a leña era un lujo", sonríe indulgente con su memoria.
Tiempos difíciles.
Y cuando Jesús cuenta su historia, la del Matadero, la del barrio en que nació y se crió y en el que todavía vive, es también la de una buena parte de Santa Rosa. Y su relato resulta francamente atrapante. Porque devela como era la sociedad en aquellos tiempos, cuán deficientes resultaban los cuidados de la población en aspectos tan sensibles como es el de la alimentación, habida cuenta de cómo se trabajaba.
"Hoy que todo es tan distinto nadie puede darse cuenta lo que era aquello... en invierno, todos mojados, los pantalones arremangados lavando achuras... Pensá en una panza de vaca que se abría, todo el vapor que salía de allí, la apostema que te ensuciaba... ni guantes, ni cascos nos daban. Íbamos cada uno con su ropa, y si te lastimabas con esos cuchillos filosísimos que usábamos el médico no te prestaba mayor atención... yo era re pibe, pero lo recuerdo todo muy bien", asegura.
Sin vacaciones.
En el tiempo en que trabajó en el matadero se desempeñaban nada más que 10 personas, faenando algunos días entre 120 y 140 vacas, y para las fiestas llegaron a carnear hasta 600 corderos. Algunos eran sólo pibes -como él mismo que empezó con 10 años-, como Carlos Santana (ex corredor de bicicletas) que también era chico; los Sequeira...
Los operarios le cobraban a los carniceros "en negro de acuerdo a lo que pesaba el animal... ganábamos bastante bien, pero trabajábamos de lunes a sábados, de 4 de la mañana hasta que se terminaba... y nunca tuvimos vacaciones. Los carniceros compraban los animales y los traían aquí, donde ahora está la reserva de caldenes, donde se podía ver una laguna negra por la sangre que bajaba del matadero... Por ahí venía gente de por aquí cerca y nos pedían algo de carne, pero por lo general la policía los corría", rememora.
Preso y prescindido.
Después que una patota policial lo fuera a buscar a su trabajo en el matadero, y que resultara prescindido -él nunca firmó una renuncia, pero en su legajo hicieron figurar que así fue-, Jesús tuvo que hacer de todo para seguir viviendo. Tenía una familia y había que trabajar. "Y sí... por eso fui arriero: he llevado tropas por más de 200 kilómetros, me ha tocado estar 10 días en el campo, andar a caballo... Había que apechugarla", sostiene.
Pero además su capacidad le permitió aprender otros oficios: "Enseguida que salí en libertad me metí a trabajar en una empresa de construcción, pero sé que fue alguien a decir que me tenían que dar los peores trabajos, y me tuvieron días rompiendo hormigón con una barreta; y la verdad es que no me importaba, porque si tenía que andar moviendo reses que pesaban 400 kilos, para mí no era un problema", señala.
Electricista y gasista.
Es agradecido y no quiere dejar de mencionar a Carlos Ortiz, primo hermano de su madre que lo llevó a trabajar a Parque Luro. "La verdad es que él me dio una mano terrible, porque vio que me gustaba y me enseñó el oficio de electricista y gasista... pero no sólo eso, sino que además me compró las herramientas", expresa.
Precisamente esa ayuda le permitió después trabajar en distintas empresas -Andreatta, Santajuliana, Iaco Construcciones-, y estuvo "en la construcción de la Escuela Agrotécnica, la del Butaló, haciendo redes de agua y colocando tanques de agua elevados en distintos pueblos. Eso hasta los 64 años, porque la salud no me dio para más", explica.
Un hombre activo.
Hizo muchas cosas Jesús. Es una persona inquieta que se formó en la calle. "Anduve por todos lados haciendo de todo... Siempre corrí en bicicleta, y además nadaba, jugaba al fútbol, pero sobre todo me gusta el baile: soy bailarín de folklore desde los años '70, con Guito Gaich y Cuni Prado, que tenían un grupo excelente... Tuve la suerte de participar en Laborde (Córdoba) en un Festival Nacional del Malambo representando a La Pampa". Dejó de bailar en el '87 y por 18 años se alejó del todo de la danza, "aunque en algún momento volví por un tiempo con el grupo Sentimiento". Exalta las virtudes de Ana María Domínguez como profesora y coreógrafa, con quien supo colaborar. "Ella formó entre otros al Indio Rossi que fue campeón nacional; y al Pampa Pérez que también es muy reconocido", expresa.
Por pensar.
Se dice amigo de Cacho Arenas, de Delfor Sombra y de Fernando Dagué, con quienes compartió muchas horas en el Temple del Diablo; también con Sara Riesco en "Estampas Sureñas" en el local de la Roque Sáenz Peña, donde está Faerac.
Claro, con esas compañías, y siendo un hombre pensante aquellos que decían ser la reserva moral de la Nación lo veían como alguien potencialmente peligroso.
Y si además eran de los que reclamaban justicia...
Por eso fue denunciado por alguna autoridad municipal de aquellos tiempos, preso y prescindido.
Por reclamar.
La pasó mal Jesús. Muy mal... Mientras se desempeñó en el viejo Matadero supo de injusticias y sinrazones, y también de la arrogancia de quienes tenían algún cargo en el municipio. Se mordió la rebeldía mientras pudo... pero no siempre se pudo contener.
Por hacerse escuchar, por reclamar, un día cualquiera -o no tan cualquiera porque su memoria registra con meridiana precisión aquel 5 de julio de 1976- lo metieron preso primero, y después lo echaron. Lo prescindieron como a tantos otros que todavía reclaman por sus derechos conculcados.
Junto a Julio Braile, quien fue secretario general de SOEM; y Miguel Maldonado que era adjunto; y muchos otros que fueron separados de sus cargos por el "delito" de pensar distinto -y a veces sólo por arrogarse esa facultad, la de pensar-, hoy se encuentra demandando que les reconozcan aquellos años como trabajadores municipales. Porque fueron a parar a la calle y por supuesto no alcanza con un reconocimiento honorífico para saldar la deuda que la sociedad, y el Estado, tienen con todos ellos.
Sólo justicia.
Quien no lo haya sufrido tal vez no alcance a entender acabadamente lo que puede significarle a una persona que sí le tocó lo que es soportar tanta ignominia, tanta ilegalidad, tanta infamia. "Sufrí mucho... primero en el laburo, que me dejó huellas en los huesos, cicatrices... tengo un stent en el corazón, diabetes, insuficiencia renal, dos operaciones por cáncer... Creo que todo tiene que ver", razona.
Pese a todo hoy Jesús no guarda rencores... Por el contrario. Ni siquiera le apunta a sus denunciantes, pero sí quiere justicia, una reparación justa. Para sí y para otros como él... "Sí, porque al final se puede decir que logré zafar, pero la verdad es que yo no hice nada... Al contrario, siendo apenas un chico ya laburaba como burro... Era pibe y medio idealista, pero eso no constituye ningún delito, ¿no es cierto?".
Sucintamente esa es la historia de vida de Jesús Rodríguez... ese hombre que, como le dicen por allí, es orgullosamente "matadero matadero...".
"Me sacó Copete".
"Te van a venir a buscar, andate", le advirtieron a Jesús Rodríguez. Era pibe, idealista, y no había hecho más que reclamar mejores condiciones de trabajo.
"Eran las 7 de la tarde y estaba laburando desde la mañana... De pronto llegaron ocho tipos en dos autos, todos de traje y con armas bajo los sacos: '¿Usted es Jesús Rodríguez?', me preguntaron. Era evidente que me vendieron porque enseguida me empezaron a decir que yo levantaba a la gente para que hicieran huelga. Si bien era delegado gremial lo que se pedía era justo: ropa para la tarea, reemplazos de personal porque de 10 que éramos sólo 6 estábamos trabajando...", recuerda.
En un jeep de la municipalidad lo llevaron a la Seccional Primera: "Cuando me iban entrando había un grupo de militares que se reían... '¡Métanlo preso con botas y todo!' decían, porque yo estaba con las que usaba para el matadero. Me metieron en un lugar sin luz, y sin nada. Estaba congelado, con la ropa mojada... lo cierto es que ese día salí a trabajar y casi no vuelvo a ver a mi familia". Era el 5 de julio de 1976.
Golpes sin razón.
Le dijeron que estaba "a disposición del Poder Ejecutivo Nacional. "Me dieron una buena trompeadura; y después en Jefatura de Policía me volvieron a pegar en el subsuelo. Pedían que diera nombres, y me decían: 'ustedes lo que no saben es que los vamos a educar, porque para eso tenemos las armas'. La pasé mal de verdad", evoca.
El secretario del juez federal (Carlos Walter Lema) lo interrogó, y hasta le dio un consejo: "No digas nada, no hables con nadie. ¡No sabés las cosas que están haciendo! Si decís algo vas a Rawson...", lo advirtió.
Luego de algunos días detenido por la Subzona 14 le dieron la libertad, pero ya no pudo regresar a trabajar. Lo curioso es que después iba a aparecer una resolución municipal donde se indicaba que Jesús Oscar Rodríguez presentaba la renuncia desde el 14 de enero de 1976; como se ve antes del golpe y del verdadero momento de su detención.
Jesús expresa que "hay que decir que hubo un abogado que se la jugó. Me sacó 'Copete' Di Nápoli", el padre de Luciano, el actual intendente de la ciudad. "A nosotros como trabajadores nos discriminaban porque éramos del Matadero... nos querían cambiar las ideas, y que no reclamemos nada", apunta.
Indemnización.
Ahora que con otro grupo de prescindidos vienen formulando un reconocimiento al Estado provincial, reprocha que se diga que no habrá una compensación económica. "Molesta que digan que no hay plata... a mí cuando me metieron preso sin causa alguna no me preguntaron si en mi casa había plata... Lo que tienen que hacer es gestionar, en Nación o donde sea, e indemnizarnos como corresponde", exige.
Jesús fue un perseguido político que la pasó muy mal. Al punto que ahora mismo tiene que agradecerle a un amigo, Fabián Montivero, quien le ofreció un lugar para vivir. Obviamente en el Matadero, donde estuvo toda su vida.
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