Jueves 16 de mayo 2024

“Pocho” Roldán y todos sus recuerdos

Redacción 11/03/2024 - 00.27.hs

Si mencionamos a Remigio Alberto pocos prestarán atención, pero si hablamos de Pocho Roldán habrá muchos que sabrán de quién se trata. Ha sido un personaje de la ciudad, de otros tiempos de esta Santa Rosa. Hoy, y desde hace rato, atraviesa la etapa del ocio y los recuerdos.

 

¿Quién es Pocho Roldán?, se preguntarán algunos. Fue alguien que desarrolló un lindo oficio -ya casi desaparecido-, que es el de trabajador de “imprenta de obra”, que así se las llamaba. Pero ha sido, además, un reconocido músico, con lo que podría resumirse decir que es de esas personas que tienen más noches que la luna.

 

Porque la condición de noctámbulo se daba, precisamente, a partir de sus trabajos: el de gráfico; y el de músico de distintos grupos con los que también hacía unos buenos pesos en tantos bailes que supieron animar.

 

La noche tiene su sortilegio, su magia, su misterio… y tiene cosas muy lindas y también tentaciones. Pero Pocho pudo salir indemne. “Porque siempre la respeté. Nadie es más vivo ni más piola porque ande de noche”, reflexionó. Aquella gente ostentaba la doble condición de noctámbulo obligado por sus oficios: el de músico y el de trabajador gráfico de un diario.

 

Ha sido de esa clase de gente cuyas existencias Hamlet Lima Quintana definía como nadie en un par de versos: “Que no te falte tiempo/para comer con los amigos/partir el pan,/reconocerse en las miradas./ Deseo que la noche/ se te transforme en música/ y la mesa en un largo/sonido de campanas”.

 

Así vivían los hombres como Pocho, porque hicieron de la noche, la música y el trabajo un compendio que se resumía en códigos y amigos que compartían ese modo de existir.

 

Sobre su trabajo de imprentero recuerda: “Era tipógrafo sobre todo, pero también aprendí de impresión, tanto en la plana como en la minerva, el oficio completo. Empecé en el diario La Capital de don Raúl Márquez y doña Ofelia Gazzia, pero estuve en La Arena y Germinal. Y además en muchas imprentas de la ciudad”. Eso fue hasta que al final instaló su propia pequeña imprenta en la calle Gil.

 

Venido de Anguil.

 

Llegado a los 90 años hoy repasa los viejos buenos tiempos, acompañado de sus hijos y sus nietos. Aunque el destino le dio un duro golpe y en octubre del año pasado le arrebató a Ester, de quien Pocho dijo ha sido “el gran amor y compañera de vida”.

 

Nacido en Anguil, los padres fueron don Remigio (venido desde La Rioja), y doña Aurora Ramos. Eran nueve hermanos, y sobreviven Pocho y los mellizos Juan Ramón (El Negro), y Cachi, ambos también destacados musiqueros.

 

El amigo Pocho tiene cuatro hijos -dos de su primer matrimonio-, Marcela y Mariana; y Juan Alberto y Silvina. Sus nietos son Juan Manuel (33), Karen (31), Emilia (18) y Félix (8).

 

Estos días –entre el piberío que se junta por las tardes en los jardines que están entre la Casa de Gobierno, la Terminal y la Legislatura--, no dejó de llamar un poco la atención ver dos personas sentadas en sendas reposeras al pie del enorme árbol que se alza frente a la rotonda. Uno de ellos, el pelo blanco y revuelto, y la sonrisa fácil que es su marca registrada.

 

Pocho estaba acompañado de uno de sus hijos, Juan Alberto, que oficiaba de cebador de mate. “Lo habitual es que lo saquemos a dar una vuelta y que nos sentemos en cualquier lado de la ciudad, así papá se entretiene y pasa una tarde al aire libre”, cuenta su hijo.

 

Juan Alberto trabaja en la CPE, y como no podía ser de otra manera, tratándose de un Roldán, está vinculado a la música. “Y sí, claro que me gusta, y toco la guitarra. Ahora estamos juntándonos con un amigo y vamos a ver que sale”. Junto a su cuñado Lucas Saavedra (sonidista del Teatro Español) y su hermana Silvina, que era la cantante del grupo, durante un tiempo formaron la banda “Sangre de raíz”.

 

Pocho y la música.

 

Los Roldán vivían en Anguil “frente a un piringundín, donde todas las noches se escuchaba música, así que nosotros chochos porque ni radio teníamos”, explicó Pocho. Y hubo otro antecedente: “Un día cayó Leoncio Ramos, que era hermano de mamá, y cantó en la cancha de pelota a paleta, ensayó en casa y a la noche lo fuimos a ver, así que casi que allí empezamos”, precisó.

 

Y empezó a codearse con musiqueros de la talla de Paulino Ortellado, Alberto González y Terencio Fernández. “Intentaba robarle algunos tonos a Paulino, y a los otros guitarreros, y me encerraba hasta que los sacaba”. La música lo atrapó para siempre.

 

No podía faltar el trío y fueron Los Hermanos Roldán con Cachi y el Negro, haciendo folklore, pero pasando por lo melódico, el tango y el jazz. Después estuvo en Los Chasquis, con Oscar y Mecha Tubán; en Los Ranquelinos, en el Grupo Ensamble; y tocó con Ernesto Del Viso, Laura Paturlane y el Changui Acosta. Participó de la orquesta Splendid de General Pico, con Abel San Martín, Carlos Tomaselli y Juan Carlos Corso.

 

En Castex tuvo una anécdota graciosa: "Me había comprado una moto y me iba a vivir a Córdoba, así que agarré la 35 a fondo. Alguien llamó a un amigo porque necesitaba un músico y aquel le dijo que iba un ‘loco’ por la ruta con una guitarra. Don Domingo Beltramino me esperó en la estación de servicio, me habló y me dijo que me necesitaba porque esa semana era la Fiesta del Trigo. Me quedé para la fiesta y tres años más...", contó riendo.

 

Tocó con todos.

 

Roldán integró orquestas con José y Juan Cambareri; con Héctor Berardi. Integró Gotán Trío con Domingo y Jorge Riela; y estuvo en el Trío Tango con Cueto y Mario Sáenz. Pero no sólo eso, porque con su guitarra acompañó a celebridades como Enrique Dumas, Jorge Sobral, Jorge Valdez, Ricardo Marín, Claudio Aguayo y Pablo Martín.

 

Y cómo no mencionar que fue integrante de Los Violentos. La formación era con Pocho, Julio Braile, Horacio Mansilla, y Lito Sepúlveda. “Nos vestíamos con pulóveres rojos, pantalones negros y hacíamos temas de Los Beatles, Elvis, Los Iracundos. Tocábamos en una confitería frente al Banco Pampa, y era todo un éxito. Pero también en el Club Santa Rosa con bailes en la cancha de básquet donde iban multitudes”, rememoró.

 

El grupo devendría en Grupo 04; y en tanto Pocho se unió a “Piojo” Domato, Jorge Sánchez, y Pinky Pumilla, y cantaba Bocha Campos.

 

Hoy, para ayudar a mitigar la tristeza de alguna pérdida, los hijos y los nietos lo acompañan. Y regularmente se lo podrá ver a Pocho tomando mate en cualquier sitio de la ciudad, distrayéndose un poco, y tal vez recordando lindas y antiguas épocas. Y aunque sus manos no son ahora tan ágiles como en los buenos viejos tiempos, de vez en cuando le arrancará un acorde a su guitarra. Pocho Roldán. Fue uno de esos nochernícolas de los que hablaba Bustriazo… Pero sobre todo un músico de todos los tiempos.

 

Ponerse a llorar o ir al baile.

 

Hoy las cosas han cambiado tanto que quienes trabajan en el oficio de la impresión no pueden dimensionar lo que era antes. La tecnología, la computación, llevó a que el viejo arte de tipógrafo sea hoy un recuerdo. Antes los diarios se armaban letra por letra -parando en un "componedor" una al lado de la otra para formar frases y palabras-, las que iban tomando la forma de la página en una especie de marco de metal.

 

Los diarios se imprimían en las viejas máquinas “planas” muy de madrugada -porque se terminaba de redactar y armar las páginas muy tarde, aunque un poco más acá en el tiempo la linotipo apuró bastante el trámite-, y los canillitas de LA ARENA sabían que con suerte se podían llevar los ejemplares a las 4 ó 5 de la mañana.

 

Pero a veces pasaban cosas. Pocho Roldán y el Vasco Arrué (viejo linotipista) estaban terminando el trabajo de taller, y cuando trasladaban la página armada hasta la impresora la "forma" se desarmó y cayó... letras diseminadas por el piso eran, a esa hora, una catástrofe.

 

Poco antes Pocho y el Vasco habían coincidido en que irían al baile del Club San Martín, que “se ponía buenísimo”. Cuando el “accidente” ocurrió se miraron y no sabían si llorar... o irse al baile. Se pusieron el abrigo y se fueron. “Qué ibamos a hacer solos y a esa hora...", reflexionaron.

 

“Nos fuimos al baile, y por supuesto nos echaron”, contaron. Pero era todo tan distinto a este tiempo. “Lo que pasaba era que no cualquiera hacía nuestro trabajo, a la tarde nos fueron a buscar y volvimos como si nada”, se ríe hoy Pocho al evocar el episodio. Otros tiempos, que dudas caben…

 

(M.V.)

 

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