Lunes 16 de junio 2025

Por el mundo en “un amigo fiel”

Redacción 16/06/2025 - 00.03.hs

En estos tiempos el acceso a distintas maneras de viajar, e ir de un país al otro, es para algunos moneda corriente. Aunque por supuesto no todos tienen las posibilidades económicas para afrontarlo. Pero así como mucha gente va al exterior también es bastante común encontrarse en una calle cualquiera de la ciudad con extranjeros. Andan por aquí, hace años, personas de diversas nacionalidades. Por supuesto muchos provenientes de países limítrofes –Bolivia, Paraguay, Chile, Brasil... y aún procedentes de China y Çorea-, y entre todos destacan los senegaleses que a esta altura se han convertido en unos vecinos más de la ciudad.

 

Todos llegados por distintas circunstancias, a ejercer diversas actividades. Algunos dedicados al comercio –en mayor o menor-, otros porque encontraron motivos para venir y afincarse por aquí.

 

Obviamente también están los que andan de paso y permanecen unos días –o quizás unas pocas horas- y siguen su camino.

 

Por estas horas, circulando por Avenida San Martín Oeste, al cronista la llamó la atención una Citroneta color naranja (caracterizado por un cartel que la bautizaba como “La Chicholina”), y ahí nomás siguiéndolo en antiguo Citroën 2CV.

 

Llegados de Francia.

 

En el semáforo donde ambos vehículos se detuvieron, estuvo la oportunidad de preguntar: “¿De dónde son ustedes?”. La respuesta fue: “venimos de Francia”. Y allí se produjo un nuevo interrogante: “¿En el Citroën?”. La respuesta afirmativa dejó atónito al preguntón.

 

Es que no parecía ser el mejor vehículo para semejante lance. Un auto modelo 1955, cachuzo, de un color grisaceo azulado, que llevaba encima una suerte de caja envuelta en nylon a modo de equipaje.

 

Naturalmente la curiosidad creció en el interlocutor, que siguió a ambos vehículos hasta donde iban: Ayala casi Sarmiento. La vivienda de Ariel Hecker, el santarroseño que manejaba la Citroneta. Y una vez allí el diálogo cordial para inquerir de qué se trataba esa aventura.

 

Vinos.

 

“Sí, venimos de Francia. Somos de Borgoáa, al sur de París”, dijo el hombre que manejaba el Citroën 2 CV, chapa de ese país DD-8 39-LA. Obviamente el lugar de donde proceden es la región tan reconocida por sus vinos. “Me llamo Arnaud Kolland (40) y ella es Lucie Dragan (un poco más joven)”, presentó a ambos.

 

Amables, comunicativos, acceden a contar aspectos de este viaje que ya les hizo hacer 32 mil kilómetros en ese noble automóvil, recorrido al que sumarán -al final de su excursión- otros miles de kilómetros hasta andar rondando los 50 mil. ¿Una locura? Para quienes tenemos costumbres más urbanas, que elegimos otro tipo de paseos supuestamente más confortables sí, una suerte de delirio.

 

Pero esta parejita prefiere eso de salir a la ruta y andar… y andar. Y si es un auto muy especial como puede ser un antiquísimo Citroën, mucho mejor.

 

Se ríen cuando se les comenta que están llevando adelante un desafío increíble, en un vehículo con el que pocos se animarían a asumirlo.

 

Un auto especial.

 

Lo cierto es que quienes conocen de autos y sus historias, quienes entienden de marcas y modelos, saben fehacientemente que el Citroën es un carro muy especial. Por supuesto están los que lo encuentran feo, poco atractivo en sus formas; pero también los que valoran un diseño “distinto”, confiable, y lo consideran además icónico.

 

Se habla de los primeros, de los 2CV y los inmediatos 3CV. Porque hoy en día hay modernísimos modelos de Citroën que nada tienen que ver con aquellos que fueron diseñados allá por 1948.

 

Dicen los que dicen saber que el Citroën 2 CV fue creado en Francia para motorizar a las clases populares. Porque eran barato, con bajo consumo de combustible, y muy elemental: disponía de un motor de dos cilindros opuestos refrigerado por aire, y contaba con un ingenioso sistema de suspensión que le permitía transitar por caminos en mal estado.

 

Apenas a 70 km.

 

En estos tiempos en que los autos modernos desarrollan velocidades impresionantes –y consecuentemente peligrosas-, un Citroën 2CV no puede andar más allá de los 60 ó 70 kilómetros por hora. A los ansiosos, a los que quieren llegar ya, naturalmente no les gustaría tener que viajar en uno de ellos.

 

Pero no es el caso de Arnaud y Lucie, que marchan tranquilos y sin apuros a los destinos que tienen pensado llegar.

 

“Arrancamos en Francia embarcando desde el puerto de Marsella hasta la Guyana Francesa, con el auto en un contenedor. Allí comenzamos la gira por Brasil, hicimos la Amazonia hasta Iguazú en Misiones. Después tomamos para Uruguay, que lo recorrimos casi todo; y luego Buenos Aires”, precisa Arnaud. Lucie aporta que el viaje siguió “por la ruta 3 hasta Ushuaia, hicimos buena parte de la ruta 40; y cruzamos a Chile por Paso de Agua Negra”.

 

Y obviamente cabía la pregunta: “¿Y se la aguantó el autito?”. “Si, no hubo ningún problema aunque ese lugar está a 4.700 metros de altura. Pero ningún problema”, contestó el hombre casi orgulloso mirando su “máquina”.

 

Lo que viene.

 

“¿Qué viene ahora? De aquí por la ruta 5 hasta Buenos Aires, y luego la idea es hacer la costa, Mar del Plata y más tarde dar la vuelta y agarrar para el norte de Brasil… Creemos que nos quedan todavía dos meses más de viaje hasta volver a embarcar para Francia. Estamos disfrutando mucho…”, dicen y se miran sonrientes.

 

Arnaud es el que maneja todo el tiempo, y señala que “lo hacemos a 60 ó 70 kilómetros… depende cómo sea el camino. En Borgoña soy jardinero, y Lucie es diseñadora gráfica. Por ahora no tenemos hijos, así que podemos disponer de nuestro tiempo”, argumentan.

 

El Citroën 2CV en el que se trasladan es el auto personal de la pareja, el que utilizan en Borgoña todos los días. No es el primer viaje que hacen porque en 2019 fueron hasta Irán; y también visitaron Marruecos, siempre en el mismo cachuzo autito que, como se ve, ha sido toda una garantía. “No tengas dudas –dice casi con orgullo Arnaud-; anda muy bien y no lo cambio por nada”.

 

En el interior llevan todo lo necesario para cocinar en el lugar que elijan para acampar. “Una caja con ropa, comida… armamos la carpa, pasamos las noches, recorremos algo del lugar donde nos toque y seguimos. Todo el tiempo es así, y lo disfrutamos”, acuerdan Arnaud y Lucie.

 

“¿Argentina? Es muy grande, pero vemos que la gente es muy hospitalaria, simpática… y hay paisajes increíbles. Estamos felices de haber llegado hasta aquí”, completan.

 

“Tenemos un espíritu viajero. Es una vida que amamos, y cada vez que podemos lo hacemos. Siempre con nuestro fiel Citroën”, cierran.

 

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