Jueves 31 de julio 2025

Presenciando el futuro en tiempo real

Redacción 31/07/2025 - 00.33.hs

Viajar a San Francisco con dos de mis hijos fue una experiencia inolvidable, llena de contrastes y sorpresas.

 

Desde el primer momento, la ciudad nos envolvió con su mezcla única de historia, modernidad y paisajes de película.

 

Recorrimos los clásicos que recomiendan a los visitantes: el imponente Golden Gate envuelto en niebla, la mítica Alamo Square con sus Painted Ladies (bella a pesar de la multa de tránsito que nos llevamos), el vibrante Chinatown y por supuesto los legendarios tranvías que se deslizan con esfuerzo por las empinadas colinas.

 

Caminamos por el puerto, incluyendo sus atracciones turísticas como Fisherman's Wharf, Pier 39 y el Ferry Building. Observamos a lo lejos la otrora famosa cárcel de Alcatraz y disfrutamos el encanto retro de Haight-Ashbury, con su espíritu hippie intacto.

 

Pero lo más impactante de todo nos esperaba sin anunciarse: en medio de ese entorno tan característico aparecieron ellos. Autos sin conductor, totalmente solos, circulando por la ciudad como si fuera lo más normal del mundo.

 

Eran los famosos Waymo, los autos autónomos de la empresa de Google, que se están probando -y ya operan como servicio real- en varios barrios de San Francisco.

 

Nos miramos los tres (mis hijos y yo) y supimos que no íbamos a poder resistir la tentación. Descargamos la app de Waymo, pedimos un viaje como si fuera un Uber…y minutos después estábamos subiendo a un vehículo sin chofer. Solo nosotros, con pantallas, sensores y cámaras, pero ningún volante humano a la vista. Nos saludó una voz robótica, nos ofreció poner la música que deseáramos…y arrancamos.

 

Asombrados e incrédulos observamos la precisión con la que manejaba; frenadas suaves, giros perfectos, respeto a los peatones y ciclistas.

 

Fuimos testigos de cómo resolvió una situación imprevista: una autobomba de bomberos estacionada en doble fila, primero intentó superarla invadiendo el carril contrario pero al detectar que venía tránsito por ese lado abortó ese intento. Enseguida en la pantalla apareció un cartel que nos decía que no bajáramos del vehículo, que en instantes el viaje se iba a reanudar. Enseguida consiguió superar el obstáculo y el viaje continuó normalmente.

 

Estábamos dentro de un episodio de Black Mirror, pero sin el lado oscuro.

 

Fue un viaje breve pero suficiente para sentir que estábamos presenciando el futuro en tiempo real. Al bajarnos, mis hijos hablaban de sensores, IA y de todo lo que sintieron. Yo solo pensaba que no creía que en esta vida iba a ser testigo de algo así… y me preguntaba si esto va a ser normal dentro de unos años.

 

San Francisco nos regaló vistas inolvidables, comidas riquísimas, hermosos paisajes y vistas, pero lo que más vamos a contar una y otra vez es que nos subimos a un auto sin conductor y llegamos sanos, salvos y fascinados, deseosos de contarles a todos los amigos la inolvidable experiencia.

 

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