No hay infierno debajo de nosotros
Esta semana se cumplieron cincuenta años del lanzamiento del álbum «Imagine», de John Lennon: su mayor éxito después de Los Beatles, y posiblemente, su canción solista más famosa. Tanto es así que el año pasado, en plena cuarentena, un grupete de celebridades argentinas más o menos desafinadas acometieron una espantosa versión, supuestamente esperanzadora, de la canción que da título al álbum. Lo cacofónico no sería nada, sino fuera porque encima, en la traducción, cambiaron el verbo «imagínate» por «supón», semánticamente un crimen, ya que hay una distancia enorme entre imaginar y suponer. Pero bueno, para una traducción mejor hubiera hecho falta… imaginación (que no abunda en esos páramos).
Segundo.
Este fue el segundo disco solista de Lennon, si olvidamos pudorosamente sus collages sonoros con Yoko Ono, y su chapucero álbum en vivo en Toronto. Pero hay coincidencia sobre que, en realidad, su obra maestra como solista fue el disco anterior, «Plastic Ono Band», realmente único por su autenticidad, su visceralidad y su simpleza.
No existían precedentes, en la música popular, de un artista que se desnudara de tal modo ante su público, demostrando su vulnerabilidad y sus traumas (particularmente edípicos) y destruyendo en buena medida el mito que se había construido en torno de él y de Los Beatles. En la canción «Dios», que destila un robusto ateísmo («Dios es un concepto por el cual medimos nuestro miedo») se encarga de declarar que «el sueño ha terminado», e insta a sus seguidores a continuar con sus vidas.
Pero a más de esa honestidad brutal, lo que aquel primer disco entregaba era un puñado de canciones tan simples como geniales, una de las cuales, «Aislamiento» era bastante más adecuada para acompañar los tiempos de pandemia (como bien lo entendió Johnny Depp en su versión junto a Jeff Beck).
Dispar.
El disco «Imagine» es bastante más desparejo, con algunas canciones olvidables, como la de cierre, «Oh Yoko» (demasiado parecida a «I want you» de Bob Dylan). Comenzaban a aflorar sus gestos de militante político, por momentos ingenuos, que de todos modos duraron menos de dos años. Sus manifiestos en esta vena, en el mejor de los casos, fueron contradictorios.
En la canción que da título al álbum, por ejemplo, se aboga por una suerte de utopía, sin límites nacionales, sin religiones, sin motivos para matar o morir. Pero cuando insta a imaginar un mundo «sin posesiones», el contraste entre esa consigna y la fastuosidad de su impresionante mansión de Tittenhurst Park, rodeada de hectáreas de parques y lagos, no puede ser más palmario. Elvis Costello se divirtió bastante al respecto en su canción «El otro lado del verano» (donde además criticaba el slogan de Pink Floyd, «no queremos educación», como si no educarse fuera una opción deseable para los niños pobres del mundo).
«Imagine» es una hermosa canción, sí. Aunque suena demasiado a un himno de iglesia, defecto que Lennon mismo le había criticado a Paul McCartney por su «Let it be». Y hablando de su ex socio, el ataque que le propina en «¿Cómo duermes?» es tan artero como injusto. Afirmar que «lo único que hiciste fue Yesterday» es una falsedad, sólo explicable por un resentimiento pasajero.
Celoso.
Hay otra gran canción en el álbum, pero no es menos problemática. «Muchacho celoso» era una melodía compuesta en la India, a comienzos de 1968, bajo el influjo del gurú Maharishi (se llamaba «Hijo de la naturaleza», y tenía un tono bucólico). La nueva letra tiene implicancias preocupantes: «No tuve intención de lastimarte, lamento haberte hecho llorar, soy sólo un chico celoso».
Esta letra se entronca con otras dos escritas por Lennon para Los Beatles. «Corre por tu vida» le declara a su compañera que «preferiría verte muerta antes que con otro hombre» y la insta a que huya si quiere salvar su vida, porque «si te sorprendo con otro hombre, será el fin». Luego, en «Reparando un agujero» confiesa: «Solía ser cruel con mi mujer, la golpeaba y la privaba de las cosas que ella amaba».
Hay numerosos registros escritos que señalan a Lennon como un hombre violento. Y no sólo los del biógrafo Albert Goldman, a quien nadie le da mucho crédito en general. Lo cuentan en primera persona su esposa Cynthia Powell y su amante May Pang.
De vivir por estos días, John Lennon sería cuestionado por estos episodios, y acaso su obra sería boicoteada, lo cual sería una verdadera pena. Su legado, como se ve, es problemático. Pero con la música, como con todo el arte, lo que vale es la obra. Sólo escuchar los primeros acordes de «Imagine» transporta hacia esos años de idealismo y desenfado, que parecen mucho más lejanos que el medio siglo que pasó.
PETRONIO
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