Sabado 12 de julio 2025

El lenguaje argentino y novedades propuestas

Redacción 18/02/2017 - 00.53.hs

Señor Director:
La Academia Argentina de Letras acaba de anunciar la incorporación de nuevos argentinismos en lo que es el diccionario argentino de la lengua.
Tales novedades han sido justificadas con el viejo (pero valedero) argumento de que "son los hablantes los que dan el sentido a las palabras". Lo nuevo que puede estar sucediendo, opino, puede ser que la oralidad le esté ganando su vieja batalla a la escritura. Batalla que no cesa ni cesará probablemente. Veamos.
Las novedades que nuestra Academia incorpora a su diccionario son, entre muchas otras, las siguientes: zapallo con una nueva significación: tonto; posta vale como excelente; pomo vale también como "nada", bolazo como mentira, darse manija como descontrolarse... Se ve que los académicos incorporan nuevas palabras (no registradas por la Real Academia Española ni por la academia nacional) y también reconocen nuevos significados de palabras ya registradas. Además incorporan dichos y frases que usan los argentinos sin importarles que estén registrados o no o que tengan o hayan tenido otro sentido.
Puede advertirse que estos avances de los "hablantes", ahora, en nuestro tiempo, han dejado de escenificarse en los "suburbios" del idioma porque han podido hacer que sus modos de expresarse y el sentido de lo que quieren comunicar tengan un sitio notorio en los medios digitales. En los años de predominio del lenguaje culto solamente las personas del "centro" publicaban su manera de expresarse, especialmente en la prensa y en el libro, o sea en los medios impresos sobre soporte de papel. Digo centro como opuesto a suburbio porque en buena medida esta diferencia edilicia y también económica y social ha demarcado dos ambientes hablantes diferenciados, donde el sector más culto podía publicar y también predominaba en el lenguaje de la radio y de la televisión, en gran parte porque éste se atenía a las normas cada vez más "intrincadas" (según la expresión de un ensayista argentino) que dictan los académicos. Puede recordarse que algunos escritores se rebelaron contra este imperio de lo académico. No sólo Fontanarrosa, quien se los dijo a los académicos reunidos en Rosario.
El idioma tiene una historia que se ajusta a la del hombre, no porque éste haya tenido la exclusividad en empezar a comunicarse. Desde que la especie vive agrupada (socializada) hemos tenido necesidad de comunicarnos con el otro y ser entendidos, cosa que también hacen las aves y otras especies en la misma situación. Incluso se dice que los genes de la comunicación de las aves canoras y los del hombre son los mismos. Cuando termina el nomadismo y aparecen las civilizaciones o culturas aumenta la necesidad de una comunicación que, incluso, dejaba de ser presencial. Al parecer, ciertas transformaciones morfológicas (posición de la laringe y del hueso hioides) favorecieron evolutivamente el desarrollo del lenguaje humano para la comunicación presencial, pero como ésta no resolvía el problema de comunicar hacia el futuro ni tampoco a la distancia, apareció en su momento el lenguaje escrito, cuya importancia pasó a ser un signo de distinción que dio origen a las academias, encargadas de codificar las condiciones para asegurar una buena transmisión (a la distancia y hacia el futuro). Hay quienes han hablado de la dictadura de las academias, que habrían querido condicionar la oralidad desde la escritura.
Pienso que tanto la oralidad como la escritura reclaman cierta codificación de los lenguajes para lograr una medida de conformidad en los significados, pero, al mismo tiempo, sigue siendo verdad que son los hablantes quienes conservan la iniciativa y ahora, con los mensajes que pueden colocar en internet, recuperan la mayor influencia en las transformaciones del sentido, sin que desaparezca el papel de las academias y de su empeño por dar un orden a los procesos evolutivos.
Atentamente:
Jotavé

 

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