Jueves 08 de mayo 2025

Despedida de los títulos y honores

Redacción 21/10/2009 - 02.07.hs

SEÑOR DIRECTOR:
En plenario de comisiones el concejo municipal acordó que este cuerpo del gobierno de la ciudad deberá ser mencionado sin el adjetivo "honorable".
Lo honorable es lo "digno de ser honrado y acatado". Nadie entenderá que las comisiones del plenario municipal hayan llegado a acordar que nuestro concejo deja de ser digno de honra y acatamiento. Para un cuerpo institucional como éste importa el acatamiento y puede esperarse que la honra resultará del grado de acatamiento que tengan sus resoluciones. Si nadie acata un aumento de las tasas, el prestigio (y la honra que deriva o sustenta un prestigio) se viene al suelo; si el acatamiento es alto y las finanzas municipales resultan apropiadas hasta para gastar en viajes y cortesías, se dirá que el organismo y quienes cumplen sus funciones en él, ganan en honorabilidad, esto es, en honra y acatamiento.
El adjetivo honorable tiene raíz en el sustantivo honor, el cual hace referencia a la cualidad moral que lleva al cumplimiento de los deberes respecto del prójimo y de uno mismo. ¿Quitarse el sayo de la honorabilidad supondrá desdeñar deberes hacia el prójimo y hacia uno mismo? El honor alude a la honestidad y recato en las mujeres y buena opinión que logran con estas virtudes. Honor es, asimismo, el obsequio, aplauso o agasajo que se tributa a alguien. Honor del que invita es atender bien a sus invitados. Honor del invitado es consumir buena parte de la comida que se le ofrece.
Se dirá que con ciertas designaciones de tipo ceremonial sucede lo mismo que con las modas. Por ejemplo, con lo que se viste. Hasta principios del siglo XX alguien que se estimara como persona (y apreciara el juicio que deseaba tener de parte de los demás) no se pondría a tomar mate en camiseta, sentado a la puerta de su casa. Ni en musculosa. Ni siquiera en mangas de camisa (claro está: tampoco tomaría mate en su vereda). ¿Qué tenía de especial el sombrero en su enorme variedad, para que el buen señor no aceptase mostrarse a cabeza desnuda? ¿Qué tenía la toga; qué tiene la toga, pues aún se halla en uso en ciertos quehaceres, aunque pierde terreno rápidamente?
Veamos esto de la toga. Ahora llamamos así al traje exterior y de ceremonia que usan magistrados, letrados, catedráticos, etc., encima del ordinario. Fue prenda principal del traje nacional romano. Si hay un símbolo romano, éste es la toga, al punto que sirvió como identificación nacional. Los mencionaban (a los romanos) como gens togata (Virgilio, en Eneida). Pero, los esclavos y los extranjeros no podían usarla en Roma, de modo que la toga establecía una diferencia y proclamaba un modo de ser y existir más alto, más digno, menos compartible. Era, pues, como diríamos hoy, discriminatoria. Luego, nuestros ediles pueden haber respondido a una tendencia de época, contraria a todo lo que exprese discriminación. Con todo, lo curioso o digno de ser pensado, es que los romanos, por lo que se sabe, no se creían diferentes porque usaban toga, sino que usaban toga por estar seguros de ser diferentes, y mejores. Desde la segunda mitad del siglo XX aceleramos el proceso de destogamiento. Nuestros jueces no usan toga; ni los abogados. Los docentes universitarios suelen acudir a dar clase en mangas de camisa. Ahora se quiere mostrar lo que ocultaba el vestido y el vestido, para sobrevivir, ha tenido que ocultar cada vez menos.
La honorabilidad es una suerte de toga que la tradición impuso largamente a partir de una creencia. No que la apariencia determine al ser, sino que la apariencia que se muestra es una declaración de intenciones. En el juez, la de ser justo. En el gobernante, que deja a la puerta la toga del empresario o el menestral, y viste la de la comunidad, la del interés común. Es otro, quiere ser ese otro que la comunidad espera. Despojado de la honorabilidad (como toga), la cuestión es si la vestidura interior, la intención, el principio, subsiste.
Atentamente:
JOTAVE

 


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