Obama retrocede ante el poder corporativo
El enorme poder de las corporaciones de la salud, especialmente los laboratorios y las compañías aseguradoras, están haciendo retroceder al presidente de EE.UU. Barak Obana en su proyecto de reformar el sistema sanitario de ese país.
La intención del jefe de la Casa Blanca de cumplir con su promesa electoral de asegurar el acceso a la salud a los 48 millones de norteamericanos que hoy no cuentan con ese vital servicio parece correr la misma suerte que la que tuvo su antecesor Bill Clinton. Con ambos, los poderes económicos que se mueven lucrando con la salud, emplearon la misma estrategia: acusarlos de "socialistas", un calificativo que para el norteamericano medio, atosigado por una propaganda abrumadora, es sinónimo de diabólico.
La idea de Obama es instalar un seguro de salud estatal para atender a la población más pobre que no puede pagarse el acceso a la medicina privada. Pero eso es intolerable en el "país de la libertad de mercado", porque las empresas que participan en esa actividad temen perder una parte de las fabulosas ganancias que acumulan año a año. De hecho, es sabido que tanto la industria farmacéutica como los seguros de salud constituyen las actividades económicas más rentables y sus dueños poseen las mayores fortunas del país y del mundo. La prensa acaba de informar que dos grandes laboratorios están invirtiendo decenas de millones de dólares en lo que que denomina "lobbyes", es decir, grupos de presión que actúan sobre los miembros del Congreso.
En la televisión se están pagando costosos anuncios que descalifican la reforma de Obama porque generará muy alto déficit fiscal. Claro que esas mismas corporaciones nada dijeron del salvataje a los bancos y empresas aseguradoras que causó mucho mayor déficit al tesoro público. Cientos de miles de millones de dólares del Estado fueron destinados en los últimos meses a evitar el quiebre de esas casas bancarias propiedad de multimillonarios sin que esa "socialización" del dinero público causara tanto escándalo como el que ahora provoca el proyecto de plan de salud.
A pesar de lo que dicen las corporaciones, el sistema de salud norteamericano es muy caro aunque esté "liberalizado". Según un reciente informe el gasto público sanitario de EE.UU. es el más caro del mundo: casi 6.400 dólares anuales per cápita, que representa el 17% del PBI. Es mucho más caro que el francés (3.306 dólares), el alemán (3.251), el inglés (2.580), el japonés (2.474) o el español (2.260). Además de caro es muy ineficiente, pues 48 millones de personas quedan sin cobertura y 93 millones reciben un servicio muy limitado que obliga a gastar más del 10% del ingreso familiar en salud.
A este furioso ataque de las empresas se le suma la ofensiva de los congresistas del Partido Republicano que quieren derrotar a Obama en su proyecto y cuentan con el respaldo de algunos demócratas conservadores. No hay que perder de vista que tanto los laboratorios como las aseguradoras son dos de los sectores que mayor dinero aportan a las campañas de los candidatos. Ahora viene el pase de factura y la exigencia de que "no se metan con nosotros".
Lo peor del caso es que Obama ha comenzado a retroceder. Desde sus propias filas le aconsejan que no siga a fondo con sus planes si no está seguro de conseguir los votos necesarios en el Congreso. Por eso su gobierno comenzó a pergeñar una alternativa que no disgusta tanto a los empresarios: en lugar del temido Estado serán cooperativas sin fines de lucro las que realicen las coberturas de los seguros de salud a los pobres. Es evidente que no será lo mismo. Los grandes tiburones se deben estar relamiendo si con estas mojarritas la Casa Blanca pretende cambiar el sistema de salud tan injusto y caro. Como dijo Noam Chomsky: en EE.UU. el verdadero gobierno es el del "partido de los negocios".
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