Viernes 04 de julio 2025

Optimismo pampa

Redacción 24/06/2012 - 04.29.hs

I - El optimismo parece ser en estos días la excusa de moda para justificar lo que en realidad aparece más como el síndrome de la indecisión oficial para encarar de frente los problemas de la provincia. Ante la gravedad de la conducta pertinaz e incumplidora de Mendoza, nuestro gobierno responde con el cándido optimismo de pensar que esa provincia y la Nación cumplirán algún día alguno de los acuerdos y devolverán el rio Atuel a La Pampa. Ante la abultada deuda de la Nación de casi mil millones, nuestros voluntariosos funcionarios responden haciendo gala del optimismo de quien cree que obrará más sobre el ánimo de los cajeros nacionales una buena palabra que un buen juicio ante la Corte. Ante la evidencia de la ausencia de una política de promoción industrial, los responsables del área dicen, con más optimismo que pruebas, que hay en la provincia una fase de fuerte industrialización. Ese "optimismo", si es que así puede llamarse, sale a relucir también en su política de género cuando uno de los suyos se ve involucrado en esa conducta antisocial y, en vez de la prometida y publicitada "tarjeta roja", asoma el "optimismo" de sugerirle un tratamiento al golpeador y premiarlo con dineros públicos en subsidios. (Hay más optimismos inexplicables en el gobierno: ¿qué otra cosa que optimismo exagerado puede ser el negarse a cobrar el Ministerio de Salud un cheque de casi medio millón de pesos de una compañía de seguros? El caso tomó estado público en la semana y no ha habido ni un asomo de explicación pública de un área donde, pese a que se cuentan centavos en minutos de más o menos que se controlan en el fichaje de empleados, se regala una pequeña fortuna por razones que no resultan del todo claras).

 

II - La lista de muertos en las rutas pampeanas sumó en la semana un puñado de vidas en accidentes evitables, esto es, en rigor, en situaciones en las que la responsabilidad de los protagonistas y de las autoridades excedería, en el cálculo probabilístico, a las del mero azar. Dos de esas muertes lo fueron al ser atropellados una bicicleta y una pequeña moto por vehículos de gran porte que circulaban de noche en el mismo sentido. Las causas probables de estos accidentes son sabidas: mala iluminación de uno o ambos vehículos o falta de atención en la conducción que no hizo posible la rápida reacción de ambos sumada a la excesiva diferencia de velocidad. Ni una bicicleta ni una moto de pequeña cilindrada son vehículos fabricados para circular de noche en carreteras abiertas de alta velocidad. La escasa iluminación de sus luces traseras así lo prueba. Pero no hay en los códigos ninguna restricción a su circulación de noche pese a que, es evidente, cientos de vidas de ciclistas y automovilistas se pierden anualmente en las rutas argentinas por circular de noche. La ausencia de ciclovías y su improbable construcción en un futuro cercano no aconsejan ser optimistas. Habrá más muertes de ciclistas y motociclistas de noche si no se mejoran las condiciones de seguridad. Por eso extraña que los códigos y disposiciones comunales no obliguen, junto con el casco, a proveer a los fabricantes y hacer obligatorio el uso de chalecos reflectantes. Un accesorio barato que haría más visible la presencia de estos pequeños y lentos vehículos en la noche y evitarían, seguramente, muchos de los accidentes fatales que hoy engrosan la fatídica estadística pampeana.

 

III - El cambio de paradigma que ha significado la puesta en vigencia del nuevo código tiene de pecho hinchado a los que presumen de padres de la criatura. Pero no tiene su correlato salarial para quienes llevan ahora el peso del proceso, o sea, los fiscales. El centro de la escena instructiva son ellos y, pese a que harán el trabajo que antes hacían los jueces, seguirán cobrando lo mismo o sea, menos que los jueces. La lógica de su reclamo es sencilla: a igual tarea igual salario: si deben hacer el trabajo que antes hacían los jueces, ergo, cobramos lo mismo que ellos. Pero es dudoso que tenga buen eco a su petición. Los jueces, siempre tan dispuestos a funcionar como una corporación de empleados privilegiados dispuestos a despedazar a quien se atreva a tocar lo intangible (esto es, su salario) son también celosos guardianes de un orden de privilegios que es, también, intocable. Por eso, y aunque resulte un contrasentido, una máxima del derecho laboral tan lógica no lo es para las leyes de funcionamiento interno del palacio de las leyes. Suena a vulgar reclamo plebeyo en la juristocrática corte tribunalicia. (LVS)

 


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