Lunes 09 de junio 2025

La "expulsión de los extraños" en las instituciones pampeanas

Redacción 25/03/2013 - 03.55.hs

Norberto G. Asquini
La ola reaccionaria durante el peronismo, primero, y la dictadura militar, después, barrieron en La Pampa con experiencias novedosas y modernizadoras en la UNLPam, la UTN piquense, el SPS y hasta la Iglesia católica. El papel de los civiles y sus "sospechas gratuitas".
En los últimos diez años mucho se ha avanzado en La Pampa, y en el país, en el conocimiento de lo ocurrido durante los años de la represión ilegal. Y en todo sentido. El juicio histórico de 2010 a los represores pampeanos, procesos por desaparición de comprovincianos y los hallazgos de sus restos, investigaciones y testimonios que antes no se habían atrevido a salir a la luz, son parte de este proceso. Asistimos así a una "explosión de la memoria".
En su momento, los que comenzamos a investigar sobre esos años tuvimos delante nuestro no solo décadas de olvido, sino también temores y hasta ocultamientos que dificultaban cualquier labor. Se fueron armando las listas de los detenidos y sus casos, no sin trabajo. El nivel de conocimiento actual permite ya no solo saber sobre los casos particulares de cada víctima, sino hacer lecturas mucho más amplias de lo que significó para La Pampa el terrorismo de Estado y sus consecuencias.

 

Los foráneos.
Esta semana hubo una charla en el salón del Consejo Superior de la UNLPam que compartimos con el historiador Hugo Chumbita, la escritora Ana Lassalle y el abogado querellante en la causa "Subzona 14 II" Franco Catalani. La idea era reflexionar sobre lo ocurrido en esa casa de estudios durante su "etapa negra", que va desde fines de 1975, cuando fue intervenida por la derecha peronista, hasta 1983, con el final de la dictadura militar.
El disparador fue cuál había sido la cara civil del golpe militar en La Pampa y cómo había afectado la represión ilegal a las instituciones. En ese sentido, se puede marcar un hecho conductor que da para el análisis: la "expulsión de los extraños", de los de afuera de la provincia, de los foráneos que habían llegado a ejercer su profesión o a estudiar, como marca de esa represión.
Durante el período que se abrió el 25 de mayo de 1973, más allá de la crisis y la violencia posterior desatada en el país, se puso también en marcha lo que podríamos denominar un proyecto político bajo los lemas de la "reconstrucción nacional" y la "liberación nacional". La Argentina salía de una dictadura militar no sin violencia, retomaba el camino de la democracia con la vuelta del peronismo y se abría un camino para transformar al país que iba desde visiones extremas, con una izquierda radicalizada que apostaba a la revolución armada, hasta la derecha violenta peronista, pasando por todos los matices intermedios.

 

Experiencias novedosas.
Ese fue el espíritu de época que contagió a su manera a varias instituciones pampeanas. Por supuesto, en cada caso con sus problemas y contradicciones, pero fue un hecho que no se puede soslayar o minimizar. Podemos nombrar así en la UNLPam la normalización en 1974 con Jorge Bragulat como rector y luego Alfredo Domínguez, con la incorporación de docentes llegados de otros puntos del país para dar nuevas carreras y emprender la modernización en una casa de estudios que estaba en plena construcción, al haber sido nacionalizada en 1973. La "Universidad al servicio del pueblo" era una marca de esos tiempos.
También estuvieron los médicos que arribaron para conformar el Servicio Provincial de Salud, por un lado sus iniciadores y por otro los que se incorporaron después por concurso. En General Pico el equipo que se hizo cargo de la conducción de la facultad de la Universidad Tecnológica Nacional con el decano Carlos Agaya a la cabeza. En la Iglesia católica pampeana, aunque ya estaban trabajando desde los tiempos del obispo Jorge Mayer, sacerdotes como el tercermundista Valentín Bosch o el salesiano Cayetano Castelo, con una mirada más comprometida de la realidad. Y hasta en colegios secundarios como el de Jacinto Arauz, donde el rector y muchos docentes habían llegado desde Bahía Blanca para dar clases.

 

Depuración.
Primero la reacción derechista, producto del enfrentamiento interno en el mismo peronismo gobernante, y luego la dictadura militar clausuraron esas experiencias. Hubo desde detenidos hasta cesanteados de sus cargos. La ola reaccionaria se abatió sobre docentes universitarios, secundarios, médicos, estudiantes y sacerdotes. Fue la depuración de las instituciones. Por supuesto, los perfiles fueron los de aquellos más comprometidos y que apostaban al cambio del status quo.
En la UNLPam comenzó con la intervención del derechista Armando Seco Villalba en octubre de 1975. El y su equipo fueron los que más daño hicieron. La mayoría de los 38 detenidos de esa casa de estudios son de esa época. Hubo cesanteados como las docentes del área de pedagogía de Ciencias Humanas y se cerró el Instituto de Estudios Regionales. Profesores locales fueron después echados de sus puestos o tuvieron que irse del país ante amenazas, como ocurrió con un profesor francés y otro peruano. Seco Villalba no solo colaboró con la represión de la Subzona 14: se quedó como interventor durante la dictadura militar hasta el 5 de mayo del 76 y cuando dejó el cargo los militares lo felicitaron.

 

Más casos.
El caso de la UTN piquense fue anterior, en enero de 1975, pero tuvo la misma marca. La intervención llegó desde Bahía Blanca agitada por la CGT, y los "sospechosos" fueron echados. Algunos docentes y alumnos pasaron después a trabajar en el Ministerio de Obras Públicas para ser detenidos, muchos de ellos, durante la dictadura.
En Jacinto Arauz en julio de 1976 barrieron con los profesores del colegio José Ingenieros, que habían quedado bajo la lupa de los servicios de inteligencia.
En el Servicio Provincial de Salud, si bien la intervención fue llevada adelante por el mismo gobierno provincial en el 75 -una de las tantas contradicciones de una época convulsa-, los médicos que lo habían creado fueron detenidos y luego se tuvieron que exiliar. El enfrentamiento se dio con el Colegio Médico, que finalmente junto a otros centros profesionales clausuró esa experiencia durante el Proceso y hasta obligó a algunos médicos a renegar de su apoyo al SPS para poder matricularse.
En la Iglesia católica, el obispo Adolfo Arana terminó por censurar a curas como Bosch que se tuvo que exiliar del país y apartó a Castelo, además de dar por terminada otras experiencias novedosas.

 

La cara civil.
Queda saber cuál fue el lugar de los civiles en esta ola represiva. Para Chumbita, que fueran señalados los docentes de la UNLPam fue producto de la ola reaccionaria nacional que barrió con todo lo que se viera como "sospechoso". De esta manera, el Ejército en su represión interna contra la "subversión" y su objetivo de ordenar la sociedad, fue por los docentes de esa casa de estudios. Como ocurrió en todo el país. Marcados "desde arriba".
Coincidimos con Lassalle en que más allá de la decisión autónoma que tuvieron los militares, y con independencia de los poderes gubernamentales, la represión tuvo apoyatura civil en las instituciones y la sociedad. Hubo grupos de poder contrarios a esas experiencias institucionales novedosas a los que la represión militar les fue funcional para sustituir las conducciones y proyectos de la vereda opuesta o depurar sus filas. Y hubo funcionarios civiles en las intervenciones plenamente identificados con los objetivos del Proceso.

 

Hechos concretos.
De esta manera, en la UNLPam asumieron, en 1976, decanos y funcionarios que habían estado durante el anterior régimen militar de 1966-1973. Terminaron la labor de depuración en lo curricular y pedagógico que comenzó con las detenciones y despidos, y continuaron el control y la vigilancia sobre las aulas que habían empezado intervenciones anteriores. El juego de los grupos de poder en las mismas instituciones, o de sectores externos a estas que veían mal el rumbo que habían tomado, empujaron a la expulsión de los "de afuera", los extraños. De hecho, a fines de 1975, cuando Bragulat había dejado de ser decano de Ciencias Económicas de la UNLPam al llegar la intervención, un grupo de contadores que eran docentes hicieron su propia agrupación para pedir cambios a la nueva conducción.
Por su parte, los docentes locales que participaban de esa línea perdieron sus puestos y, como el profesor Julio Colombato, también otras fuentes de trabajo como sus cargos secundarios y la imposibilidad de conseguir cátedras fuera de la provincia. Si muchos docentes y médicos pampeanos no siguieron el camino de la cárcel como los llegados de fuera de La Pampa, fue por el conocimiento que se tenía de ellos entre quienes asumieron puestos de responsabilidad, ya que fueron tolerados, o las relaciones personales ayudaron a que no siguieran el camino de los arrestados. Por qué si no, cuando se hizo una comisión en la UNLPam para reclamar contra la primera detención de un docente, Alfredo César, en agosto de 1975, algunos de ellos fueron detenidos -eran docentes foráneos-, mientras otros tuvieron después puestos durante el Proceso.
Los servicios de inteligencia que armaron las listas de sospechosos tuvieron entre los mecanismos de información más privilegiados a los civiles, nutriéndose de la colaboración de los mismos vecinos. Ocurrió por ejemplo en Jacinto Arauz antes de que se depurara a los profesores de las aulas del secundario.
En algún momento, la sociedad pampeana deberá analizar porqué parte de sus integrantes dieron rienda suelta a sus sospechas gratuitas, y porqué los ojos quedaron puestos sobre los "extraños", docentes, médicos y estudiantes.

 


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