El tránsito sigue de mal en peor
Si el lector se ha sentido conmover por la serie de trágicos accidentes ocurridos en la provincia -y en esta capital- durante los últimos días, quizás le convenga prepararse anímicamente porque es posible que, más temprano que tarde, se produzcan otros.
Tan pesimista conclusión se desprende de la simple observación de la realidad del tránsito en la ciudad y alrededores, durante las horas pico de circulación en apenas cuatro días por parte de cronistas de este diario. Desde hace mucho tiempo esta columna viene señalando los lunares tan visibles en el manejo municipal de ese problema, cada día más grave y pocas veces la comuna se ha hecho eco.
Los motociclistas sin casco son legión en una ciudad que, según un agente del área, registra más de veinte mil vehículos de esa clase. Muy frecuentemente -y es comprensible- ellos son usados como trasporte familiar, pero lo que espanta es ver una moto de media o baja cilindrada, con una familia de cuatro personas a bordo, transitar por la avenida de circunvalación desdeñando la calle colectora y ni siquiera transitando por el sector más lento, como correspondería. También que un simple apostamiento de una hora en un semáforo de la circunvalación sur determinó nada menos que dieciséis cruces en rojo, alguno de ellos con roce vehicular.
Los carriles de la avenida, por otra parte, son patrimonio de los grandes camiones que suelen llegar, en plena zona urbana, a los noventa kilómetros por hora, bien medidos, en procura de alcanzar algún semáforo en verde. En una mañana se vio que al menos dos de esos vehículos trasportaban combustible gaseoso altamente inflamable. La situación, aunque mayoritariamente referida a automóviles, se repite en la avenida Perón donde los carteles que limitan la velocidad son simples adornos.
Pero no hace falta trasladarse a las afueras de la ciudad para confirmar el caos del tránsito santarroseño. La semana pasada, en pleno centro -Gil y Avenida San Martín- a la hora 22, al menos dos motos estacionadas junto al Banco Hipotecario arrancaron alegremente y atravesaron los semáforos en rojo. Y en ese sitio y a la vista de policías que, además, no están abocados a la función de control de tránsito.
Estos episodios, rigurosamente ciertos y puestos a título ilustrativo, están demostrando que en la materia no se ha avanzado; una enorme proporción de automovilistas, sin distinción de vehículos, demuestra tener una pésima educación vial y no aplica las más elementales reglas de conducción y prudencia, lo que equivale a una invitación a la tragedia, tal como ha ocurrido en los últimos días. Los agentes de tránsito parecen estar desbordados o son víctimas de la falta de un régimen integral y paulatino para cambiar la situación.
Pronto se cumplirán dos años en el gobierno de las actuales autoridades de la comuna, que en sus promesas preelectorales habían mencionado el problema como una prioridad. Los hechos, trágicamente, desmienten aquellas promesas, en tanto que no se ve plan o campaña de educación y control que intente poner las cosas en su lugar. Ojalá las circunstancias futuras no justifiquen el pesimismo puesto de manifiesto al principio de estas líneas.
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