Narcoestados eran los de antes
La ministra de Seguridad de la Nación tiene la virtud de hacer cosas que nos hacen sentir inseguros. Esta semana se despachó acusando a Holanda de ser un "narcoestado", por su política permisiva hacia el consumo de drogas. Horas después del exabrupto ya estaba aclarando que "no quería ofender a la reina" (que es argentina... ¿y qué del resto de los otros 17 millones de holandeses?) y tuvo que ir a pedir disculpas a la embajada. Disculpas que fueron caballerosamente aceptadas.
Algo cierto.
Hay que conceder, de todos modos, que algo de cierto había en las destempladas declaraciones de la funcionaria, que desencadenaron una micro crisis diplomática. Y es que, efectivamente, lo de "narcoestado" provino de declaraciones de autoridades holandesas, más precisamente, de funcionarios policiales. La especie se publicó el pasado 20 de febrero en el diario inglés The Guardian, que se encargó de aclarar, de todos modos, que detrás de esa calificación alarmista lo que había era un pedido de mayores fondos y de 2.000 puestos de trabajo para la policía.
El reporte policial, no casualmente, tenía un tinte xenófobo: acusaba a pandillas marroquíes del sur de país como responsables de producir, además de cannabis (cuyo consumo es legal) buena parte del éxtasis que se consume en Europa.
Curiosamente -también señala el Guardian- las estadísticas oficiales hablan de una disminución del crimen del orden del 25 por ciento en el curso de los últimos nueve años, lo que mal puede puede significar que los narcos hayan tomado el poder. Otro dato realmente llamativo son las decenas de prisiones que Holanda ha cerrado en los últimos años por falta de prisioneros (en algunos casos, los hospitalarios holandeses están alquilando sus cárceles para alojar presos extranjeros).
No tan calvo.
Vale decir que la noticia existió, pero la ministra la leyó mal, o sólo leyó la parte que le interesaba a su vocación policíaca. Bastante menos que lo esperable para quien tiene tan graves responsabilidades. Pero bastante habitual en quien pretende borrar de un plumazo todo el sistema de garantías internacionales a los derechos humanos forjado en el planeta desde hace setenta años.
El término "narcoestado" se acuñó para describir la triste realidad de aquellas naciones donde el desarrollo del narcotráfico ha generado una economía marginal que rivaliza con la producción oficial del país, y un esquema de poder mafioso que erosiona y neutraliza el poder del Estado.
Se le aplicó ese término a Colombia, particularmente durante los noventa, cuando los carteles de la droga pusieron en jaque a todo el sistema y motivaron una virtual intervención norteamericana. Hoy se habla en esos lamentables términos, también, de México, donde las organizaciones narcos dominan virtualmente pedazos considerables del territorio nacional, y producen miles de muertes anuales.
Bien podría decirse lo mismo de Afganistan, donde tras la invasión norteamericana de 2001 y la alianza de la fuerza de ocupación con algunos grandes barones de opio (para combatir a los talibanes y a Al-qaeda) generó un incremento exponencial en la producción de heroína. Y una epidemia de muertes en los propios Estados Unidos debido a la gran disponibilidad de esa droga, ahora barata.
Orejas de burro.
Si hubiera algún sistema de premios y castigos a ese nivel, la ministra debería ser obligada a tomar algunas clases sobre estos países lejanos de los que opina tan livianamente.
Ya hemos visto que, en materia de criminalidad, Holanda está lejos de ser un estado fallido (la semana pasada en esta columna lo mencionábamos como uno de los países habituales en el top ten de la felicidad humana). ¿Y qué hay del poder económico de los narcos, comparado con el producto bruto del país?.
Bueno, esos números -disponibles para la funcionaria- son contundentes: Holanda -cuna histórica del capitalismo- es la décimo tercera potencia mundial en ingreso per cápita. Tiene en Rotterdam el puerto más grande de todo Occidente. Y ha originado una serie de megaempresas cuya sóla mención debería motivar el silencio reverencial de los funcionarios PRO.
Es holandesa la Heineken, sin la cual ¿quién nos traería la UEFA Champpions League? Son holandesas la Amstel y la Grolsch, otra dos mega cerveceras. Si le interesa viajar, probablemente requiera los servicios de las holandesas Booking.com o Airbus, o KLM.
Y es holandesa la Shell, esa petrolera que colocó a su hombre en el gabinete nacional. Por carácter transitivo, Pato, los holandeses son dueños de nuestro Ministerio de Energía.
Parece justo, luego de que nosotros le encajáramos una reina plebeya.
Petronio
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