Los propietarios de la indignación
El lunes en el programa Desafío 2021 que conduce Pablo Duggan por C5N se mostraron imágenes de lo que decían los carteles despegados del «memorial» a los muertos por Covid-19 instalado en Plaza de Mayo durante la concentración del 17 de octubre. No constituían un homenaje a los fallecidos -como sí las piedras colocadas en el lugar- sino reflejaban cuestionamientos y diatribas contra el Frente de Todos y el gobierno. Por ejemplo, una de las imágenes arrancadas era una foto de la famosa «cena de Olivos» con una leyenda «al tono». Por lo demás, solo dos personas protagonizaron el suceso en una plaza que estaba llena de manifestantes.
Los grandes medios porteños usaron el hecho para bajarle el precio a la gran movilización que, en una fecha cara al peronismo, se registró en la histórica plaza. A coro, el periodismo alineado con la derecha no paró de sobreactuar su indignación en cadena, y tanta insistencia dio frutos: al poco tiempo todos estaban repudiando ese hecho de «barbarie» contra los muertos cuyas imágenes se mancillaron de tal modo. Se había propagado la ola de enojo con una mentira repetida mil veces, siguiendo el modelo goebbeliano que tan bien conoce la prensa corporativa.
Qué diferente fue la reacción de esa jauría mediática con la primera marcha que colocó piedras en Plaza de Mayo en agosto pasado. En ese acto también se vandalizaron los símbolos que rodean a la Pirámide de Mayo que representan los pañuelos de las Madres y Abuelas. Los pintarrajearon y escribieron leyendas ofensivas sobre esas imágenes tan caras a la lucha por los derechos humanos. Ningún periodista indignado u ofendido lanzó proclamas esa vez. Ni hubo grandes fotos en las tapas de los diarios porteños. Tampoco hubo una reacción masiva de repudio por parte de la clase política.
No muy distinto fue lo que sucedió en febrero de este año cuando tras una manifestación de la oposición en contra de lo que en ese momento se bautizó como «vacunatorio VIP», aparecieron frente a la Casa Rosada bolsas negras de plástico simulando contener cadáveres en su interior. Algunos de esos «ataúdes» contenían nombres: Estela de Carlotto, Los pibes de La Cámpora, El hijo de Moyano, Martín Guzmán, entre muchos otros. Los más altos dirigentes de Juntos por el Cambio participaron de esa movilización tanto en Buenos Aires como en el interior del país. Por esa razón las muestras de indignación mediática fueron mucho más tibias y en consecuencia también las voces de repudio político sonaron mucho más débiles.
Esta doble vara para hacer funcionar el indignómetro que quedó tan evidente en las últimas horas coincide con una embestida furiosa contra toda figura política, del oficialismo desde luego, que se atreve a responder a algún periodista de esos grupos concentrados. La regla que pretenden imponer desde la prepotencia es así: un periodista puede decir cualquier cosa, hasta las descalificaciones más groseras de un político, pero nada de responder del otro lado porque se considera un «ataque a la libertad de prensa». Exactamente lo que le hacían a Raúl Alfonsín hace cuarenta años, como se lo advertía el entonces diputado César Jaroslavsky.
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