Auténtica decadencia
Hace casi cuatro décadas, los fundadores de “Los Auténticos Decadentes” ni deben haber pensado, a pesar de su infinita imaginación, que un presidente y sus “dipu-músicos” presentarían un espectáculo tan ridículo y vergonzante como para que sean rotulados con ese mismo nombre.
En 1986, “Cucho” Parisi, Jorge “El Perro” Serrano y sus amigos se la pasaban mencionando a la decadencia para calificar a su propia realidad. Y fue así que decidieron bautizar a su banda, agregándole el término de “auténticos” para darle más verosimilitud a esa imagen que pretendían dar.
El nombre nació de una broma interna entre ellos, que usaban la palabra "decadencia" para autodefinirse de forma irónica como una banda caótica y poco seria, en contraste con un panorama de artistas que eran catalogados como “comprometidos" en esa época de retorno a la democracia en nuestro país.
La banda nació interpretando temas inclasificables, que pasaba de un romanticismo que rozaba lo bizarro a una fiesta murguera casi sin escalas, con ropas llamativas y pelos teñidos. Además, formaban un equipo enorme, una especie de cooperativa en la que ninguno ganaba más que otro, sin estrellatos que terminaran arruinado la química grupal. Se transformaron en un fenómeno raro para la época, que perduró en el tiempo y que los mantiene absolutamente vigentes. Tanto, que hace apenas quince días llenaron el Movistar Arena durante dos noches seguidas, con entradas totalmente agotadas, para festejar los 30 años de uno de sus discos más exitosos, llamado “Mi vida loca”.
Tocando fondo.
El grupo se mantuvo inalterable, con una exitosa y perdurable carrera. Por eso mismo, fue una absoluta falta de respeto que el show del presidente y sus amigos, ese que dio vergüenza ajena, fuera calificado coincidentemente por numerosos medios rotularlo como una verdadera muestra de “Los Auténticos Decadentes”.
Estuvo bien como un pasajero juego de palabras para calificar un hecho grotesco, pero en realidad lo que se vio se pareció más a una ominosa forma de tocar fondo de un gobierno que quería mostrar que estaba de fiesta cuando la actualidad le marca un notorio contraste. Pasa que vienen de una contundente derrota electoral a la que se van sumando una economía a la deriva, una entrega sin condiciones a los Estados Unidos, la represión a los jubilados, el desfinanciamiento a los organismos del Estado, los escándalos con estafas, las comisiones del 3 por ciento y los vínculos con el narcotráfico.
Demoliendo canciones.
Lo del último lunes en el Movistar Arena quedará en el recuerdo de la historia argentina. Numerosos analistas locales, tanto del rubro de la política como del espectáculo, coincidieron como nunca. Todos dijeron que lo que se vio fue espantoso. Y por si quedaban dudas, los medios internacionales aportaron duros cuestionamientos en el mismo sentido: hablaron de un presidente desconectado de la realidad, acompañado de una red de aduladores que asemejaba a los violinistas del Titanic, aunque con una calidad artística infinitamente inferior.
No vale la pena abundar en la cuestión. Queda como conclusión que al presidente también le falta comprensión de texto en la elección del repertorio y otro tanto de afinación para pensar que puede transformarse en una estrella de rock. El punto más alto –o más bajo, según como se mire- fue la interpretación de “Demoliendo hoteles”, de Charly García. Una falta de respeto absoluta: lo que demolió fue una excelente canción, que encierra una metáfora sobre lo que significa rebelarse contra el sistema y derribar estructuras de poder. Y este hombre que hizo de cantante lo único que confesó que quiere demoler como un topo es al Estado argentino, para entregarse de pies y manos al poder de los Estados Unidos y del Fondo Monetario Internacional.
Por eso y tantas cosas más, es demasiado premio compararlos con “Los Auténticos Decadentes”. Hay enormes diferencias y una tremenda injusticia. Unos cantan “Un osito de peluche de Taiwán” y a este hombre con cuatro camperas le dijeron que “más que un león se parecía a un gatito mimoso del poder económico”. Unos cantan “A mí no me importa dinero” y este hombre está rodeado de gente a la que le interesa mucho el billete, pero sobre todo el mal habido, a través de estafas, coimas y aportes de narcotraficantes. Unos escribieron “Loco, tu forma de ser” y este otro nos está volviendo locos a los argentinos con su forma de gobernar. Por eso no son “Los Auténticos Decadentes”, son más bien la verdadera decadencia de la política argentina, llevada a la máxima expresión.
Solo resta por ver qué pensará el pueblo dentro de exactamente dos semanas. Hay que decidir si seguimos con esta fiesta para pocos desconectada de la realidad o si se le empieza a marcar el final a esta vergonzosa decadencia. Como siempre, las urnas deberán dar su veredicto.
DANIEL ESPOSITO
...
Artículos relacionados