Viernes 26 de abril 2024

Desequilibrada actuación

Redacción 19/01/2024 - 00.21.hs

El consecuente lector de esta columna posiblemente recordará lo publicado pocos días atrás, donde se atribuía al actual gobierno del país una cierta vocación de “papeloneros”, ya sea por falta de interés en la acción o el discurso, ya sea por indiferencia con el tema tratado. Esa presunción del columnista se ha visto ampliamente confirmada con el reciente discurso del presidente Milei en el foro de Davos.

 

Es que en esta selectísima reunión de las grandes fortunas del mundo y sus expresiones políticas, las palabras del presidente argentino causaron incredulidad y asombro, al margen de evidenciar la falta de ubicación para con el ámbito en que se encontraba.

 

Es que el presidente argentino en este, su debut internacional, cayó en tales alucinaciones relativas a su pensamiento económico y político que, al margen de dilapidar el posible interés de los concurrentes en el enfoque de la economía de nuestro país, sacudió al auditorio con conceptos que movieron un espectro que osciló de un pasmo inicial a una disimulada risa final, con apenas unos aplausos de cortesía.

 

Su arremetida inicial para con su demonio personal –el Estado— se dio de narices contra un público que, o bien lo respeta como entidad o bien lo utiliza, pero en modo alguno lo rechaza, reconociéndolo como una herramienta intermedia necesaria a sus intereses. Reiterando su idea de que la reunión de Davos está –nada menos—que “contaminada por el pensamiento socialista” que procura el manejo de ese Estado, no vaciló en meter en una misma bolsa a “comunistas, fascistas, nazis, socialistas, socialdemócratas, keynesianos, progresistas, populistas, nacionalistas o globalistas. En el fondo no hay diferencias sustantivas, todos sostienen que el Estado debe dirigir la vida de los individuos”.

 

Después, para un asombro creciente de los concurrentes y como si fuera un discurso de los tiempos de la Guerra Fría, “advirtió” sobre los peligros de un comunismo y socialismo que están –según él— llevando el planeta hacia un desastre, esto en medio de un capitalismo en el que se refugia la esperanza del mundo. ¿Y cuáles serían las herramientas materiales e intelectuales con las que esas pérfidas concepciones avanzan sobre el mundo occidental? Pues nada menos que el feminismo en todas sus manifestaciones y un sedicente cambio climático, todo lo anterior dicho en un tono admonitorio para con una elite que estaba muy lejos de aceptarlo, al margen de su total falta de coincidencia. Si, en su ya evidente megalomanía, el presidente argentino esperaba un auditorio que lo ovacionara de pie, quizás habrá advertido que solamente tuvo unos muy tibios aplausos –fundamentalmente de la delegación que lo acompañó, y los gestos de extrañeza e incredulidad de los periodistas presentes que no podían creer lo que oían.

 

El final, con un desubicadísimo “Viva la libertad, carajo” (una expresión tribunera que habrá desorientado a los muy prolijos traductores de Davos), estuvo acorde con la esencia del discurso.

 

Al margen de este monumental papelón -porque lo fue-, el Presidente tuvo muy cuestionables acciones al asegurar a la titular del Fondo Monetario Internacional que el ajuste que implementa es mayor que el indicado por el organismo; también una reunión con el canciller británico en un desequilibrio de jerarquías gubernamentales y en el que Malvinas fue, apenas un nombre.

 

Una síntesis de esta desequilibrada actuación la puede dar el hecho de que buena parte del “periodismo serio” que lo apoya lo descalificó amplia y duramente.

 

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