Viernes 19 de abril 2024

Discriminación laboral de género

Redacción 03/05/2022 - 08.08.hs

En vísperas del día del trabajo, Josefina Macchi (25) era rechazada por su peso en plena entrevista laboral para azafata de Emirates Airlines.

 

VICTORIA SANTESTEBAN*

 

Las exigencias de belleza hegemónica que nos atraviesan cotidianamente se filtran como requisito -ya sea explícito o solapado- para el acceso a puestos de trabajo, mermando las ya de por sí acotadas chances de empleo. Es que el requerimiento de "buena presencia" como etiqueta racista, patriarcal, gordoodiante y gerontofóbica todavía opera sobre las mujeres en su búsqueda laboral, en especial, cuando se trata de puestos feminizados: asistentes, secretarias, personal para atención al público, azafatas. Persiste como requisito discriminatorio -indispensable o preferente, dependiendo la tarea- cumplir con los cánones de belleza hegemónica, exigidos bajo la órbita de la "buena presencia".

 

La ponderación patriarcal que valida mujeres en función de su corporalidad y de su obediencia - porque la buena presencia se extiende a la actitud complaciente con sonrisas amplias y pacientes - alcanza el mundo del trabajo para reforzar la desigualdad estructural. Para decirnos que no importa cuán capacitadas estemos, ni cuán idóneas seamos para el puesto, si no respondemos a estos cánones de belleza flaca, blanca y joven, no sirve. El mensaje te manda a guardar o a conformarte con trabajos que no querías, a pesar de las aptitudes para el que aspirabas.

 

Azafata.

 

El 24 de abril Josefina Macchi no quedó para el puesto de azafata de Emirates, a pesar de contar con los conocimientos en inglés que se requerían, de haberse desenvuelto en ese idioma durante la entrevista y de haber terminado su carrera como tripulante de cabina. A Josefina le llamó la atención no haber sido seleccionada, porque algunas de sus compañeras sin haber podido desenvolverse en inglés sí habían resultado elegidas. Entonces le preguntó a la reclutadora sobre qué áreas debería mejorar para próximas entrevistas. La entrevistadora le respondió que su formación y su nivel de inglés estaban bien, que "sólo" debía bajar peso para conseguir el trabajo, y que por favor no comentara esto porque no haría quedar bien a la empresa. Por lo que no sólo su oportunidad laboral se esfumó por no reunir determinadas dimensiones corporales, sino que quien la entrevistaba le pidió confidencialidad sobre tamaño acto discriminatorio.

 

Un pedido de silenciamiento para encubrir las prácticas discriminatorias de selección de personal seguido de la promesa de que si bajaba de peso su sueño de azafata se haría realidad. Un llamado al silencio que no es menor cuando opera psicológicamente en muchas personas que trabajan o que aspiran a trabajar: el miedo de que la etiqueta de complicada y denunciadora serial se adose a la frente y merme aún más las oportunidades laborales. Frente a las directivas de la empresa de adelgazar y callar, Josefina denunció en redes sociales la discriminación.

 

En los términos de la ley 26.485 y del Convenio 190 de la OIT sobre violencia de género en el mundo del trabajo, el trato recibido durante la entrevista se erige como violencia laboral, de tipo simbólica y psicológica en tanto constituye un acto discriminatorio, reforzador de las desigualdades de género.

 

Buena presencia.

 

La buena presencia como requisito que sin tupé todavía aparece en búsquedas laborales, no es más que blancura, flacura y juventud, exigido especialmente a quienes aspiren a tareas estereotípicamente feminizadas. La insistencia de características ligadas a lo patriarcalmente exigido para ser una mujer "valiosa" quedan plasmadas en la exigencia de la buena presencia, que se traduce en belleza hegemónica y obediencia complaciente. El arquetipo de la secretaria representa estas mandas machistas que cosifican y explotan: la mujer multitasking -que puede con todo y, muy importante, que no se queja, que asiste al resto con una sonrisa - desde el café hasta la compra de regalos de cumpleaños- , que sabe sobrellevar el mal humor del jefe y se banca las miradas libidinosas como parte del folklore sexista en el lugar de trabajo. La insistencia patriarcal en ubicar en lugares de visibilización - puestos de secretarias y azafatas, por ejemplo - a mujeres que respondan a lo hegemónicamente bello, cosificándolas, resulta evidente. La perpetuación de estereotipos de género en el mundo laboral ensancha las brechas, refuerza los techos de cristal, profundiza la división sexual del trabajo e insiste con el mensaje de productividad y valía asociado a la belleza hegemónica y a las características asociadas a una mujer "buena" para el machismo todavía reinante.

 

Discriminación.

 

¿Cuál es la razón que asiste la decisión de contratación de una mujer -y no de un varón, además- por su peso corporal, para un trabajo de asistente? ¿Para asistir a pasajeros resulta imprescindible pesar menos de 60 kilos? ¿Es más idónea para realizar tareas de secretaria una mujer de 25 años que una de 45? ¿Una mujer que encaja en los cánones normativos de belleza realizará el trabajo de mejor manera que aquella más alejada de ese modelo? ¿Estos criterios de selección constituyen discriminación? Cuando se trata de evaluar posibles vulneraciones al derecho a la igualdad, detenerse en los porqués del trato diferencial conduce a la respuesta: si no existe razonabilidad, si no hay nexo convincente entre medios y fines, si la exigencia de edad, peso, color de piel muy forzadamente justifican el trato desigual, entonces el derecho a la igualdad está siendo violentado y estamos frente a actos discriminatorios.

 

La Corte Suprema nos dice a este respecto que características personales -como pueden ser la apariencia física, ideología política, religión- son categorías sospechosas sobre las que debe realizarse un test de escrutinio estricto para revisar la constitucionalidad de su exigencia.

 

Violencia.

 

Cuando el requisito es pesar pocos kilos para responder a lo considerado hegemónicamente bello para desempeñar un trabajo, estamos frente a cánones discriminatorios para la selección de personas. Cuando esa selección no repara en la idoneidad sino que focaliza en cumplimiento de mandatos de belleza, el derecho a la igualdad y a la no discriminación quedan vulnerados, perpetuándose la violencia que opera con mayor intensidad sobre las mujeres, porque es sobre nosotras sobre quienes estas exigencias estéticas devienen más evidentes.

 

La cosificación de vidas y cuerpos normalizada patriarcalmente no se detiene en la evaluación de capacidades reales, y focaliza en esa corporalidad. Como si toda la existencia femenina se redujera a esto, como si la formación, los años de trabajo y experiencia, los malabares para la superación personal y las noches de estudio se desdibujaran completamente frente a pesos, medidas, colores y años que difieren de lo hegemónicamente conveniente. Hastiadas de lidiar con exigencias y migajas capitalistas de un sistema que nunca derrama, frente al mandato patriarcal de "buena presencia" que exige una patronal ensimismada en ensanchar la brecha de género laboral, no nos callamos más.

 

* Abogada, Magíster en Derechos Humanos y Libertades Civiles

 

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