Lunes 17 de junio 2024

El Café de Marco

Redacción 26/05/2024 - 00.19.hs

Al momento de escribir estas líneas, el presidente se dirigía a la ciudad de Córdoba con el objeto de festejar un nuevo aniversario de la Revolución de Mayo. Su idea original, expresada en su discurso del pasado 1° de marzo, al abrir las sesiones ordinarias del Congreso, era reunir en la ocasión a todos los gobernadores del país para la firma un acuerdo de diez puntos, denominado "Pacto de Mayo". También al momento de escribirse esta columna, tal parecía que ni siquiera la presencia del propio gobernador de Córdoba estaba confirmada. Se ve que el pacto en cuestión se encuentra atascado en algún lugar del tracto presidencial, sufriendo de tránsito lento.

 

Mayo.

 

Alguien ha dicho que ir a festejar la Revolución de Mayo en Córdoba, sería algo así como ir a festejar el aniversario del desembarco de las fuerzas aliadas en Normandía a Berlín, la capital alemana. Y es que Córdoba, con todos sus encantos turísticos (las sierras, los alfajores, las multas ruteras) no tuvo, en realidad, un rol muy feliz cuando, en 1810, el pueblo quiso saber de qué se trataba y le asestó una sonora patada en el tujes al virrey Cisneros.

 

Córdoba fue, tan luego, el epicentro de la contra-revolución, el lugar donde los "realistas" (se llamaban así por su apego al rey de España, no porque tuvieran un buen feeling con la realidad) se amucharon para resistir. Allí fueron las partidas enviadas desde el Cabildo de Buenos Aires, con la orden expresa de pasar por las armas a los amotinados, y donde se procedió sin mucha ceremonia al fusilamiento del ex virrey Liniers, curiosamente, un héroe local durante las Invasiones Inglesas. Y hablando de este otro hito criollo, fue Córdoba el lugar adonde huyó el virrey Sobremonte, llevándose el tesoro público, y abandonando la lucha popular contra los invasores.

 

Vale decir, que -como ocurre con su lectura muy parcial del pensamiento de Alberdi- la historia no parece ser el fuerte del actual presidente. Nobleza obliga, cabe aclarar, que cuando se le preguntó por qué había elegido a Córdoba para este festejo, respondió, escuetamente, que era porque "Conan era cordobés". Y ya que estamos aclarando, digamos (para abusar de la muletilla presidencial) que Conan no era un invasor ingles, sino un mastín inglés.

 

Pacto.

 

Con que el famoso pacto de mayo, que era una suerte de reforma constitucional resumida en escuetos diez puntos -para felicidad de los futuros estudiantes de historia- ha pasado a un estado de letargo por tiempo indefinido. Quien sabe si, como la famosa Ley Bases, no sufrirá con el tiempo un fuerte adelgazamiento, producto del ayuno intermitente, y de los diez puntos quedarán dos o tres.

 

El faltazo de los gobernadores en el acto no puede escudarse en la lentitud de las diligencias, ni en el mal estado de las huellas, como hace dos siglos (aunque el desfinanciamiento de Vialidad Nacional nos vaya colocando en una situación vial bastante parecida).

 

Resulta que le punto 6° del propuesto pacto, proponía la "rediscusión de la coparticipación federal de impuestos para terminar para siempre con el modelo extorsivo actual". A juzgar por el manejo que el Ejecutivo nacional viene haciendo de los fondos que les corresponden a las provincias -por cuanta constitución, ley o decreto esté vigente- los gobernadores tienen derecho a pensar que si lo de antes era extorsivo, lo de ahora es aún peor.

 

Celebrar.

 

Como quiera, siempre es lindo volver a celebrar el 25 de mayo, y recordar cómo era aquello de sacudirnos el yugo de la dependencia, tarea que, como el mito de Sísifo, es faena que no termina nunca, y hay que recomenzar cada día.

 

Está bueno cómo en estas fechas se acuerdan de darle micrófono a los historiadores, que se la pasan descubriendo nuevas cosas viejas. Por ejemplo, que French y Beruti no sólo repartían escarapelas y churros, sino que también repartían cachiporrazos. Por ejemplo, que había varias milicias (sobrevivientes de las Invasiones Inglesas) que participaron de forma poco amigable en aquellas conversaciones. Una de ellas, "La Legión Infernal", acaba de dar nombre a una banda de rock pesado vernáculo.

 

Por ejemplo, también, el recuerdo del mítico "Café de Marco", el establecimiento gastronómico donde se juntaban los "muchachones perdidos y sin obligaciones" (esto es, los partidarios de Moreno) que conspiraban al calor de las enormes tazas de café y leche, cuando no consumían cosas más pesadas como chocolate, candeal (una bebida a base de trigo), horchatas o naranjadas. El sitio no despachaba té, que sólo se conseguía en farmacias.

 

No por nada el virrey Liniers terminó por clausurar ese café, mandando al exilio a su propietario, Pedro José Marco.

 

Desde hace poco funciona en la calle Presidente Perón de Buenos Aires, una simpática fonda que rescata aquel viejo nombre patrio, y donde suelen verse entre la clientela, a nutridos grupos de hombres de mediana edad, todos uniformados con trajes negros, corbatas al tono, y camisas de un blanco envidiable. No son muchachones perdidos: son los miembros de una vecina sociedad dedicada a la masonería, como muchos de nuestros próceres de la independencia.

 

Verlos en sus animadas discusiones provoca una mezcla de nostalgia y ternura. Pero quizá haya que tomárselos más en serio. Quizá sean ellos los llamados a propinar la necesaria patada en el tujes a los variopintos virreyes que, periódicamente, manda el imperio a sojuzgarnos.

 

PETRONIO

 

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