Miércoles 30 de abril 2025

El domador de escalandrunes

Redacción 26/11/2023 - 12.41.hs

Dicen los franceses que ellos inventaron la fotografía y el cine, el auto y el avión. Puede ser, allá ellos. Pero acá el criollo, sin hacer tanta alharaca, se mandó también sus buenos inventos. Inventó el dulce de leche, la birome, las huellas digitales y el falso nueve. Y ya que estaba, calladito nomás, acaba de despacharse con otro invento que promete traer cola. La privatización del mar.

 

Catrera.

 

¿Cómo piensa el gaucho arremeter semejante empresa, que ni el Imperio Británico pudo conseguir con su magna flota mercante y los mejores piratas del mundo? Ah, a lo gaucho, de prepo y sin preguntar. El criollo no sabe de gradualismos ni de medias tintas.

 

Allá irá nuestro héroe, dispuesto a alambrar el lecho del mar, aunque en su caso quizá hubiera que llamarle la catrera del mar. Va a tener que ser un alambrado de unos cuantos hilos, porque el mar según dicen puede llegar a ser profundo. Y van a tener que ser prietos esos alambres, no sea cosa que se escape la hacienda de pescados.

 

Habrá que solucionar el problema de la indumentaria, pero el gaucho en su modestia se fija poco en la moda. Si aprendió a caminar en bota de potro, se acostumbrará fácil a las patas de rana. Cambiará la elegancia de su sombrero de ala ancha por una escafandra, pero a través del cristal su mirada seguirá siendo fiera y penetrante, terror de los horizontes.

 

Alfonsina.

 

También le hará falta un poco de adaptación y flexibilidad a la hora de mantener vivas sus habilidades ecuestres. No podrá llevarse el pingo ahí al fondo del bravío mar argentino, y tampoco podrá contar con los fosforescentes caballos marinos que harán una ronda a su lado. Esos bichos son demasiado chicones, no son de su talla.

 

Así que nuestro gaucho corajudo pronto se hará domador de tiburones escalandrunes, esos que tanto le gustaban a Piazzolla, que los pescaba en sus ratos libres, cuando no estaba destruyendo el tango compadrón y tradicionalista. Va a dar gusto ver al gaucho, en ancas de ese fiero escualo depredador de cardúmenes, que a falta de crines para agarrarse en el galope, tiene unas fieras aletas dorsales, filosas como lengua de suegra.

 

Hay que dar la creatividad por descontado. A poco de hacerse anfibio, el gaucho ya te hace charangos con las tortugas de mar. En un abrir y cerrar de ojos, aprenderá a usar los calamares como boleadoras. Las va a necesitar cuando le toque defender su propiedad privada, ante el ataque de esos buques pesqueros que mandan los chinos, grandes como Bahía Blanca. No se puede contar con que un chino respete la propiedad privada, ni la santa federación, si no respetan ni a la Virgen María.

 

Baumann.

 

Por supuesto que nada de esto se hará con planificación ni importará que nunca antes haya sido probado. El hecho de que el mar sea líquido, como la sociedad contemporánea, poco lo afecta al gaucho en su mundo ancestral, mineral y leguminoso. El gaucho no lee a Baumann, en todo caso que el gringo ése lea el Martín Fierro si quiere adquirir algo de sabiduría.

 

Como Martín Fierro, antes de emprender su viaje último hacia las tolderías subacuáticas, romperá su guitarra como hacía el guitarrista de The Who en Woodstock. Porque el gaucho se debe a su público, y el mundo del espectáculo no le es ajeno.

 

Además, cuando uno se toma realmente en serio a la propiedad privada, y se dedica en serio a defenderla como si se tratara de la libertad misma, más vale estar lejos de la canción y la poesía. Porque como Odiseo, el gaucho sabe que no debe prestar atención al enloquecedor canto de las sirenas marinas.

 

Ese canto diabólico que dice…

 

Pelean España y Holanda, por los derechos del mar. Porque no saben que el mar, es de quien lo sabe amar.

 

PETRONIO

 

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