El rincón más fresco del recinto
Señor Director:
Le escribo nuevamente, ya sin demasiadas esperanzas de que Ud. se digne a publicarme, con ese pretexto suyo de que lo mío es realismo mágico, como si yo me inventara las cosas que pasan en este pueblo. Ojalá tuviera tanta imaginación. Si la tuviera me buscaría otro trabajo. Pero mientras siga siendo corresponsal aquí en Santa Rosa, Ud. no va a tener paz, mis envíos continuarán asediándolo hasta en sueños.
Ya sé que Ud. no me va a creer, pero otra vez entraron forajidos al pueblo. Pero esta vez no aterrorizaron a los vecinos con sus balaceras o sus duelos frente al Saloon "La Capital". Esta vez los forasteros -todos ellos hablando con un acento extraño- se dieron a la tarea de hacer pozos, tender cables y clavar postes, mientras iban casa por casa tratando de timar a los vecinos incautos. La alarma cundió en el acto, y las fuerzas vivas acudimos a la autoridad para que nos defienda y restituya el imperio de la ley.
Para sorpresa de muchos nos encontramos con la más alta jerarquía municipal compartiendo un asado bien cojudo con los invasores. Cuando les preguntaron cómo venía la mano, dijeron que la idea era fomentar la inversión y la competencia, y ahí alguno se quejó de que no le avisaron que se había largado una competencia para ver quién tenía el poste más largo.
Como se imaginará, Señor Director, estas novedades no contribuyeron a la paz vecinal, así que de inmediato alzamos nuestro reclamo ante nuestros representantes del Concejo Deliberante, al que algunos vecinos poco respetuosos de la institucionalidad denominan "el conejo delirante".
A juzgar por lo que vimos el jueves pasado, en la reunión habitual del Concejo -a la que el vecindario concurrió en ruidosa masa- los concejales se comportan un poco como los pasajeros de primera clase en el Titanic, que seguían bailando en la cubierta mientras el barco se estrolaba.
Para empezar, y pese a que la inusual presencia vecinal tenía un motivo bastante concreto -léase: los invasores- a los concejales no les pareció importante poner ese punto del orden del día como una prioridad, relegándolo al octavo lugar en el ranking de sus preocupaciones. Si así pensaban amansar al populacho, les salió el culo por la tirata (perdón por la dislexia: es "el tiro por la culata").
Así fue como en uno de los primeros puntos nos enteramos que el Concejo aprobó el traslado de una vieja vecina a un nuevo nicho, es de presumir, convenientemente munida de su ataúd. A mi lado una vecina comentaba: "¡con razón ya no venía al té canasta!".
En otro punto no menos sombrío, se aprobó una importante ordenanza disponiendo que el año próximo toda la papelería municipal salga con una leyenda alusiva a que en 2026 se cumplen 50 años del último golpe de Estado, lo cual no deja de ser un derroche de aritmética de parte de los autores del proyecto.
Y así iban pasando los minutos y las horas, sin que se tratara el meollo de la cuestión (y hablando del meollo, la infraestructura de sanitarios del Concejo deja bastante que desear).
Los vecinos -algunos octogenarios, otros nonagenarios- muchos de ellos de pie por la escasez de sillas, soportaron estoicos el calorete de noviembre, distrayéndose con lo que podían. Un perro mestizo, de los que han fijado domicilio en la plaza, frente al edificio municipal, ingresó al recinto y caminó cansino todo el pasillo central, como un abanderado, hasta echarse, confianzudo, en medio de los concejales. Apuesto a que ése era el rincón más fresco del recinto. De vez en cuando se rascaba enérgicamente, provocando aplausos del vecindario que por fin veía algo de acción.
En otra nota de color, en determinado momento entraron dos uniformados que, sin mediar palabra, se llevaron detenido a un muchacho, sin que nadie interviniera siquiera para preguntar el motivo. El detenido iba riéndose y haciendo morisquetas, así que no sería tan grave la acusación. Aparentemente, antes de ser detenido dejó caer unas hojas verdes -a no dudarlo un proyecto de ensalada- que una empleada municipal barrió del lugar, previo olfatearlas con un gesto de desaprobación.
A todo esto los concejales seguían entretenidos en sus largos discursos primorosamente redactados, eso sí, con alguna dificultad para encontrar el botón de encendido de sus micrófonos. Se pelearon por la cuestión de las rendiciones de cuentas del intendente, que al parecer anda medio remolón en ese apartado, seguramente porque a ningún político le gusta rendirse. Lo que pasa es que alguna concejala opositora que reclamaba "transparencia" representa a un partido que está más sucio que una papa negra.
Luego se trabaron en otro duelo verbal por una ordenanza que acababa de entrar regulando el cuerpo de relatores (¿deportivos?) y si así discutieron por el ingreso del proyecto, qué nos espera cuando consideren su articulado. Una concejal que intervino pidió disculpas porque su discurso iba a ser largo, provocando un sonoro abucheo de los vecinos, ya impacientes porque era la hora del almuerzo.
Después se las agarraron con la cuestión de la moratoria, uno de los pasatiempos favoritos del intendente, que le encanta perdonar a los morosos y le encanta todavía más que ingresen fondos a la comuna. Alguien se quejó de que así se desalienta el cumplimiento y se es injusto con los vecinos que están al día. Yo no sé Ud., Señor Director, pero para mí esto de que paguen justos por pecadores no me parece una noticia, si es que definimos a la noticia como una novedad.
Bueno, finalmente, cuando llegó el momento del punto octavo, y tras un largo debate en el que se florearon como bailarines folclóricos, los concejales dispusieron, en un acto de arrojo, mandar al archivo el proyecto que habían presentado los desacatados forajidos para ocupar el espacio público con sus oscuros artilugios. Dijeron que de este modo le "daban herramientas" al intendente para resolver la cuestión, pero yo nunca lo vi al intendente agarrando una herramienta.
La cosa tuvo sabor a poco. Mandar las cosas al archivo es una forma de no hacer nada, o al menos me lo parece a mí. A lo mejor hablo de ignorante, y lo que hicieron fue una práctica de budismo zen. Es posible, ya que los concejales son gente muy leída, uno de ellos hasta tiene numerados todos los libros que leyó.
Por lo menos la resolución fue unánime. Ni siquiera los concejales que decían apoyar la inversión y la competencia pudieron pasar por alto el hecho de que los forajidos habían venido cableando, posteando y molestando sin tener autorización de nadie. Una de ellos dejó caer una frase de almanaque: "Santa Rosa tiene que definir qué modelo de ciudad va a elegir".
Yo debo estar viejo, Señor Director. Que yo recuerde, esta ciudad definió su modelo hace 95 años, cuando se fundó la cooperativa que hoy presta los servicios públicos de la ciudad. Un modelo solidario, que protege al vecindario de los mercachifles forasteros que vienen a vendernos tónicos contra la calvicie, de los que hasta un servidor ha sido víctima. Porque hace un siglo ya existían los turritos que decían defender la competencia y querían convencernos de que los de afuera sabían hacer las cosas mejor que nosotros.
Bueno, la corto aquí antes que me acuse de pueblerino localista.
Atentamente,
PETRONIO
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