Jueves 21 de marzo 2024

Hasta el "campo" necesita del Estado

Redacción 24/01/2023 - 08.30.hs

Todas las actividades económicas necesitan del Estado, todas sin excepción: la industria, el comercio, los servicios, la agricultura, la ganadería, la minería... Algunas para recibir un empujón inicial, otras para mantenerse en circunstancias adversas.

 

La pandemia de Covid-19 fue el ejemplo más extremo para poner en blanco sobre negro esta realidad. En Argentina y en todo el mundo -con mayor o menor intensidad- los Estados volcaron enormes cantidades de recursos económicos para sostener el funcionamiento de las empresas privadas jaqueadas por los efectos de la epidemia. En nuestro país esa ayuda se implementó a través del Programa de Asistencia de Emergencia al Trabajo y la Producción (ATP), con el cual las empresas pudieron seguir funcionando y manteniendo los puestos de empleo.

 

A pesar de tantas evidencias del rol virtuoso del Estado la elite económica-mediática-financiera y los economistas ortodoxos que defienden sus intereses mantienen un fuerte discurso antiestatista sostenido por una ideología libremercadista a ultranza. Para esos sectores poderosos las ganancias deben privatizarse y las pérdidas socializarse; y el Estado no debe interferir en ese proceso, antes bien debe garantizarlo.

 

El sector agropecuario más concentrado es uno de los voceros más enérgicos de tal discurso antiestatista. Se advirtió con crudeza el año pasado cuando se negó a vender la cosecha de soja para presionar al gobierno nacional en busca de un tipo de cambio privilegiado: el dólar-soja, el que finalmente obtuvo por sus potentes espaldas, más potentes que las del propio Estado.

 

Pasaron unos pocos meses y esos discursos de fuerte tono antiestatista cambiaron radicalmente. ¿Qué sucedió para motivar semejante mutación? Una contingencia climática, la sequía que afecta a buena parte del territorio nacional, hizo que aquellos declarados enemigos del Estado de pronto acudieran a él en busca de apoyo económico para afrontar la emergencia. No es que esté mal que el Estado acuda en auxilio de quien lo necesita, lo que sucede es que hay que prestar atención a estos cambios tan drásticos de los discursos para no perder de vista qué intereses están en juego detrás de ellos.

 

Por otra parte, debe que decirse que el Estado, aún en condiciones normales, respalda a la actividad agropecuaria de muchas maneras. Existen innumerables programas de apoyo económico y financiero, con créditos fuertemente subsidiados y extensos plazos para su devolución, e incluso aportes no reintegrables, destinados a ayudar a la compra de terneros, vacas, reproductores, para reservas forrajeras, construcción de aguadas, para siembra de granos, para mejoramiento de la infraestructura rural, electrificación, para la industria frigorífica, la actividad porcina, la actividad ovina, la industria láctea, la chacra mixta, para afrontar emergencias como sequía e incendios y muchos otros programas imposibles de citar en su totalidad en esta columna.

 

Aceptar que un Estado activo es un instrumento de protección, equidad y desarrollo social, sería un gran paso para elevar el debate político tan contaminado en nuestros días por los discursos sectoriales excluyentes.

 

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