Islas Malvinas son una base militar de la OTAN
La posición argentina frente al conflicto bélico en Ucrania, condenando a Rusia sin mencionar a la OTAN y su avanzada sobre las fronteras de ese país, equivoca el blanco al que debería apuntar. En nuestras Malvinas se encuentra una base militar de esa alianza atlántica.
IRINA SANTESTEBAN
Ya en 2014, la entonces presidenta Cristina Fernández había denunciado que la OTAN tenía una "base militar nuclear" en Malvinas, al conmemorarse el 32 aniversario del comienzo de aquella guerra. Hoy, bajo la presidencia de Alberto Fernández, ante el conflicto desatado en Ucrania, el gobierno argentino se ha puesto del lado de la OTAN, que sostuvo junto con EE.UU. la agresión que sufrimos en 1982 por parte del Reino Unido.
En los comunicados de la cancillería al mando de Santiago Cafiero, se repite el discurso occidental que ha dado pie a una ola de rusofobia en una gran parte del mundo, al exigir el retiro de las tropas de la Federación Rusa de Ucrania. Ninguna mención se hace al origen del conflicto, que ha sido la avanzada de la OTAN con bases militares en las ex repúblicas soviéticas, amenazando a Rusia con sus misiles y armamentos nucleares. La omisión del papel de la alianza atlántica en la guerra entre Rusia y Ucrania, es imperdonable para un país que sufre desde hace 189 años (con el breve interregno de abril-junio de 1982) la usurpación de una parte de su territorio por el Reino Unido, que mantiene allí una base militar de la OTAN.
Operativos militares.
El año pasado la cancillería argentina protestó contra lo que consideró una "injustificada demostración de fuerza", por los operativos con lanzamiento de misiles que realizó Gran Bretaña en las Malvinas. El gobierno de AF repudió las maniobras militares que tuvieron lugar entre el 26 y el 29 de abril de 2021, y denunció que esos operativos violaban las resoluciones de la ONU que instan a ambos países a retomar el diálogo pacífico para la solución de la cuestión de la soberanía en ese territorio reclamado por Argentina desde 1833. En junio de ese año, luego del desembarco de dos barcos ingleses en las islas el 3 de enero, el enviado argentino ante la corona británica, Manuel Moreno, hermano del secretario de la Primera Junta de nuestro gobierno patrio, presentó la primera protesta por la usurpación.
En el comunicado que rechazó los operativos militares de 2021 se denunció que en la base de Monte Agradable (llamada Mount Pleasant por los usurpadores y lamentablemente también por periodistas de nuestro país), el Reino Unido tiene 1200 efectivos militares y 300 civiles que prestan tareas de apoyo. Así, se reafirmó que Malvinas es uno de los territorios más militarizados del mundo, en comparación con su población civil.
El lanzamiento de misiles en esos ejercicios violó la resolución 41/11 de la Asamblea General de las Naciones Unidas, que exhorta a los Estados de todas las regiones (no sólo a Argentina y al Reino Unido) a respetar esa región como "zona de paz y cooperación".
Piratear recursos naturales.
En esa oportunidad, el secretario de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur de la Cancillería, Daniel Filmus, dijo que la desproporcionada presencia militar británica en el Atlántico Sur no tenía un sentido defensivo sino que su objetivo era asegurarse el acceso y el control de los recursos naturales de esa zona.
Son ambas cosas. Desde el punto de vista militar, una base de la OTAN en ese lugar estratégico del Atlántico Sur, como puerta de ingreso a la Antártida, es fundamental para los planes hegemónicos de las dos potencias más importantes de esa alianza militar: EE.UU. y el Reino Unido. Y como fuente de apropiación de los recursos naturales, en particular pesqueros y petrolíferos, el control de todo ese territorio insular y marítimo es clave para los planes imperialistas.
Por eso es imperdonable que Argentina no se haya diferenciado de la posición de Occidente respecto a la guerra de Ucrania, que demoniza al presidente ruso Vladimir Putin. Y calla frente a los crímenes que se cometieron en años anteriores en ese país, contra la población civil de la región del Donbass, por parte de batallones neonazis como el Azov, tolerados y luego incorporados al ejército ucraniano por los presidentes Petro Poroshenko y Volodimir Zelensky. Esos crímenes no son propaganda prorrusa, fueron registrados por un cineasta norteamericano, Oliver Stone, en su documental "Ucrania en Llamas", disponible en YouTube (no se sabe hasta cuándo, vista la censura que crece en los medios occidentales respecto a lo que ocurre en Ucrania).
Según Hugo Alconada Mon (La Nación, 28/03), el 25 de febrero, miembros de la Asamblea Legislativa de Malvinas izaron una bandera de Ucrania junto a la de las "Falklands" (casi idéntica a la británica). Aducen que defienden el mismo principio de autodeterminación de los pueblos que hoy reclamaría el pueblo ucraniano. Sin embargo, ni Occidente ni el gobierno de Kiev reconocen ese principio para las proclamadas repúblicas independientes de Donetsk y Lugansk, defendidas por la Federación Rusa, y agredidas desde 2014 por el ejército ucraniano. La Argentina tampoco reconoce esas repúblicas independientes del Donbass (extraña coincidencia con los habitantes hoy considerados británicos de nuestras Malvinas). No lo hizo en 2014 Cristina y no lo hace ahora Alberto Fernández. La explicación es que si se reconocen los plebiscitos de Donetsk, Lugansk y Crimea, hay que reconocer el que realizó en 2013 el gobierno de las islas, que pidió por abrumadora mayoría permanecer bajo órbita británica.
Claramente no es lo mismo. Rusia no ocupó esas repúblicas como sí lo hizo el Reino Unido hace 189 años con nuestro territorio insular. El ejército de la Federación Rusa avanzó sobre el territorio ucraniano luego de ocho años de ataques sobre la región del Donbass, con 15.000 víctimas, muchas de ellas civiles. Y también lo hizo en defensa propia, ante los avances militares de la OTAN, que pretende también instalar una base en Ucrania, a pesar de los acuerdos de Minsk (2015), que impedían que la alianza atlántica continuara con su ofensiva hacia los países vecinos de Rusia.
En nuestras Malvinas la situación es totalmente diferente. No sólo por el reclamo de 189 años de soberanía sobre ese territorio y sobre la plataforma submarina, con argumentos históricos y geográficos. Sino porque hay innumerables resoluciones de las Naciones Unidas, que definen la situación de Malvinas como uno de los 19 enclaves coloniales que aún se mantienen en el Siglo XXI. La Resolución 2065 de 1965 reconoció la disputa de soberanía entre Gran Bretaña y Argentina, con 94 votos favorables, ninguno en contra, 14 abstenciones y 9 ausencias.
Argentina debe denunciar el papel imperialista de la OTAN, en Malvinas y Ucrania. Y debe llamar a resolver los conflictos de manera diplomática y pacífica, propiciando el diálogo entre las partes, en lugar de acoplarse del lado de los agresores de la humanidad. Se intenta mostrar a Putin como un nuevo Hitler, pero nada dicen de los presidentes norteamericanos que han bombardeado decenas de países, con miles de víctimas inocentes, en Yugoslavia, Irak, Afganistán, Siria, Libia, Somalía, etc.; ni de los gobernantes israelíes que desde hace décadas atacan a los palestinos a quienes les usurpan sus territorios.
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