Miércoles 27 de marzo 2024

La inteligencia artificial y la democracia real

Redacción 02/02/2023 - 07.47.hs

Los desarrollos relativos a la llamada "inteligencia artificial" plantean una serie de desafíos que estamos lejos de poder resolver satisfactoriamente en virtud de la velocidad con que se vienen produciendo.

 

JOSE ALBARRACIN

 

En su libro "Fedro", Platón ensaya un curioso argumento en contra de la escritura. Según su visión, esa invención de la raza humana sería su perdición, por cuanto atrofiaría la memoria, ya que las personas se acostumbrarían a recurrir a la palabra escrita como método para recordar las cosas. No sabemos si la memoria del humano actual es mejor o peor que la de un contemporáneo de aquel filósofo griego. Lo que sí sabemos es que, de no ser por la escritura, su obra no habría llegado hasta nosotros, como tantas otras que constituyen el acervo cultural de la humanidad.

 

Novedad.

 

En realidad, la reacción de desconfianza en Platón ante la relativa novedad de esa tecnología llamada escritura –que, por cierto, inauguró la historia humana— es bastante familiar, y se ha repetido en varios momentos históricos, como por ejemplo, con motivo de la invención de la imprenta, o de la energía atómica. Nuestra respuesta consensuada al respecto es que los avances de la ciencia son bienvenidos, y que su efecto en la humanidad dependerá del uso que se haga de ellos.

 

Sin embargo, los desarrollos relativos a la llamada "inteligencia artificial" plantean una serie de desafíos que estamos lejos de poder resolver satisfactoriamente, en particular, por la velocidad con que se vienen produciendo. Con total familiaridad hemos incorporado a nuestra vida diaria teléfonos "inteligentes" que contienen "asistentes" que responden a nuestras preguntas tras buscar respuestas en internet. Damos por hecho que una computadora juega mejor al ajedrez que el campeón mundial humano, y que son computadoras las que manejan la navegación de barcos y aviones, los sistemas de seguridad, y hasta los arsenales militares.

 

Desde hace un par de meses una novedad ha venido a encender una nueva alarma sobre estos desarrollos: la aparición de un "chatbot" denominado "Chat GPT", lanzado por una compañía llamada "OpenAI", uno de cuyos fundadores es nada menos que Elon Musk. Se encuentra disponible en una página de internet de libre acceso.

 

Chat.

 

Un "chatbot" es básicamente un programa de computación que, a más de tener acceso a toda la información disponible en internet, tiene la capacidad de conversar con seres humanos en las redes sociales, usando lenguaje corriente. Su presencia no constituye una novedad: se calcula que en la campaña que precedió al referéndum sobre el "Brexit", en 2016, alrededor de un tercio de los "tweets" que se publicaron acerca de ese proceso político provenían de robots. El producto de OpenAI, en tanto, agrega una función novedosa: es capaz de producir textos escritos en casi cualquier idioma, sobre cualquier tema, y en cualquier estilo, según las instrucciones que le imparta el usuario.

 

Las primeras implicancias preocupantes se han dado en el campo de la educación. Esta herramienta sería capaz, en principio, de producir automáticamente cualquiera de los ensayos que se exigen a los estudiantes de cualquier nivel educativo, en cuestión de segundos. Una prueba realizada por el New York Times –con artículos escritos a la manera de un alumno de cuarto grado primario— logró demostrar que ni docentes avezados podían advertir la diferencia entre lo escrito por un niño y lo producido por el "chatbot".

 

En teoría es posible, por ejemplo, pedirle al robot que elabore un texto de una carilla sobre el último Mundial de Fútbol, escrito en el estilo de Jorge Luis Borges, incluyendo elementos de ciencia ficción y mensajes cifrados en código. La posibilidad de que este recurso adultere el proceso de educación y de evaluación de los estudiantes, es altísima.

 

Política.

 

Sin embargo, las implicancias en el campo de la política podrían ser aún más graves, al punto que no ha faltado quien afirme que esta herramienta tiene el potencial de socavar las bases de la democracia. Y es que este sistema político se basa en la idea de que la opinión de cada persona cuenta: ¿qué ocurre entonces cuando los participantes en un debate político no son todos ciudadanos humanos?

 

El riesgo es obvio: si en el debate intervienen miles de entidades no humanas, con capacidad de prevalecer tanto por número, como por rapidez, como por eficacia argumentativa, los seres humanos terminaremos siendo excluidos del proceso deliberativo. Y, por supuesto, no hace falta mucha imaginación para saber que los grupos económicos poderosos tendrán acceso a la mayor cantidad y calidad de estos artefactos, para hacer avanzar su agenda política conservadora.

 

Si a ello le sumamos que una parte sustancial del debate político actual se lleva a cabo en plataformas digitales tales como Tweeter, Youtube y Facebook, propiedad de las grandes compañías garantes del así llamado "capitalismo vigilante", que lucran con la "comodificación del ser humano" y sus datos personales, la perspectiva no es alentadora.

 

El orden democrático, con la legitimidad que le otorgan sus instituciones y el respaldo del voto popular, representa la única barrera posible para evitar que estos desarrollos tecnológicos perviertan la limpieza del proceso político. Hará falta mucha militancia y mucha construcción de ciudadanía para prevenir ese futuro monstruoso en que sólo las máquinas debatan sobre política, y donde hasta artículos de opinión –como este mismo— sean obra de algún ente artificial.

 

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