Los que realmente saben de economía
Lejos de eliminar las instituciones, los ganadores del Premio Nobel de Economía proponen un fortalecimiento para garantizar la resolución de conflictos, la regulación de los mercados y la asignación de recursos.
JOSE ALBARRACIN
Contrariando las delirantes expectativas que se habían forjado al respecto en el gobierno nacional, el Premio Nobel de Economía no recayó en ninguno de sus miembros, ni de sus teóricos de cabecera. Muy por el contrario, los laureados de 2024 son Daron Acemoglu y Simon Johnson (ambos del Massachusetts Institute of Technology) y James Robinson (de la University of Chicago). Los trabajos que los llevaron a este máximo galardón no se refirieron a ninguna teoría que implique la destrucción del Estado para fomentar el crecimiento económico, sino todo lo contrario: su estudio se centró en la brecha de prosperidad entre las naciones, y la influencia que tienen las instituciones (particularmente estatales) en el progreso material.
Inequidad.
De más está decir que para acceder a estos galardones no basta con el desarrollo teórico -mucho menos, con teorías intoxicadas por la cerveza, el schnapps y la pastelería altamente calórica de Austria. Lo que estos economistas hicieron fue recurrir a la recopilación y análisis de datos duros, incluyendo una gran cantidad de países (especialmente ex colonias) y prolongados períodos históricos.
El resultado es un aporte sustancial para el entendimiento de la inequidad económica entre los países, y -conforme destaca el Comité del Nobel- a la importancia de las instituciones sociales en la lucha por su reducción.
Probablemente el libro más conocido de estos autores sea "Por qué fracasan las naciones", en el cual dedican algunos párrafos a la situación argentina, y aunque critican al peronismo desde una perspectiva institucional, el diagnóstico que hacen sobre el subdesarrollo de nuestro país lo emparentan con hechos históricos muy anteriores: la sobrevivencia de las "instituciones extractivas" coloniales, y el comportamiento rapaz de las elites que las generan.
Como también se destaca en el dictamen de Estocolmo, "sus hallazgos sugieren que las instituciones inclusivas tienden a poner a los países en el camino de la prosperidad a largo plazo, en tanto las instituciones extractivas -designadas para mantener el control- sólo proporcionan ganancias de corto plazo para los poderosos".
Traduciendo este último párrafo a la realidad argentina, las instituciones extractivas serían las multinacionales, la Sociedad Rural, el sistema financiero, y en general todos los poderes económicos dedicados a la succión de la riqueza nacional y a su enajenación a través de la fuga de divisas. Por el contrario, las instituciones inclusivas serían las dedicadas a la promoción del bienestar general, la regulación de los mercados, y en particular, las universidades como factor de ascenso social. Y ya se sabe a quiénes favorece -y a quiénes está diezmando- el actual gobierno.
Turco.
Probablemente el más célebre de los tres laureados sea Acemoglu, de origen turco, un fuerte crítico del proceso político que lleva adelante en su país el presidente Tayyip Erdogan. Lo cual no le impide detectar los orígenes de estos nuevos nacionalismos en los extravíos del proceso de globalización iniciado a comienzos de los '90. Y, en el caso particular de Turquía, con el agravante de los continuos desaires a los que se vio sometida por parte de la Unión Europea, a la que define "no como una institución supra-nacional, sino post-nacional".
Todo el trabajo de Acemoglu se orienta a la defensa y promoción de la democracia, como el sistema más eficaz para promover un desarrollo inclusivo. Pero sus estudios se remontan varios siglos atrás, con el proceso de colonización europea en América y otros continentes, y cómo éste influyó en los países colonizados. Un dato curioso detectado es que, en casi todos los casos, la herencia colonial implicó un cambio de fortuna para la población local: imperios importantes como el azteca y el inca terminaron transformándose en países atrasados, en tanto otras zonas menos densamente pobladas y con menor desarrollo cultural y político -como el resto de Norteamérica- se desarrollaron rápidamente.
La explicación de este fenómeno -otra vez, basada en una gran cantidad de datos relevados- tiene relación con la instauración de instituciones sociales, particularmente, aquellas que se arraigaron fuertemente en las poblaciones locales. Lo cual se hace particularmente notorio en el caso de Nogales, una ciudad que está partida en dos por el límite entre EEUU y México, y donde la misma población, la misma ubicación y la misma cultura, generaron estándares de vida muy diferentes.
Arraigo.
Otro de los países estudiados es Afganistán, donde la experiencia histórica de una ocupación de dos décadas por parte de EEUU, una inversión de billones de dólares, y la pérdida de incontables vidas humanas, terminó no sólo en una evacuación desastrosa, sino en la toma del poder por parte de los talibanes y la eliminación de cualquier progreso institucional que se hubiera logrado, en particular, para las mujeres.
De no menos actualidad es el caso de Ucrania, un país que comparte con Argentina no sólo la geografía generosa y la producción agropecuaria, sino también la presencia de unas elites económicas extraordinariamente corruptas. Como cuenta Acemoglu, "cuando los ciudadanos de a pie comienzan a asumir que el éxito depende de las conexiones y los sobornos, esa asunción se transforma en una profecía auto-cumplida. Los mercados se manipulan, la justicia se vuelve un negocio, y los políticos se venden al mejor postor. Con el tiempo, esta cultura de la corrupción permea en toda la sociedad. En Ucrania, hasta las universidades están comprometidas: los títulos se venden y compran en forma habitual".
El autor hace un interesante contraste entre Ucrania y Polonia, otro país que estaba bajo la órbita soviética, y que incluso contaba con un menor desarrollo industrial. Pero cuando la clase política polaca tomó el asunto en sus manos, construyó un consenso institucional: "convocaron a los sindicatos, se fortaleció el financiamiento del Estado, y se introdujo un sistema impositivo progresivo, donde pagan más los que más tienen... Con el tiempo, estas instituciones fueron las que evitaron que los oligarcas pudieran prevalecer con sus prácticas corruptas".
En tanto, a nivel internacional, Acemoglu pide a gritos un nuevo enfoque: "Ante todo, los acuerdos de comercio no pueden ser dictados por corporaciones multinacionales que se enriquecen imponiendo salarios bajos y condiciones de trabajo inaceptables. Ni tampoco podemos permitir que se basen las relaciones comerciales en las ventajas comparativas que proveen los combustibles fósiles baratos y subsidiados".
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