Maniobras peligrosas
Dentro del denso, y a menudo conflictivo, tránsito santarroseño de vehículos motorizados suele pasar desapercibido un componente: las bicicletas. Desde siempre estos vehículos individuales han representado una parte considerable del transporte urbano y personal, pero hay que convenir en que las circunstancias económicas de los últimos tiempos multiplicaron a los usuarios. Sin embargo a este hecho, diríase que natural y obligado al fin y al cabo, debe agregarse una consecuencia: el absoluto desorden que rige su tránsito.
Quizás porque las normas municipales al respecto son más laxas que para los vehículos automotores, es frecuente ver cómo las bicicletas pasan por alto reglas elementales. Una de las más frecuentes –y acaso la más potencialmente peligrosa— es el desplazamiento sin apoyo en el manubrio, apelando únicamente al equilibrio personal. No son pocos los ciclistas que a esa circunstancia suman la de transitar escuchando música con audífonos, lo que los aísla completamente de los sonidos del entorno circundante, un indicador nada desdeñable cuando el tránsito es denso.
Sin embargo, el riesgo más frecuente tanto para los pedalistas como para quienes manejan automóviles está en la absoluta ignorancia de los semáforos por muchos ciclistas. Aprovechando el obligado freno de los coches ante la luz roja, es frecuente que las bicicletas la ignoren, con los riesgos consiguientes: para ellos y para los automovilistas que se encuentran de súbito frente a una presencia de peligro. Es frecuente la crónica en cuanto a incidentes en los últimos meses.
En la afirmación no hay exageración alguna y cualquier observador puede comprobarla a poco de salir a la calle. Por cierto que es de desear que entre esos hipotéticos observadores haya algún munícipe capaz de promover tanto una reglamentación como un control más serio para con esos desaprensivos que, no lo olvidemos, ya han causado y tenido accidentes de consideración.
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