Político y auténtico
Es probable que la reacción más común ante la muerte de José "Pepe" Mujica haya sido maldecir a la parca, que habiendo tanto canalla y psicópata suelto entre la dirigencia mundial, haya elegido llevarse a un hombre bueno. Y ahí podría concluir esta columna de reflexión, si no fuera porque quedaría un espacio en blanco demasiado notorio en esta página. El consuelo ante esa injusticia bien podría ser que, como primero se murió el Papa y después el Pepe, si la secuencia se completa, tarde o temprano le tocará a esta gente que es un verdadero Popó.
Pensador.
El ser buena gente no ha sido la única originalidad de Mujica. También lo destacaba su gusto por la filosofía, algo bastante raro entre los presidentes, gente pragmática y, en general, bastante burra. Imagínese el lector si, por alguna circunstancia ineludible (por ejemplo, un concurso televisivo) el señor Trump se viera obligado a delinear su pensamiento filosófico. Dios nos libre y guarde.
No es que la filosofía del Pepe fuera demasiado original. Esa máxima de "pobre no es el que tiene poco, sino el que no se conforma con lo que tiene" nos viene acompañando desde la Grecia antigua. Y al día de hoy, las redes sociales están plagadas de "influencers" que intentan vender la frugalidad como estilo de vida. Tanto se esmeran que hasta hay subgéneros dentro de ese producto, como por ejemplo el famoso minimalismo, particularmente en su versión japonesa, que pregona las virtudes de dormir en el piso, comer solamente arroz y usar paredes de papel. (Por supuesto, está también la versión de Inodoro Pereyra, que aplicaba el minimalismo a la hora de trabajar, ya que se confesaba "tímido para el esfuerzo").
Lo que hacía que el mensaje de Mujica fuera tan potente en su caso es, claramente, la autenticidad del personaje. En un ecosistema plagado de gente que odia -Mujica no era querido por todo el mundo, ni siquiera dentro del Frente Amplio- resulta extraño que a nadie se le haya ocurrido cuestionar si realmente vivía tan en la pobreza, si donaba su sueldo, si tenía sólo un escarabajo como auto y una perra a la que le faltaba una pata. Claramente con tres le alcanzaba para caminar, por lo que es probable que la cuzca compartiera el pensamiento frugal de su amo.
Paisito.
Probablemente tenga que ver con las particularidades del Uruguay, ese paisito poblado de gente amable y suave que, al decir de Borges, son "como los argentinos, pero sin sus defectos". En el canibalismo político argentino, no hubiera faltado un fiscal que le mande topadoras al rancho del Pepe, en busca de imaginarias cajas fuertes, llenas de dineros mal habidos.
La singularidad del personaje se nutre también de una biografía épica. No tanto por el hecho de haberse comido años de prisión durante la dictadura, en condiciones infrahumanas: la historia está repleta de dirigentes populares que sufrieron la persecución autoritaria, los Mandela, los Lula, los Havel. Lo que realmente hace ruido es esa parte de la juventud de Mujica, tan lejana de su vejez parsimoniosa y reflexiva: su militancia en la agrupación guerrillera Tupamaros, responsable de algunas acciones drásticas como el secuestro y asesinato de un diplomático norteamericano -en realidad, agente de la CIA- que tan bien retrató el director griego Costa Gavras en su filme "Estado de sitio" (1972).
En la parábola de esta vida, curiosa como pocas, llama la atención que los logros del gobierno de Mujica no hayan incluido grandes pasos hacia el socialismo, grandes reformas económicas: su listado de logros incluye leyes de carácter más liberal, como la legalización de la marihuana, el matrimonio igualitario, la identidad de género.
Walden.
No ha faltado quien compare a José Mujica con Henry David Thoreau, el pensador norteamericano del siglo XIX cuyos escritos políticos -en particular, su tratado sobre la desobediencia civil- sirvieran de inspiración para las luchas políticas pacifistas del siglo XX, en particular, las de Ghandi en la India y Mandela en Sudáfrica.
También Thoreau pregonaba un estilo de vida frugal, en contacto con la naturaleza, al punto de trasladarse a vivir varios años en soledad a una tosca cabaña, construida con sus propias manos, a orillas del lago Walden, en su natal Massachussets. El libro que resultó de esa experiencia es, todavía hoy, una lectura exquisita.
También Thoreau se sentía profundamente incómodo con la exhibición obscena de codicia que promocionaba el creciente capitalismo de su país: su búsqueda tenía más que ver con la hermandad entre los seres humanos. No es raro que en su militancia abogara, en forma prominente, por la necesaria abolición de la esclavitud, problemática que concluiría llevando su país a una cruenta guerra civil.
Pero a diferencia de Thoreau, Mujica no se fue a su chacra en las afueras de Montevideo sólo para aislarse del mundo y conectar con la Pachamama. Su vida fue la de un hacedor, un líder discreto como sus conciudadanos, un outsider que demostró que es posible ser político y auténtico al mismo tiempo.
¿Habrá quienes sigan este ejemplo, este legado? Eso está por verse. Por las dudas, conviene no hacerse demasiadas ilusiones.
PETRONIO
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