Domingo 21 de abril 2024

Un acuerdo para poner fin a la fricción constante

Redacción 02/03/2023 - 07.58.hs

Tras siete años de idas y venidas, tras un referéndum que se decidió por centésimas, los británicos quiere terminar con el proceso del “Brexit” y volver a algún tipo de normalidad.

 

JOSE ALBARRACIN

 

El lunes se anunció en el castillo de Windsor, con bombos y platillos, el acuerdo final sobre la cuestión de Irlanda del Norte, que firmaron solemnemente el primer ministro británico Richi Sunak y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. El evento fue de tal importancia que el propio rey Carlos III, que casualmente estaba en casa, terminó invitando a la dignataria europea a tomar el té. El gesto tuvo varias repercusiones: algunos lo vieron como una rara muestra de apoyo a Sunak, otros como una intromisión indebida del monarca en la política nacional, y la mayoría tuvo ocasión de recordar la fama de tacaño que persigue al ex príncipe de Wales desde su juventud.

 

Brexit.

 

La cuestión de Irlanda del Norte es uno de los ítems más venenosos heredados del proceso que se conoció como "Brexit", y representó la salida del Reino Unido de la Unión Europea en enero de 2020. Era motivo de fricción constante con las autoridades de Bruselas, y hasta había causado la intervención del gobierno de Estados Unidos, ya que el conflicto amenazaba con hacer estallar los acuerdos de paz deIrlanda de 1998, de los que Washington es garante.

 

Como todavía todos los analistas coinciden en que antes de opinar hay que leer la letra fina -una tarea laboriosa y aburrida- se desconoce aún cómo se resolvió efectivamente el meollo de la cuestión, esto es, cómo funcionará de aquí en mas el comercio entre Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que conforman un único país, sin establecer una frontera dura con la República de Irlanda, que ocupa el resto de la isla, y que es miembro pleno de la UE.

 

El problema, en realidad, es insoluble. ¿Cómo podrán pasar productos entre las dos Irlandas, sin cumplir las estrictas reglas y protocolos que establece Bruselas para el comercio con terceros países? Sin embargo, Sunak se permitió el optimismo, asegurando que la cuestión estaba zanjada, y que -pese a la reaparición de la violencia política en el Ulster- su gobierno "no será llevado al pasado".

 

Chorizos.

 

En su discurso público, el premier inglés optó por un lenguaje campechano y accesible a la población, asegurando que "no habrá más restricciones para quienes quieran mudar sus mascotas desde Belfast a Londres; habrá las mismas especies de árboles en los jardines de ambos lados del Mar de Irlanda; y habrá buena provisión de chorizos británicos en las góndolas de Irlanda del Norte".

 

Créase o no, el acuerdo es tan detallista que, efectivamente, se ocupa de las mascotas, las semillas de plantas y los chorizos británicos, un ítem culinario que ciertamente no goza de un alto prestigio fuera de esa isla (para quien se lo pregunte, Sunak es de origen indio, pero no es musulmán sino hindú, por lo que no tiene problemas con la carne de cerdo).

 

Se supone que, una vez resueltas estas minucias, Londres y Bruselas, que se autodefinen como "aliados, socios comerciales y amigos"podrán concentrarse en temas más importantes, tales como la política conjunta que aspiran mantener respecto a la guerra en Ucrania, o la cuestión de los inmigrantes. Y acaso, también, estos "Acuerdos de Windsor" sirvan para destrabar el impasse político que se vive en Irlanda del Norte, donde hace casi un año que no se logra formar gobierno.

 

Lejos.

 

Sin embargo, el legado tóxico del Brexit, que ya se ha cargado a tres primeros ministros, está muy lejos de haber desaparecido. Es altamente probable que la "línea dura" anti-Bruselas bata el parche denunciando al joven primer ministro por haber traicionado los ideales de aquel movimiento (ideales que, bien vistos, se reducen a una mezcla de racismo, pensamiento voluntarista y nostalgia por el pasado imperial, componentes esenciales de la estética británica).

 

A la cabeza estará el Trump inglés, Boris Johnson, quien debió renunciar como primer ministro en medio de una serie de graves escándalos, pero no pierde oportunidad de serrucharle el piso al nuevo gobierno, aunque sea de su mismo partido.

 

Pero estas reyertas políticas nada tienen que ver con las necesidades reales del pueblo británico. Por ejemplo, el atroz desabastecimiento de productos que se vive desde hace al menos dos años, tiene directa relación con la falta de mano de obra -en particular en el terreno del transporte y logística- la cual a su vez fue motivada por el retorno a sus países de origen de muchos trabajadores que no soportaron el clima hostil post-Brexit.

 

Como quiera, el gobierno británico no tiene otra opción que darle un cierre a este proceso. Tras siete años de idas y venidas, tras un referéndum que se decidió por centésimas, y que constituyó una de las mayores imbecilidades políticas del nuevo milenio, lo que la gente quiere es terminar con el asunto y volver a algún tipo de normalidad. Lo cual, por supuesto, no implica ningún grado de felicidad efectiva. Como bien lo formulara Pink Floyd en "El lado oscuro de la luna" -obra que ayer cumplió 50 años de su edición- el carácter inglés se define como "un estado de tranquila desesperación".

 

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