Un problema vigente

Es indiscutible que las recientes peleas registradas entre estudiantes secundarios han generado sentimientos de inquietud en el ámbito escolar, en todos sus niveles. Es cierto que los enfrentamientos entre jóvenes siempre han existido pero los recientes presentan dos aspectos llamativos. Por un lado se dan en un contexto de violencia generalizada que se refleja en la vida diaria local, provincial y nacional; por otro vuelve a insinuarse una suerte de “patoterismo”, de aprovechamiento de la desigualdad que da un mayor número de participantes y que, a menudo y precisamente por esa condición, suele epilogar muy mal. No es necesario esforzar la memoria para recordar un trágico suceso de esa índole que ocurriera meses atrás en una ciudad turística.

Es correcta la apreciación de las autoridades educativas acerca de que “se trata de una problemática presente (…) no sólo en los colegios; es un problema social”, pero también es legítimo el reclamo del grupo de docentes “autoconvocados” contra la violencia en las escuelas, que piden respuestas a una situación que se repite.

Lo concreto es que el problema está vigente y parece crecer tanto en entidad como en número, con un marco coetáneo de sucesos reales y ficticios (medios de difusión) que se diría alimentan las ideas de violencia o las soluciones a través de ella. Los responsables de la educación infantil y juvenil –desde los maestros hasta los padres y también la sociedad en que viven— deben implementar ya mismo los medios para frenar estos procederes en los jóvenes. Cierto que no es sencillo pero también lo es que el primer paso está al alcance: conversar el problema entre todas las partes.