Baila La Maga
En esta edición de verano, compartimos un artículo sobre la historia y poesía de la canción Baila La Maga, de Alfredo Zitarrosa, una obra fina y melancólica.
Ernesto del Viso *
Sueltan nombres de mujer, las canciones de nuestra Patria. Tal vez anónimas o de reconocimiento aldeano, en los pequeños límites, reducidos, de la Comarca o en una extensión superior que propone la región.
La literatura, de mano de la sonora melopea, la nacionalizan, la pasean por sitios más alejados del sitio que la origina.
Ejemplos sobran como por ejemplo el chamamé que homenajea a la Oma (abuela en alemán) del chaco, compuesto por Daniel Altamirano (letra) y Pedro Alberto Favini (música). La oma de esta canción tiene nombre y apellido: Marta Hoffner, inmigrante que fue a vivir a un paraje de no fácil acceso, a unos cinco kilómetros de San Bernardo. Pocos sabían de Marta, de origen brasileño, nacida en Santa Catarina, en una colonia suizo-alemana, el 12 de octubre de 1907. La canción la visibilizó en extremo.
O aquella santafesina, Merceditas Strickler, el amor imposible del músico Sixto Ramón Ríos, que la conoció en un baile en Humboldt, encuentro casual que encendió la canción “Merceditas” con múltiples grabaciones en el país y en el mundo.
En ocasiones el poeta se propone, de alguna manera, retratar lo que le ha impactado, o llamado su atención. Otras como lo formuló Felix Luna, pintó con sus versos a aquellas que la historia cristalizó en el tiempo en nombre y apellido: Alfonsina Storni, Dorotea Bazán, Guadalupe Cuenca (esposa de Mariano Moreno), Manuela Pedraza (la tucumana), Rosarito Vera Peñaloza, Juana Azurduy, Mariquita Sánchez de Thompson.
Otras damas bajo un arquetipo que agrupa a una serie de mujeres que poblaron un determinado lugar y fundaron la patria misma de ese sitio como la “Gringa Chaqueña”.
También y por fuera de la obra integral “Mujeres Argentinas” de Ariel Ramírez y Félix Luna, pronunciada ya en su totalidad, el caso de la que va a la cosecha de la Yerba Mate a hacer “la Tarefa”, la que sabemos “tarefera”, que alguna vez le oí cantar a María Ofelia en sus inicios artísticos a principios de los años 70 del siglo pasado, exactamente en su segundo disco de 1973. En este caso se cuenta una historia de sangre y muerte, relatada por el trovador I. Fernández y Carlos Pino :
“María de la tarefa,
Tronco suelto de jangada.
María la serradera
gurisa de los yerbales,
María tarefera,
la novia de los yuyales…”
(María Tarefera – Galopa)
A veces acontece un relato pormenorizado de la dama que se canta, se la ubica en el tiempo y en espacio y se agregan características de su ser, lo que al decir verdad, nos deja poco espacio para imaginarla cabalmente.
“Baila la Maga”
Una bailarina rompe el espacio con la acción en un teatro cualquiera. Nos deslumbra con su elegancia y un galán la aguarda en el centro del plato.
El ambiente perfila una mueca de amor no correspondido o simplemente una escena coreográfica para el poblado de la platea.
Lo que describe Zitarrosa en su obra “Baila la Maga”, es de una finura y melancolía, muy de su estilo. Tal vez esa maga haya sido su madre, bailarina, o alguna otra dama llegada desde el interior de su paisito, en tren, al poblado mayor de sus residencias.
Relato de su camino, de un destino de divergencias, casi siempre, en el autor uruguayo que muchas veces nos ha cantado al amor en fuga, al no amor.
Esta mujer, bailará en el patio de sus sueños y se des-arrima al final del recorrido del tren.
Despreocupado del qué dirán, ese siempre “verte bailar”, desemboca cual río turbulento en la canción donde ha dormido mucho tiempo, hasta que se hace necesario, en 1984/85, sacarla de la admiración en solitario, al goce y vista de todos nosotros.
Acá no hay nombre ni apellido ciertos. No debe ser ineludible que lo sea, pero expone la sensibilidad del acto coreográfico como la del que mira y posiciona sus sentidos sobre ella, que antes de inducir la herida en el aire del tablado, es una enlutada mujer, en la metáfora preciosa de Zitarrosa, cuando la ubica detrás del cortinado negro, antes de salir a escena:
“Maga enlutada tras la cortina,
de pronto un foco azul la ilumina,
abre en el aire una herida fina
y nace la bailarina”.
Verte bailar…
No sabremos a quién desea ver bailar el autor, su nombre y su apellido, o en todo caso si existió La Maga de esta canción.
Posiblemente resulte ser una alegoría a aquello que reiteradamente sintió, la observó este poeta, que gozaba espiritualmente ante una danza, bien expresada.
El tiempo que fluye, sin detener su paso, siempre promueve un abismo entre aquel acontecimiento que nuestra mirada registró y éste de la composición, de la concreción de un tema que quedó rendido y no cristalizado, en nuestro pensar.
Cómo aparece La Maga en Zitarrosa no lo podremos echar de ver. Sí es en ese momento del “desexilio” definitivo, en su “paisito” del Uruguay después del 30 de marzo de 1984. Pronto nacerá “Verte Bailar”, como así se llamaría la milonga en primer instante, luego “La Maga”. También lo harán un par de temas más que brotan a borbotones, que desbordan esa imaginaria compuerta que el exilio puso y que solo abrió para “Stefanie” y “Guitarra Negra”, pero no mucho más. Sobre este reencuentro con su público, Sibila Camps, en su nota del 28 de mayo de 1985 “Zitarrosa: Canto Profundo”, acierta al decir que al: “…escucharlo en ‘Baila la Maga’, el cantor no ha modificado mayormente la esencia de su música, pero sí ha sabido dominar con naturalidad, las rimas internas y decir lo necesario y lo urgente con las palabras justas”.
Por eso me animo a expresar que es todo un orfebre como esculpe Zitarrosa a esta bailarina que en puntillas de pié, recorre ciertas distancias escénicas. Lo hace con delicadeza y decoro: galanura se diría en el campo.
Ella, la Maga, camina en milonga, pero tal vez el autor, al recrearla en esta historia de “amor oculto”, le asume entre bambalinas de su espíritu, un cortesano de extrema delicadeza: Flamenco, baile que le subyuga y atrapa, -a Zitarrosa- hasta alturas insospechables para el oyente, ese auditor que le concede prerrogativas -por admiración y respeto- de ampliar márgenes en lo creativo.
Pulsiones y fantasmas que le rondan cada tanto al cantor, como en la de “…ojos dorados” o en aquella falda de color azul, cuya trama es lino puro y que flamea -flamenquea, al llegar cualquier mañana (Pollera azul de lino). O como diría Juan Gelman: “…misterio de la palabra humana procede…del mismo vuelo entre la oscuridad y la luz…: es oscura su luz, clara su oscuridad…cada grupo humano abrió una boca para que el vuelo sea posible”. Así lo ha entendido Zitarrosa, referenciado a su grupo, siendo el faro guía para los que vinieron después sobre todo en el Uruguay. Zitarrosa abre su boca, y entrega un vuelo cortés y atento al contexto histórico que le toca en suerte o destino vivir y nos invita a gozar o sufrir, según la temática abordada, esa volada que nunca es del todo ficción, sino existencia vivida.
Esta obra la muestra Alfredo en su disco “Melodía Larga” del ‘85 entreverada con otras de sus creaciones y de compositores uruguayos que él admira como Marcos Velázquez, Eduardo Darnauchans, Gastón “Dino” Ciarlo, entre otros.
“Verte bailar tocando en puntillas,
temblando de pasión en mi silla.
Sentí que eras mi mar y mi orilla,
mi sal, mi sangre y mi pan”.
Sangra el corazón del anónimo espectador como sin nombre también quien lo provoca, con su danzar; ese temblor, ese arrebato sensorial que lo pone al borde de todo. Pero el reclamo de lo que le hace soñar esa bailarina, que no puede ser ni su mar, ni su orilla, ni aquellos otros elementos fundamentales, algunos de la vida misma, se troca en milonga. Con ella se dice mucho, como diría Yupanqui y lo formula también este Alfredo de toda Latinoamérica.
Como es su costumbre, Zitarrosa exponiendo sus metáforas y rimas que muchas veces nos sorprenden gratamente. La palabra desprevenida, muchas ocasiones abre canales nuevos para encontrarnos con él: cantor/poeta. Como cuando figura al bailarín, que espera a La Maga en el centro de la escena “…un Tarzán, algo holgazán…”
Un artista siempre abordando sus dos “canteras temáticas”: la sentimental como en este caso “Baila la Maga” y la testimonial que presenta en sus composiciones donde dejó presente el momento histórico que le tocó vivir.
* Músico
“Baila la Maga (o Verte Bailar)”
Maga enlutada tras la cortina,
de pronto un foco azul la ilumina,
abre en el aire una herida fina
y nace, la bailarina.
Ya la estaba esperando el galán,
vástago rubio y turbio de Adán,
músculo y brujo, un lujo alemán,
un Tarzán, algo holgazán.
Mariposa dudosa y discreta
la bailarina va hacia el atleta,
parecen tener una secreta
cita de amor celestial.
Verte bailar flotando en puntillas,
temblando de pasión en mi silla
sentí que eras mi mar y mi orilla,
mi sal, mi sangre y mi pan.
Viniste al pueblo en tren a mi lado,
tus zapatos de raso dorado
bailaron en mi patio empedrado
debajo de mi laurel.
Pero eran alaridos tus besos,
cadenas y candados tus huesos,
tus pies alados, mármol y yeso,
papel sellado tu piel.
Gracias por obsequiarme tu honor,
confitura de raro dulzor,
como si fuese tu corazón
con un moñito punzó.
Gracias por el pecado y el hambre,
por tus muslos helados, tu carne,
gracias por olvidarme también,
no bien cruzaste el andén.
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