Cantora de Barrancas
La realidad de muchas cantoras campesinas de la Patagonia argentina es cada vez más difícil. La falta de interés en su trabajo y los pocos recursos económicos con los que cuentan, hacen que año a año se vaya perdiendo su legado.
Ernesto del Viso *
En 2017 fui invitado por la Secretaría de Cultura de La Pampa a participar del 1º Congreso de Patrimonio Inmaterial en Viedma (Río Negro).
Aquel fin de octubre conocí promotores culturales, bailarines, artistas de teatro, artesanos, también al fallecido recientemente don Angel Hechenleitner (me prestó su guitarra y toqué en el fogón final, "Pampa adentro", milonga de mi primer profesor de guitarra don Orlando Hernández), todos compañeros y colegas de la Patagonia. Hasta me reencontré después de muchos años, con Raúl "Ruli" Aranda de Neuquén, el mismo que me mostró por primera vez a las cantoras populares de su provincia en aquellas inolvidables "Jornadas de Narrativa Folklórica" de finales de los 80 y 90 (la última se realizó en el 2007).
Dije "cantoras populares", y es nombrar a un sin número de mujeres, herederas de toda una tradición que viene de España con un interesante aporte de Chile que modela una cantora con características bien definidas. Las han escuchado a Margot Loyola, Violeta Parra en Chile, han cantado con ellas y como ellas. En nuestro país, la práctica la hallamos en Mendoza y en Neuquén. En esta última provincia, las cantoras tienen un toque personal muy diferente al de Chile y Mendoza. Su ubicación geográfica: el Noroeste de Neuquén.
Cantoras campesinas.
Se las llama "Cantoras Campesinas", expresiones vivas de toda una tradición sonora que se manifiesta con tonadas y cuecas, y utilizan distintas afinaciones en sus guitarras. En las letras que cantan, se reflejan la cotidianeidad de sus quehaceres campesinos; la alegría, la tristeza, los casamientos, los nacimientos, los fallecimientos, todos tienen cabida en su literatura cantada.
Nada más vivo que ellas, a las que podemos encontrar en: Tricao Malal, Las Ovejas, Taquimilan, El Cholar, Andacollo, Varvarco, Barrancas y la lista continúa. Forman parte del Patrimonio Cultural Inmaterial del Neuquén y cuentan en la actualidad con un sitio web al que podemos acceder libremente y escucharlas a ellas.
Por allí trajinarán tal vez todavía, aunque más no sea en el horizonte blanquecino del buen recuerdo, las que en una jornada "de un mediodía serrano" (E.M.), Morisoli escuchó por el Coyuco y más allá, alcanza a decir el poeta: "¡Cantoras las de Lulonco, / de Los Raris y El Cajón,/ dicen que cuando ellas cantan/ les relumbra el corazón!" ("Alto Barrancas: Cantoras", (pag. 29/31), del Libro "Tabla del Naufrago"- Ed. Pitanguá - 2008).
Cantoras Campesinas con nombre y apellido: Marta Barros, Teresa Contreras, Norma Espinoza, Fidelina Retamal, Floriza Pardo, María Tapia, Ester Castillo y entre ellas a la que conocí aquella mañana del 27 de octubre de 2017, cuando entré a formar parte de la Mesa 4 "Artes del Espectáculo": doña Ana Luisa Villar. La acompañaba Luisina Fontela.
Callada, lo observaba todo con su mirada, hasta que cantó y estalló mi asombro y el misterio, esa mezcla de saberlo por terceros y mis sentidos, todos, en primera fila ahora, para que ya nadie me lo cuente o comente.
Ana Luisa Villar.
Nos cuenta Ana: "Ser cantora para mí es muy lindo, es bonito, yo canto a mi manera".
Ana aborda otras canciones, en el claro entendimiento que está mostrando lo ajeno, "...no lo propio", pero prefiere dar las que ella crea su letra, con su tono, con su voz.
Ese símbolo gráfico solo en el viento, que se adecua al lugar donde la cantora es invitada o donde le toca participar. Y en este tema es clara doña Luisa: "puedo imitarle la letra a otra compañera, pero no la entonación".
- Ernesto del Viso: ¿Dónde nació, Ana?
- Ana L. Villar: En el Lonco de Vaca, nacida y criada allí. Aprendí a tocar de grande, porque me faltó mi madre desde muy chica. Por eso poco o nada puedo decirle de mi infancia. En Lonco Vaca, no tuvimos nunca una infancia como otros chicos que van a la escuela, que tienen ratos libres para jugar. Soy analfabeta porque mi papá, Luis Alberto Villar no me pudo mandar a la escuela. Desde chica me acostumbré a hacer la comida, ayudar a llevar los animales, lavar la ropa. Mamá había partido. Éramos doce (12) hermanos y yo la menor de todos.
Una infancia en el límite de todos los olvidos, pero sin resentimientos. Una niñez con mucho de aprendizaje en tiempo distinto al que se abordan en adolescencia y juventud, no? Ausencia total de juguetes a la manera como lo concebimos en la región de la urbanidad hoy, pero si aquellos silvestres que el campo entrega, que sumado a la creatividad total del niño, convierten a una varilla en un caballito de palo, la corola de la Maravilla (para nosotros el Girasol), para observar su dirección de acuerdo al sol, o los marlos del maíz, pelados, sin granos. La imaginación agudizada los llevaba a convertir las pilas usadas y gastadas que su padre desechaba de la radio, en vacas. "Esos eran todos los juguetes que teníamos...no había más...". Todo ello no le ha dado lugar a Ana, la posibilidad de cantar alguna "Tonada" a la niñez.
- EdV: ¿Cuándo comienza su relación con la guitarra y el canto?
- A.V.: Aprendí a cantar y tocar de grande y un poco por necesidad y también como herencia de mi mamá, Margarita del Carmen Hidalgo, que fue cantora. La primera guitarra que puse entre mis manos, era de mamá. Me contaban mis hermanos que cuando esa guitarra se quedaba sin cuerdas, secaban las tripas de chivas y con eso hacían las cuerdas. Resulta que ya jovencita me fui a Cochico -no acentúa la o-, me junté con el papá de mis seis hijos, y aquello no anduvo. Para que mis niños tuvieran escuela, me mudé a Barrancas. No es fácil criar sola 6 niños, no solo se trata de mandarlos a la escuela, sino que también ellos deben llevar educación desde su casa, más de la casa que de la escuela.
Edv: ¿En Barrancas llegará la cantora?
A.V.: Pues sí. En Barrancas donde aún vivo, en los primeros tiempos, hacía de todo: bordaba, tejía, no daba abasto para criar esos niños. Un buen día me dije: "si todas las cantoras cantan, ¿por qué yo no puedo cantar?". Empecé por escuchar unos cassettes que tenía de mi hermana Idumilia Villar, y los cantaba. Como al comienzo me daba vergüenza cantar ante un gran público, lo primero que hice fue hacerlo para mi familia. Ahí todos me conocían y además sabía que ellos no estaban al tanto que yo cantaba. En esa oportunidad, les canté dos tonadas de mi hermana y un par de cuecas.
- EdV: Ya que usted las cita, ¿por qué no nos explica las diferencias que hay entre una tonada y una cueca?
- A.V.: Por empezar, las cuecas se bailan y las tonadas, no. Desde ya le digo, que en nada se parecen con las de Cuyo. A nosotros no nos gustan las cuecas de Mendoza, porque no son como las nuestras que son más pausadas. Tampoco nuestra cueca se parece a la chilena.
Como podemos observar, la cantora Villar, define muy bien su espacio y la rítmica que va a exponer. Es categórica en lo que expone. No lo hace en forma alguna peyorativa ni descalifica las que se componen y cantan en otro ámbito que no sea el de Barrancas y otras comarcas nortinas del Neuquén. Asevera, con el pleno convencimiento y conocimiento de lo que hace. Lo confirma con la pasión con que abraza, los verdaderos valores de la artística y lo popular bien entendidos.
- A.V.: Una vez que ya me sentí segura, vinieron las actuaciones o los pedidos de cantar en Cochico, en Buta Ranquil, después me invitaron en Tricao Malal, en Las Ovejas y en Varvarco, donde desde 1985 se realiza un importante encuentro de cantoras campesinas. A todos estos lugares ya llevaba mis tonadas, sin dejar de cantar alguna que hubiera aprendido antes, pero siempre con mi entonación.
Es cierto que a Ana Luisa le gusta mucho cantar pero todo este periplo en un principio lo hacía para poder criar a sus seis hijos, pues en esos lugares donde cantaba, le pagaban. Luego viene un periodo de afectación de las cuerdas vocales que la obligan a dejar de cantar por un buen tiempo. Me cuenta que no sale del norte neuquino a cantar a otros lados y tampoco ahora lo realiza muy seguido, debido a una afección pulmonar de la que bien se ha recuperado, pandemia mediante.
- A.V.: No soy de prepararme mucho con la guitarra. No soy como otras que pasan horas y horas ensayando para ver si sale bien. Eso sí, siempre tengo seguros mi entonación y mi letra y salgo a cantar con la bendición de Dios.
Dotada de un gran sentimiento religioso, obra de su padre que era muy devoto de San Sebastián, Ana nos relata: "Por eso casi siempre voy a Las Ovejas a la procesión del Santo. Yo le he pido mucho a San Sebastián, para que mis hijos estudiaran y tuvieran trabajo y no pasaran las necesidades que yo pasé".
Edgar Morisoli nos habla en su poema "Niña Vallejos", que tiene música de Naldo Labrin, acerca de las luminarias del 3 de mayo. Se lo comento a Ana y me dice:
"Papá nos enseñaba a hacer tres fuegos porque significaban, en el nombre de la Virgen María y de los ángeles del cielo. Al prender esos fuegos, debíamos decir: 'Que Viva la Cruz de Mayo y que se alumbren los moritos', que son todos los angelitos moros que se van sin bautizar, sin nada que se van al cielo. Esos niñitos que fallecen sin bautismo se les llama Moro. Esto lo hacíamos durante tres días. Hoy en Barrancas ya no nos permiten por el miedo a los incendios forestales. Para la Cruz de Mayo, vestíamos la Cruz, la llenábamos de papeles y la colocábamos en la puerta de entrada a la casa".
No he cortado la relación con Luisa, es más la he intensificado gracias a la posibilidad de Whatsapp y me relata del oscuro futuro y de cierta desaparición de cantoras populares por lo menos en la región que ella habita: "Las cantoras se están terminando como tales, porque nadie las acompaña, nadie nos da fuerzas, apoyos, antes nos solían llevar los intendentes de la zona Buta Ranquil, Tricao o aquella vez que don Quico Sepúlveda, (intendente de Barrancas) nos llevó a Varvarco. El tema que nosotras, las cantoras, humildes, campesinas, con vergüenza, sino nos acompaña, ¿qué hacemos solas?. No obstante sigo agradecida a todos aquellos que me ayudaron en esto. Han venido grupos de estudiantes y me han dicho que no perdamos esta hermosa costumbre de cantar, que sigamos... pero no es fácil, ojalá se aumenten las cantoras, para ello las jóvenes debieran interesarse en esto. Tal vez falte gente que les enseñe, yo me ofrezco a transmitirles lo poco que sé, para que no se termine".
Las puertas de la casa de doña Luisa, en Barrancas, siguen abiertas de par en par para aquel que se quiera acercar a hacer una entrevista, a escuchar cantoras populares o simplemente para aprender algún "toque".
Canta Ana Luisa Villar y Barrancas se ilumina con su decir de paisanía y humildad. La heredad no se olvida y graba a fuego su acento en la memoria de los que escuchamos su canto, su decir y hasta su silencio contemplativo al semejante, que no deja pasar de largo su poesía del campo.
* Músico
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