Martes 06 de mayo 2025

Cuando el celular andaba al trote

Redaccion Avances 28/07/2024 - 15.00.hs

En este relato, el autor recuerda una charla con un tal Porcel, quien le cuenta cómo era el trabajo de guarda-hilo, esos hombres que recorrían los montes y campos arreglando las líneas telefónicas.

 

Juan Aldo Umazano *

 

En La Pampa, las líneas que debían recorrer los guarda-hilo, eran varias. Viajaban dos personas generalmente a caballo. Arrancaban desde Santa Rosa hacia distintos lugares. La más larga finalizaba en Victorica. Había uno que iba desde la Capital de La Pampa, hasta Uriburu. Otro tramo, el de Naicó, que era el menos largo, y otro, de Naicó a Colonia Lagos, donde comenzaba el monte; haciendo esquina con el Boliche de Chapa (llamado así porque era el material con que estaba recubierto). A ese Boliche la gente lo tomaba como referencia, ya sea por los que iban en carros o tropas. Ahí empezaba Monte Pichihuilcó, luego Nereco, hasta llegara a la Estancia 3 de Abril. En este último lugar se encontraban los guarda-hilo. Después continuaban hasta Anquilobo, donde había una estafeta.

 

Generalmente se reunían en 3 de Abril, y desde ahí, buscaban roturas, que podían estar en Anquilobo, o más adelante, hacia Victorica, donde finalizaba la línea.

 

El guarda-hilo de Anquilobo venía hasta 3 de abril, lugar donde todos firmaban la contraseña sin novedad, si todo estaba bien. O con novedad, si había que hacer reparaciones, falla que se debía buscar en la línea que iba hasta Victorica.

 

Después de 3 de Abril el monte se cerraba, y sólo se podía continuar a caballo y con guardamonte de ovejas.

 

Siempre, siguiendo la misma línea, había una tranquerita con candado. Cada guarda-hilo tenía una llave y podía pasar con el caballo. De esa manera iban cruzando esos campos de monte bajo y cerrado.

 

El progreso.

 


El progreso, es quien se encarga de borrar los oficios. Y entre tanto de esos oficios, estaba el de guarda-hilo. Los guarda-hilo, utilizaban como herramientas, el caballo, el martillo, la pinza, la tenaza, la pala, un serrucho, un pisón improvisado con un palo cualquiera; ya que no siempre se encontraba un poste quebrado. Todo esto, formaba el paquete de herramientas necesarias para mantener comunicado a los pueblos.

 

Porcel, recuerda en esta vieja charla donde nos señaló los recorridos de los guarda-hilo, que siendo niño vivía en Anguil, y para hacer una llamada importante a Santa Rosa, su padre debió ir al Hotel del pueblo, porque era el único lugar donde había teléfono.

 

El capataz de las cuadrillas de La Pampa, era el señor Villanueva.

 

Las novedades podían ser dos. Los guarda-hilos, apenas entraban a trabajar pasaban por la oficina del jefe para enterarse si había alguna novedad.

 

En el caso que no hubiese nada que arreglar, comenzaban el día con cierta tranquilidad. Si había que reparar una línea, debían apurarse para encontrar el lugar y solucionar el problema lo más pronto posible. Solían hacer muchos kilómetros por día. Cuando los sorprendía la tardecita, desensillaban, se hacían un asadito con unas costillas que llevaba en una pequeña bolsa. Después de dos días, ya sin carne debían cazar alguna liebre, algún peludo o piche. El guarda-hilo que conocí me contó cómo era su trabajo, se apellidaba Porcel; era el único que subía a la torre de Radio Nacional; lo hacía por una escalera que tenía en el medio para cambiar alguna de las lamparitas que no funcionaba. Por ese trabajo le daban como premio, un día de franco. Siguiendo con el empleado guarda-hilo, me dijo que ellos siempre llevaban una escopeta- no todos, ni era obligación-. Creo que sabían, pero nunca nos dijeron nada-. En la misma bolsa donde guardaban la carne, traían en una más chiquita, un paquete con yerba y otro de harina para hacerse el pan en las brasas. Al mate lo tomaban mientras se cocinaba el asado.

 

Un camino distinto.

 

El tramo Santa Rosa - Uriburu, lo hacían siempre en sulky, porque el camino paralelo a las vías estaba bueno. El pavimento de la ruta cinco se hizo después. Muchas veces los guarda-hilo se encontraban con empleados ferroviarios; esos que iban en una zorrita arreglando las vías- catango le decían- y almorzaban juntos. Después cada equipo continuaba con lo suyo. Los guarda-hilo, como se trasladaban siempre llevando dos caballos, trataban de ubicar alguna laguna o molino, así los animales y ellos podían tomar agua, entonces pedían permiso para utilizar algún molino. En otros campos, cuando los conocían, lo utilizaban directamente. De noche dormían vestidos y a campo abierto. Cada uno usaba de cama su recado y se cubría con dos cobijas. Eso era tanto en invierno como en verano; vigilados por algunas de las siete lunas, descansaban. Por dormir en el monte y entre yuyos, en cada viaje se llenaban de garrapatas.

 

Regreso.

 

Terminada la distancia que debían recorrer, volvían por el mismo camino, siempre a tranco de caballo; sólo se detenían para que descansen los caballos. Pero si en el regreso debían reparar algo que a la ida no estaba roto, lo arreglaban. Después pasaban la contraseña diciendo que estaba solucionado el problema.

 

Aún hoy, quedan hijos de aquellos guarda-hilo que existieron hasta mil novecientos sesenta y algo. Este fue uno de los oficios donde un hombre con dos caballos, y algunas herramientas, podía ser empleado estatal. Los guarda-hilo, fueron amigos de las grandes distancias. Llegado el medio día, a la sombra de alguna planta, se hacían un churrasquito y, como nadie los veía, algún traguito de vino, poquito, para que las palabras no se confundieran de cable.

 

Cuando encontraban el problema, se calzaban los “ganchos trepadores” y subían a las palmeras. Ya arriba, se ataban al palo con un cinto, y trabajaban. De regreso en su casa, junto a su familia, los caballos debían comer bien, y descansar. Además, bañarlos; siempre y cuando no se anunciaba alguna helada. Sin caballos no había trabajo, era una de las herramientas, que siempre utilizaban.

 

Historia.

 

La historia de la comunicación a distancia, debe haber comenzado en el año 490 antes de Cristo, cuando un soldado corrió 42 kilómetros, desde Atenas hasta Maratón, para comunicar la vitoria ganada a Los Persas. El soldado, apenas llegó, cayó muerto.

 

Después aparecieron las palomas mensajeras que durante la segunda guerra mundial entregaban mensajes avisando dónde estaba el enemigo. Y en otras ocasiones evitaron matanzas inútiles.

 

Regresando al guarda-hilo, su trabajo fue vital para mantener las comunicaciones. Desde aquellos empleados que andaban a caballo y en sulky reconectando los cables, desmalezando para cambiar palmeras quebradas, la manera de comunicarse pasó por distintas etapas hasta que el hombre creó el teléfono celular y ya no se enredaron los cables ni se cortaron; el progreso tiene un punto de partida, pero no un final con una línea de llegada como si terminara una carrera deportiva. Sólo podemos asegurar, que el guarda-hilo fue un celular qué en esos años, andaba al trote.

 

* Actor, dramaturgo, titiritero

 

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