De Sicilia a la Pampa Central
El vínculo familiar se genera por esas prácticas de escucha en los relatos de padres a hijos y, cuando se trata de vincular a Europa con América, desde el proceso inmigratorio de fines del siglo XIX y comienzos del XX, se convierte en un condimento sustancial en el entorno familiar.
Rubén Salvador Giordano *
Un episodio muy peculiar dentro de este proceso, conlleva a un caso con connotaciones propias de aquellos tiempos. Fue a comienzos del siglo XX, cuando la familia Giordano - Giusto, de origen siciliano (localidad de Raddusa -provincia de Catania-, en Sicilia), decide migrar a la Argentina por trabajo: Juan Giordano, arriba a este país, en el año 1910; lo acompañaban su esposa Josefina Giusto y su hijo Salvador. Ingresa en la empresa del Ferrocarril Oeste.
La escisión familiar.
Después de la larga travesía, quedan instalados en Buenos Aires en un antiguo conventillo. Juan Giordano como empleado ferroviario, decide tomar el desafío de migrar con su familia al entonces Territorio Nacional de La Pampa Central, instalándose en General Acha. A los pocos años de radicado en la localidad, fallece en un accidente ferroviario.
Este malogrado suceso desmembró a la familia dejándola en condiciones precarias; Josefa Giusto por costumbres familiares, es obligada a consentir un acto endogámico con su primo Miguel Cammaratta; de este matrimonio nacen dos hijos: una mujer (Sebastiana) y un varón (Antonino). Como detalle de la humilde familia, se suman un par de hijos más, que fallecieron muy jóvenes.
Salvador, primer hijo del matrimonio deja la escuela primaria y se transforma en compañero de trabajo de su padrastro.
Arman un carruaje tirado por caballos (a veces encabezados por mulas) y acceden a un precario contrato con las Casas de Ramos Generales de General Acha. Largos y agotadores viajes con provisiones para los establecimientos rurales del Oeste; el destino más representativo, eran los puestos ubicados a orillas del Chadileuvú. Recorrían hasta 250 kilómetros, en parte atravesando con destreza los extensos bañados del río; otro tanto marcaba el riguroso regreso a la localidad. La carga de este tramo, consistía en acumular en el carruaje los denominados “frutos del país” (cueros de lanar, lana en lienzos, algunos cueros de bovinos, cerda de caballo, cebo y otros tantos derivados de la actividad pecuaria.
El Oeste y la diáspora saladina.
Una de las connotaciones particulares, era la conformación de la humilde posición económica de los crianceros en predios con precarias construcciones, la mayoría de ellos sin poseer documentación que avalara la propiedad de la tierra; con los años, sumado a esto el corte inconsulto de las provincias ubicadas aguas arriba del sistema, los obligará -en su mayoría- a migrar a General Acha u otras localidades del Territorio, donde se replicaban ranchos, con las mínimas comodidades, construidos con paredes de chorizo, sin agua potable y precarias instalaciones sanitarias, todos ellos, marginados por los pobladores del llamado “centro urbano”, allí donde se radicaban los comerciantes, profesionales, la parroquia de los curas salesianos, el municipio, plazas públicas y otros edificios destinados a bienes y servicios.
Transcurridos los años, Salvador Giordano en mayoría de edad, deambula en búsqueda de trabajo y, en profunda amistad con la familia de José y Santiago Ratto (ambos radicados en la década del ’20 en General Acha), propietarios de una carnicería, lo vinculan al oficio e inicia sus tareas en un local (no existente en la actualidad), construido en una zona elevada, con paredes de ladrillo asentadas en barro, en la intersección de las calles Brandsen (posteriormente Victoriano Rodríguez) y Martínez de Hoz.
La faena de animales para su expendio, se realizaba en un antiguo matadero, ubicado en un sector de la pediplanicie (fuera del radio urbano) con precarias instalaciones, abastecido por la construcción de un amplio aljibe, ya que el agua de perforación, era de muy mala calidad.
La vida produce cambios.
Salvador consigue proseguir con el oficio con José “Pepe” Rosso, en su carnicería ubicada en el edificio de Calles Campos y Martínez de Hoz. En poco tiempo, conocedor del oficio de carnicero y la publicidad de sus familiares en el barrio, producen su expansión económica, saldando deudas y afianzándose en el lugar Durante esos años, conoce a Carmela Dentona, de profesión modista y se unen en matrimonio el 27 de abril del año 1936.
Los parroquianos le adjudicaban al negocio el mote de “Toribio” (apelativo que bien puede relacionarse con turiddu, “buen compañero” en el dialectos siciliano).
La Carnicería “Don Toribio”.
Instalada la familia en su nuevo domicilio, en 1943 en el salón principal que daba al frente del edificio, instala su carnicería y, a poco tiempo de su actividad, anexa despensa. Uno de los pocos negocios del barrio, permiten un rápido crecimiento comercial; la carne que se expendía, era de lanar (capones y borregos), hacía las compras en explotaciones cercanas y la faena se realizaba en el antiguo matadero, ya mencionado con el respectivo permiso municipal.
Su señora esposa, Carmela, ayudaba en el desposte y venta, hasta que instaló en un local contiguo su taller de costura.
Una particularidad de aquellos años era el otorgar lo que se denominaba el “fiado con libreta” (cada cliente interesado, poseía una libreta donde se registraba la compra con el precio del día; la mayoría pagaba finalizado el mes y, si acudían niños, se les entregaba la “yapa”, un reconocimiento al cliente en caramelos o derivados). La clientela más representativa, pertenecía a la barriada “El Oeste” y la mayoría eran herederos de terrenos amplios, con apellidos relacionados con los pueblos originarios.
El Reencuentro.
Durante aquel tedioso viaje que los trajo a América en una desvencijada embarcación, la familia Giordano comenzó a desmembrarse en las costas de Brasil, cuando dos hermanos de Salvador, por enfermedad, quedan varados en el puerto de Santos, al cuidado de la abuela paterna.
Desde el arribo a la Argentina, pasaron 56 años sin ningún atisbo de comunicación en la familia escindida. Por un acto casual, un cartero achense radicado en Santa Rosa (cercano a la familia Giordano), en la clasificación de la correspondencia, encuentra un sobre Vía Aérea con el destino a Salvador Giordano, proveniente de Porto Alegre (Estado de Río Grande do Sul - República de Brasil).
Frente del sobre de la primera carta recibida por Salvador Giordanol. La esquela está fechada: Porto Alegre, 31 - 1 - 67 e invoca la “lontanía” y los años transcurridos, sin tener noticia alguna.
Salvador Giordano, su esposa y su hijo menor, deciden viajar a Porto Alegre, en enero del año 1968. Una historia de vida típica de inmigrantes de familias humildes del Sur de Italia, viajando al continente americano en búsqueda de una vida más digna, plena de bienestar.
* Profesor de Historia y Geografía
El origen de un nombre
El relato de los antiguos pobladores da cuenta que los cueros de los animales se depositaban a orillas de una laguna, ubicada al oeste del casco urbano. Los vientos predominantes del sudoeste y la aridez del ambiente, provocaban la voladura del pelaje de los animales, el que se depositaba en el cuenco de la laguna. Con los años le adjudicaron, a la laguna, el nombre de “La Peluda”.
Las andanzas de Petizo
Entre las anécdotas, surge un relato de connotaciones muy particulares. Un vecino cercano (apodado “el petizo Díaz”), se acerca para realizar su cotidiana compra de carne. Cómo era habitual, surge la conversación entre el despachante y el cliente: -¿Ya ha regresado de cumplir con el deber patrio del servicio militar…mi amigo?
- ¿Usted dice de hacer la marina?
- Claro…Le tocó la marina. ¿no?
- Sí, Don Toribio… usted sabe que juimos en un barco, a los tumbos. ¡¡¡Puaj!!!
No llegábamos nunca… El capitán nos decía: ahora vamos por la costa de España, dispué por Francia y diai a Italia…
- Entonces casi se recorren toda Europa…
-No, por ‘ay no juimos, Don Toribio.
Apostillas del acervo cotidiano
La relación entre el comerciante y la clientela, generaba un intercambio comunicacional que solía tener connotaciones muy propias de los parroquianos.
En cercanías de las celebraciones navideñas, una conocida vecina llega con intenciones de llevar un buen corte para el tradicional “asadito familiar”.
El diálogo y su contenido: - ¿Cómo está Doña Isabel? Su familia ¿bien?
- Si, ricién venimo del campo…
- Ah!!! ¿No hubo carneada esta vez?
- No
- ¿Van a la Misa de Gallo por la noche?
- Noooo…de capón nomá, Don Toribio.
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