Miércoles 24 de abril 2024

Don Caballo Mota

Redaccion Avances 11/12/2022 - 06.00.hs

Don Caballo Mota ha registrado una serie de canciones que tienen anclaje en el territorio y, además, algunas están encadenadas por un personaje, un Zarathustra criollo.

 

Sergio De Matteo *

 

Cuando una banda se presenta en público suceden o se conjugan dos acontecimientos; primero y principal, esa banda tiene algo para decir por medio de sus canciones, nos viene a ofrecer su cosmovisión del mundo por la vía estética; y segundo, también un factor importante, se empieza a construir un ritual, una misa con los asistentes.
Pero para que todo eso tenga sentido, justamente, en el terreno de los significantes, la música debe reunir o religar voluntades, es decir, conquistar un estilo que la identifica entre todas las otras propuestas artísticas, que se sostiene en las letras, las melodías y el sonido conquistado.
Don Caballo Mota trasuda hace algún tiempo por ese camino, entre recitales y publicaciones en redes sociales de sus canciones, videos, han ido laborando una obra musical que ya tiene seguidores que copan cada actuación. O sea, ya varias de esas canciones se encarnaron en los oyentes, son
parte de la comunidad; eso ya justifica cada una de las intervenciones, porque han donado algo de belleza a este mundo.
Con el EP Desde el Faro (2021) y el single Conjuros del viento (2022) sobre las espaldas, más una serie de canciones nuevas, la banda, integrada por Leonardo Pelizzari (voz), Ramiro Teso (guitarra), Federico Miravalle (bajo) y Sebastián Roldán (batería), viene rodando en la escena local, proponiendo una estética que se reconoce en las mejores tradiciones de la región, pasando por el folclore y el rock, para tamizar un sonido que ya se reconoce como el de Don Caballo Mota.

 

Tradiciones.
Toda banda musical se destaca, además de las producciones que se ponen a consideración del público, también por la idea y el proyecto que labora, la cual se sostiene en la propia música, en el sonido que le otorga identidad y, por sobre todo, en las letras, en la fuerza de las palabras. Y en eso también se anudan a la importante biblioteca pampeana, pensar nada más la riqueza del Cancionero Pampeano y el Cancionero de los Ríos.
Pero no sólo podríamos enmarcar esta producción por su pertenencia regional, sus lazos con la tradición legitimada, sino también porque responde a la tipología emergente, de estos tiempos (aunque se nutran de las experiencias del pasado), y aquí sí quisiera destacar algunos detalles que hacen que Don Caballo Mota sea una de las propuestas interesantes de estas últimas épocas. Ya dijimos de la conjunción entre canción y poesía, del estilo que lo identifica, pero también, aludiendo a una fórmula o concepción de la literatura, la cual es un fenómeno intertextual, en cuanto a la referencia de un autor o autora con otro autor o autora, de una obra con otra obra, también en determinadas ocasiones esa intertextualidad es en la propia producción del escritor o escritora. Un solo ejemplo, García Márquez, de la increíble y maravillosa novela Cien años de soledad se desprenden historias laterales que también se transforman en libros, como La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y su abuela desalmada. En la banda liderada por Leo Pellizzari se interrelacionan un par de canciones, donde trasiega el personaje, el protagonista, generando una épica de Don Caballo Mota, fundando una genealogía, lo que convierte al todo en un acto novedoso para estos lares.

 

Banda.
En síntesis, Don Caballo Mota tiene una base implacable en Federico y Sebastián (bajo y batería) que machaca como una vieja máquina de escribir Remington, a la que se acopla la exploración sonora de la guitarra, en manos (o dedos) de Ramiro, que expande su rítmica hacia universo por la
potencialidad de la fibra óptica, y Leo, con una dúctil paleta de matices vocales, anuda y propende virtuosamente metáforas que hablan de las experiencias del grupo, personales, que, en definitiva, son las mismas del público; por eso el ritual, la misa sonora.

 

- Una banda se destaca, principalmente, por su música, pero también por las letras y la gráfica. Don Caballo Mota logra esa síntesis.

 

- El logo es creación de Lea Roldán. Ha interpretado lo que queríamos desde el lenguaje gráfico. En la estética se percibe el desierto pampeano, el oeste pampeano, que nos atraviesa con ese paisaje; y en eso está enganchado Bustriazo.
Somos cuatro integrantes que escuchan música totalmente diferentes, pero ¿qué era lo que nos unía?: la identidad pampeana. El nombre nos representa desde un lugar, desde un paisaje de esta llanura, de este monte, desde los antepasados, desde las culturas originarias; y el caballo es un poco el símbolo. El nombre Don Caballo Mota surge de ese caballo que se le da un “don” de distinción.
Darle valía a un animal que fue muy golpeado por la humanidad, en pos de una civilización, de una ambición civilizatoria humana, que usa el caballo y lo trata bastante mal. Se le agrega el “mota” porque, en un sentido polisémico, la palabra incluye significados pluriculturales. Don Caballo Mota realiza un homenaje a la naturaleza que nos rodea y el caballo representa eso, la naturaleza pampeana que nos identifica.

 

- Cuando se plantean tales búsquedas surgen símbolos e imaginarios que nos representan. Señalaban a Catalina Tom como una influencia, una filiación y podríamos pensar en algunas de esas bandas que han marcado el rock polifacético, mixturado, de nuestra provincia. En tal sentido, Don Caballo Mota ha logrado un sonido que lo identifica dentro de esa serie de bandas.

 

- Somos cuatro personas distintas, con diferentes caracteres, y no solamente en los gustos musicales. Venimos de lugares urbanos, pero no negamos de dónde somos, de lo que vemos, de donde crecimos; inclusive hasta la fisonomía de la ciudad cambió. Hay una canción que se llama “Un barrio” que, justamente, habla del barrio en el que creció Leo Pellizzari; quien no lo conocía al barrio se lleva una imagen del mismo. Dentro de lo que es la crianza nuestra, nuestro pasado, nuestro urbanidad, las canciones nos permiten recordar pero también poder ir un poco más allá. Lo que queremos es que sea un sonido lo más único posible y que hable de nosotros como personas y que hable del lugar.

 

- En el campo literario, un escritor o escritora se diferencia de otro o de otra por el estilo. Bustriazo Ortiz hay uno solo, si alguien quisiera escribir como Bustriazo sería una imitación. Por lo tanto, en todos los géneros artísticos debe pasar esa situación; más allá de las influencias, más allá de los homenajes. Entonces, habría que lograr esa identidad; en este caso a través de las letras, de las melodías.

 

- Lo que nos une es la renuncia de las individualidades, nos desdibujamos y a la vez nos reconstruimos como grupo. Como conjunto qué nos reúne: la pampeanidad; que tiene su sonido folklórico, su poesía, su propia paisajística. Entonces buscamos dentro de esos componentes que, bueno, a veces se nos va un poco, nos descarrilamos. En algunas canciones se escapa esa pampeanidad y en otras volvemos a ese registro.

 

- Detallan la cuestión del paisaje, de la construcción, justamente, de un lugar como identidad. Tanto en la canción “Un barrio” como en “Salamanca”, “La dueña del monte”, se observa un trabajo espacial, un mapeo, una forma de sentir el territorio. El crítico Paul Zunthor señala que “el territorio se hace relato”; parafraseando la idea, “el territorio se hace canción”, también “se hace poesía”; ese planteo se transparenta en algunas de las canciones como anclaje a la región, el lugar está representado en lo que cantan.

 

- Creo que tiene que ver con el auto preservarse, de no olvidar donde nacimos. Viví durante 9 años en Buenos Aires. Miraba el cielo con mucha tristeza, porque no veía las estrellas que veía en el patio de mi casa, en Duval y Almirante Brown. Nos estamos perdiendo culturalmente, nos están invadiendo y colonizando otras culturas. Está buena la apertura, pero no perdamos lo nuestro. En esa miscelánea, en esa mezcla se ha dado el tránsito de recuperarnos como pampeanos a la vuelta del exilio, al irnos a estudiar afuera y formarse; volver a eso, a enraizarse.

 

- En el siglo pasado Oswald de Andrade, un poeta brasileño, hizo una propuesta muy interesante que es la antropofagia. Decía, pensando desde la poesía, “frente a la poesía de importación, poesía de exportación”; es decir te degluto y hago lo mío. Escuchamos toda la música que se hace en el mundo, pero también ofrezco mi propia música.

 

- Sí, yo creo que sí. Es una parte importante. Hay sonido de ciudad, definitivamente, en Mota. Nos han dicho que las canciones parecen viajes, y la verdad, es cierto, son viajes de tres minutos, de cuatro, a veces. Además está lo de generar espacialidad. Creo que una canción tiene que generar un paisaje y un
viaje a ese paisaje; sino está perdiendo magia. Si la poesía no te genera un viaje y un mundo de sensaciones que te llevan a un lugar, algo no estaría funcionando; me parece desde mi perspectiva.

 

Salamanca.
Esta canción integra el EP Desde el faro (2021). Quisiera destacar la importancia que tiene la salamanca en la historia cultural pampeana, así como la tienen los poceros, la lucha por la provincialización o por los ríos. La Salamanca también cruza por la poesía de Bustriazo Ortiz y por la de Edgar Morisoli. Ambos admiraban la meseta de Somuncurá, en Río Negro, por sobre todo porque Somuncurá significa en mapudungún “piedra que habla”, o “que canta”.
En la canción de Don Caballo Mota se oye “Salamanca y el alma”. Bustriazo en Libro del Ghenpín, en la “Cuadragésima cuarta palabra” dice que en la Salamanca cambia su tierna alma para tener virtud sobre la palabra y embrujo sobre la guitarra, e insiste, porque también en los estilos está el “Estilo de la piedra Salamanca” y después titula un poema como “Antipán, salamanquero”. Y ahora también encaja en esta contemporaneidad de Don Caballo Mota.

 

- ¿La canción a la Salamanca cómo surge? ¿cuál es la historia?

 

- En la vida surge todo, a veces, como muy instintivo, desde el bagaje de información que uno tiene. Este bagaje folclórico que posee la Salamanca en la mitología del norte. Viví un tiempo en Jujuy. En ese folclore conocí la Salamanca y después me enteré que estaba la Salamanca pampeana, la “Cueva de Halada”. La canción surge de esos relatos, donde se ve a la gente triste que va y vende su alma, como si nada, vende su emoción y la negocia por virtudes efímeras. Un concepto entre algo eterno y todo efímero, “tomá, entrego mi alma”. Entonces cuenta ese relato, la de un hombre que no encuentra su rumbo y está perdido, se va a la Salamanca a ver cómo puedo salvar su vida entregando su alma.
“Salamanca” se encadena con “Chacarera de Don Mota”, donde Don Caballo Mota está esperando a los seres humanos en la Salamanca para devolverles la esperanza. Y les dice que fue un caballo castigado en el trabajo, explotado, pero que se exilia en el monte para ayudar a la humanidad.
Aunque ustedes me castigaron, ahora estoy en la entrada de la Salamanca, para ver cómo los puedo volver a despertar.
Mota es un personaje mitológico, así medio zarathustriano, un Zarathustra criollo; quien seguirá protagonizando otras canciones.

 

* Colaborador

 

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