Sabado 27 de abril 2024

El libro mágico – Parte II

Redaccion Avances 24/12/2023 - 09.00.hs

Continuamos con la segunda entrega de la trilogía de Alexis Daurelio. El libro mágico llega a la mitad de su relato y en esta edición de Caldenia la compartimos con nuestros lectores y lectoras.

 

Alexis Daurelio *

 

Luna y el elfo Manuel permanecían inmóviles ante el cuerpo sin vida de la niña. Unos cinco minutos más tarde, levantaron el cadáver del jardín y lo llevaron al patio trasero de la casa del enano de orejas alargadas.

 

La niña descansaba en su letargo eterno. Parecía que los miraba con esos ojos celestes bien abiertos debajo del rostro cubierto de sangre. Tendría unos 10 años, el pelo morocho largo ondulado, un camisón blanco también ensangrentado con una flor roja en el pecho y zapatillas grises con dibujos de pequeños relojes de arena.

 

“Vamos a tener que llamar a la Policía”, propuso Luna, sin dejar de mirarla. El elfo caminaba en círculos sobre el mismo lugar mientras fumaba de su pipa. “No debemos llamar a nadie, si la Policía viene, nos considerarán sospechosos”, especuló.

 

Luna le respondió que era una locura esconder el cadáver en el patio y que tarde o temprano los investigadores lo descubrirían. “A esta nena le pegaron un tiro en la cabeza, escuchamos el disparo, ¿y vos la querés enterrar atrás de tu propia casa?”, le cuestionó enojada.

 

“Podemos enterrarlo, investigar el crimen por nuestra cuenta y si descubrimos al asesino aclarar todo”, propuso el elfo. “¿Y si no lo hallamos?”, preguntó Luna. “Lo vamos a hallar, tengamos fe, confiemos en el libro mágico”.

 

“Ven, mejor vamos a casa, voy a preparar una taza de caldo bien caliente, para que podamos pensar mejor”, invitó luego.

 

Una vez dentro de la morada, Luna rompió en llanto. Sentada, se tomaba la cabeza con ambas manos mientras se sonaba la nariz con un pañuelo de tela gris con rayas rojas.

 

“No te preocupes Luna, todo esto forma parte de la señal”, aventuró el elfo al acercarle la taza bien caliente con un rico caldo de pollo.“Pero de qué señal me hablás, hace rato que vengo escuchándote hablar de esa famosa señal”.

 

“La señal es que el libro mágico te eligió para que puedas hallar al culpable de este horroroso crimen”.

 

Luna tomaba el caldo con las dos manos temblorosas mientras sus lágrimas caían sobre los pómulos rosados debido al calor del interior hogareño.

 

“¿Y por qué yo, porqué todas estas cosas raras siempre me tienen que pasar a mi?”, se victimizó.

 

“Porque ocurrió frente de tus propias narices”, el elfo sonó convincente.

 

“Antes que caiga la noche vamos a enterrar el cuerpo en el patio trasero, cerca del aljibe, donde nadie lo encontrará nunca”, aseguró luego.

 

“Con el cuerpo enterrado empezaremos a investigar todas las líneas que podamos, cualquier dato, cualquier detalle, cualquier pequeño indicio será importante”, agregó.

 

“Luna, quieras o no, es un tema terminado”, finalizó cortante.

 

 

La joven miró el reloj colgado de la pared. Las 9 de la noche. El ocaso veraniego se desplomaba plomizo como rayos anaranjados sobre la pequeña comunidad encantada.

 

Luna se levantó de la silla con firmeza, fue al patio, tomó una pala de punta apoyada en uno de los tapiales y sobre la tierra blanda por la humedad cavó fuerte, segura, y con rabia. Cavó son bronca. Cavó con dolor.

 

Una media hora después, bajo un colchón reluciente de estrellas, terminó un pozo con el suficiente diámetro para meter el cuerpo. “Listo Luna, ya es suficiente, deja eso, te vas a lastimar”, ayudó el elfo. Entre los dos, levantaron el cuerpito y lo arrojaron al interior del pozo.

 

“Ahora, lo tapo yo”, propuso su compañero al tomar la pala ancha.

 

“Adiós, hermosa niña, te prometo que vengaremos tu muerte”, dijo la chica con lágrimas que caían de sus ojos convencidos.

 

Los dos se acostaron sin cenar ni intercambiar palabra alguna. Luna durmió en la cama del elfo y el elfo en una hamaca paraguaya atada a dos limoneros del patio.

 

El reloj de la casa marcó las 8 de la mañana. El elfo se levantó y caminó, con una inconfundible cara de sueño, hasta la cocina donde, con la radio prendida, Luna tomaba un café en la mesa y desayunaba unas galletitas con mermelada de durazno.

 

“Buen día amigo, perdón la intromisión, pero tenía mucha hambre”, dijo con la boca llena.

 

El pequeño sujeto la interrumpió. “Mira, Luna, vamos a convivir y a trabajar muchas horas por día, así que debemos tener toda la confianza del mundo para poder hablar”, respondió.

 

“Llámame Manuel, mi nombre es Manuel”, se presentó después.

 

“Muy bien Manuel, ven, siéntate, que debo contarte algo”.

 

Luna sorbía su café mientras leía el periódico “El Duende”. El elfo se sentó enfrente pero no tenía hambre.

 

La joven dejó el diario por un momento al costado. “Sábes que, mientras dormía, un fuerte ruido me despertó, como un golpe seco”, comenzó su relato.

 

“Me levanté, fui a ver, y descubrí sobre el marco de la ventana abierta una lechuza enorme parada en sus patas, color gris, con rayas negras, y ojos saltones color dorado”, describió la joven.

 

Luna le dijo que segundos después la lechuza tomó con su pico un papel escondido entre sus plumas que dejó desplomar lento al vacío. Luego, el ave voló por los aires.

 

“Tomé el papel y tenía escrita una fecha: 5 de noviembre de 2020”. “¿Hoy que día es?”, preguntó la muchacha luego.

 

“7 de noviembre de 2020”, respondió el elfo.

 

“Debemos ir a buscar en los archivos del Mundo Celestial para saber qué pasó el 5 de noviembre”, concluyó.

 

Luna y su compañero se cambiaron de ropa y salieron por primera vez juntos a la calle.

 

La joven no podía creer lo que veía. “Un crimen tan horrendo en un mundo tan hermoso es una ironía”, pensó.

 

Pétalos de tulipanes volaban por el aire mientras los enanos se aseaban en la costa del río de miel repleto de balsas de maderas vacías que iban y venían con la corriente.

 

El elfo llevó a su nueva huésped a las instalaciones de “El Duende” donde un joven minotauro los recibió con cara de sueño.

 

“Buenos días señor, queremos hablar con alguien encargado del archivo del diario”, consultó Luna.

 

“Muy bien, ¿y por qué motivo?”, dijo el recepcionista mientras leía una revista de chimentos.

 

“Necesitamos saber cuál fue la noticia más importante del 5 de noviembre”, dijo ella.

 

“Muy bien, vayan por el pasillo hasta la primera puerta a la izquierda. Hablarán con Pablo Juárez, encargado de los archivos tanto digitales como físicos”, informó el minotauro.

 

 

Luna y el elfo arribaron a la oficina de Pablo Juárez, un enano regordete con aire soberbio, y le pidieron un ejemplar gráfico del 5 de noviembre.

 

Ambos tomaron el periódico y leyeron la nota de cabecera principal. “Escándalo en la TV local: en una entrevista exclusiva, la primera dama de Mundo Celestial, Crisol Gutiérrez, discutió con el periodista Mauricio Pablo, le lanzó un vaso de vidrio a la cara y se retiró furiosa del estudio. El cronista, pese al golpe recibido, no sufrió heridas”.

 

Luna le preguntó al elfo si los conocía.

 

“Los conozco a los dos, pero no en persona, ella es la mujer del alcalde, y Mauricio es el periodista que trabaja en el Canal Esmeralda”, informó.

 

Unos 15 minutos más tarde, la joven y su compañero arribaron a las instalaciones del canal.

 

Entraron por la puerta principal y le preguntaron a la recepcionista humana por Mauricio Pablo.

 

“Si vienen por la recompensa, se pueden ir de inmediato”, les dijo la trabajadora.

 

Los dos no lograron comprender. “No venimos por ninguna recompensa, solo queremos hablar con Pablo, sobre su relación con la primera dama”, explicó Luna.

 

La recepcionista largó una pequeña carcajada.

 

“¿Pero ustedes no saben nada o me están tomando el pelo?”, preguntó.

 

“¿Qué deberíamos saber señorita?”, retrucó el elfo.

 

“Mauricio lleva un día desaparecido, lanzamos el alerta de búsqueda, y la Policía recién hoy inició las labores de investigación”, sostuvo.

 

Luna miró al elfo y el elfo le devolvió la misma mirada cómplice.

 

“¿Cómo que desapareció?”, preguntó la joven.

 

“Desapareció, se lo tragó la tierra, de un día para el otro, no está en su casa, todo el barrio Platinado está conmovido”.

 

“¿Y la noticia no salió en el canal?”, preguntó desconfiado el elfo.

 

“No, recién a las 24 horas se lo considera desaparecido, ahora deberemos esperar qué deciden las autoridades del canal”, dijo la empleada.

 

Luna comenzó a caminar en el lugar nerviosa. “Necesito que me diga algo más de Pablo, si tiene hijos, nietos”, preguntó la chica.“Pablo es un bohemio, vive solo, no tiene hijos, ni perros si quiera, pero quiere muchos a sus dos sobrinos”.

 

“¿Sus dos sobrinos?”, preguntó la muchacha. “Si, Mauricio vive para sus dos sobrinos, Luciano y Micaela”.

 

El elfo, de repente, interrumpió la charla. “¿Y cuántos años tienen sus sobrinos”? “No lo sé, el chico unos 20 y la chica es una niña, debe tener unos 10 años”.

 

Luna y su amigo se miraron con rostro de horror.

 

La joven le preguntó la dirección de la casa del periodista. “No estoy autorizada a darla”, replicó.

 

El elfo sacó 10 dragones y los puso en la mesa.

 

“Estrella María 1599, en pleno barrio Platinado”.

 

Ambos caminaron unas diez cuadras por el costado de las vías del tren estelar: una curiosa formación de vagones invisibles que viajaba a diario.

 

“Estrella María 1599”, dijo Luna al arribar a la casa de Mauricio. Tocaron la puerta y nadie los atendió. “Toc toc toc”, insistió Luna con más fuerza. De repente, la puerta se abrió y apareció un joven. “Buenas tardes joven, estamos buscado a Mauricio, al periodista Mauricio Pablo, nos dijeron que vive acá”, se presentó el elfo.

 

“Mauricio no está”, respondió seco el muchacho.

 

“Perdón joven, ¿pero dónde está?”, consultó el elfo de nuevo.

 

“¿Quién lo busca?”

 

“Somos amigos”, mintió Luna.

 

 

“Mi tío salió como cualquier otro día a trabajar en su bicicleta y nunca más regresó y por eso llamamos enseguida a la Policía”, dijo con la voz entrecortada.

 

Luna corroboró: “¿así que vos sos el sobrino?”.

 

“Así es, me llamo Luciano”.

 

“¿Y tu hermanita?”, consultó Luna.

 

“Está adentro, con sus muñecas y sus juguetes”.

 

“¿Los dos están bien?”.

 

“Porqué deberíamos estar mal, acá nos ves, radiantes”, ironizó.

 

Luna le preguntó si podía hacerle algunas preguntas y el chico le contestó que no había problema.

 

“¿Sabés si Mauricio tiene enemigos?”.

 

“El tío Mauricio estaba siempre amenazado, por el alcalde, por su mujer, por todo el poder de turno, pero nunca se rindió, siempre luchó contra ellos, y para mi esta vez se la juraron”, aventuró.

 

Luna pidió entrar a la casa y su sobrino no tuvo ningún inconveniente.

 

“¿Ustedes vivían con su tío?”, preguntó la chica.

 

“Yo empecé a sentir un gran amor por mi tío, una gran admiración y, cuando surgió la posibilidad, le ofrecí pagarle un alquiler por mes y vivir juntos”, dijo el jovencito.

 

La casa era muy modesta, tenía un televisor chico, una cocina aún más pequeña, un comedor, un baño y una habitación.

 

“Mi tío aceptó de muy buena gana y me dio lugar en su casa”.

 

Luna pidió ir a la habitación de Mauricio y, al entrar, divisó una gran biblioteca repleta de libros. Micaela seguía, en su mundo, con sus juguetes.

 

“¿Y tu hermanita?”.

 

“Mi hermana Micaela vive con papá y con mamá, la hermana de Mauricio, pero ahora la traje conmigo para que me acompañe en este momento tan difícil, no quiero estar solo ni un segundo”, lamentó el sobrino.

 

“Mi tío siempre tuvo una vida muy tranquila, iba a trabajar al canal, luego escribía y a veces solía hacer algún deporte como bicicleta o natación”, agregó.

 

“¿Y vos a qué te dedicás?”, preguntó Luna.

 

“Yo estudio periodismo, hace un año que ingresé a la facultad del Mundo Celestial, mi sueño es ser un gran periodista y escritor como mi tío”, dijo.

 

Luna miró todos los libros de la biblioteca y hubo uno en particular que le llamó la atención.

 

“El reloj de arena”, por Mauricio Pablo.

 

“¿Qué es este libro?”, le preguntó al sobrino.

 

“Es su único libro publicado, una novela, un policial negro que tuvo varios premios”.

 

Luna pidió llevarse un ejemplar y el sobrino se lo negó.

 

“¿Para qué lo querés?”.

 

“Para leerlo”.

 

“Muy bien, pero lo quiero acá, de vuelta en dos días”.

 

“Dalo por hecho”.

 

La joven, antes de irse, le pidió al sobrino hacerle una pregunta más. “Si, claro, todo lo que quieras”.

 

“¿Sabés qué relación tenía tu tío con la primera dama de Mundo Celestial Crisol Gutiérrez?”.

 

“Que yo sepa, nada de nada. Ni la odia ni le gusta”.

 

“¿Y ella qué opina de tu tío?”.

 

“No lo sé, pero solo discutieron una vez, hace un par de días, por televisión, después creo que tenían buena relación”.

 

 

Luna se despidió del joven y de su hermanita. Estaba un poco más confundida de lo habitual.

 

“Quédense a comer algo”, propuso el sobrino.

 

“Es que ya nos vamos, leo la novela y te la devuelvo intacta”, aportó la joven.

 

Luna le pidió tiempo a su amigo de baja estatura. Solo dos días. Su intención radicaba en encerrarse en la habitación de la casa de Manuel a leer sin parar.

 

Fueron dos días de una lectura intensa que acompañó con una gran cantidad de anotaciones en una especie de diario íntimo.

 

Pasaron los dos días y, a las 12 de la noche del domingo, la joven por fin terminó de leer las 650 páginas de la novela.

 

El elfo estaba acostado en su cama cuando de golpe sonó la puerta. “Toc, toc, toc”.

 

Manuel abrió y, del otro lado, sobre el pasillo, que divide ambas habitaciones, Luna permanecía con los ojos llorosos.

 

“¿Qué te pasa Luna, pudiste terminarlo?”

 

La joven, sin mediar palabra, le dio un interminable abrazo.

 

“Bueno, bueno, bueno, tranquila mi amiga, se qué leíste algo muy fuerte, pero entiende que es solo ficción”.

 

Luna trató de recomponerse un poco.

 

“¿Quieres que vayamos al comedor a tomar algo bien caliente?”, preguntó el elfo.

 

“Por favor”, replicó Luna al sonarse la nariz en su pañuelo.

 

Ambos caminaron al comedor y se sentaron, frente a frente, en la mesa. Manuel puso a hervir un té de fresas.

 

Luna le dijo que la novela era muy buena pero muy cruel. Y, por este motivo, la sensibilizó mucho.

 

“El protagonista de la historia es un criminal que asesina a sus víctimas y, una vez muertas, les coloca zapatillas blancas talle 42 con dibujos estampados de relojes de arena”.

 

“¿A todas sus víctimas les coloca zapatillas con estos dibujos?”, preguntó el elfo.

 

“Exacto, es como un simbolismo criminal, un modo de identificación”. El elfo trataba de hilvanar.

 

“La niña muerta, que hallamos en mi casa, tenía zapatillas blancas con dibujos de relojes de arena”, evaluó.

 

“Como si la trama de la novela se convirtiera en realidad”, dijo Luna.

 

“Exacto Luna, como si la propia trama, recobró vida a través de un sádico criminal que hoy por hoy circula entre nosotros”.

 

¿”Qué vamos hacer?”, preguntó la chica.

 

“Lo vamos a atrapar”, completó Manuel.

 

(Continuará…)

 

* Periodista

 

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